Anexo 1o - Justificación Metodológica de Nuevas Líneas de Investigación

La fundamentación de la crisis económica específicamente capitalista en el aumento de la composición orgánica, en el desplazamiento de trabajo vivo por el trabajo muerto, en la caída tendencial de la tasa de ganancia y en la hipertrofia financiera propiciada durante la fase descendente del ciclo económico, conforma la explicación fundamental y distintiva del marxismo; sin embargo, tal fundamentación es al mismo tiempo la más general y requerida de un conjunto de mediaciones sin las cuales no se puede dar cuenta cabal de la dinámica económica real en períodos históricos concretos. Por ejemplo, retomando la situación de Japón ya abordada en otros lugares: ¿cómo explicar las peculiaridades de este caso si la crisis obedece a un fenómeno único y universal que, en todo caso, debió afectar a todos los países por igual y al unísono?

Un primer conjunto de mediaciones lo ofrece la misma teoría marxista de la crisis a través de las causas contrarrestantes que frenan la caída de la tasa de ganancia, lo cual introduce la necesidad de analizar la eficacia y las características que asumen estas contratendencias en la vida real. Mientras tanto, basta agregar que si bien es cierto que la teoría marxista desnuda las contradicciones y la tendencia inherente del capitalismo hacia la crisis, no se deja sin explicación la contraparte: ¿por qué entonces el capitalismo sobrevive? Es verdad, por un lado, que, vista en retrospectiva, la fase expansiva comprendida entre las décadas de los 50’s y 60’s aparece más como una especie de anomalía frente a los casi 40 años de fase descendente; pero igualmente importante es destacar que durante estos casi 40 años el crecimiento promedio puede ser mejor calificado como el de una ralentización y no como una parálisis total de la economía, esto es, la economía nunca ha dejado de funcionar y, más aún, ha albergado períodos más cortos en los que las tasas de crecimiento de algunos países y regiones igualan y hasta superan los mejores momentos de la etapa expansiva. Finalmente, el análisis más completo tendría que identificar y evaluar el peso e importancia de diversos factores según su configuración histórica: equilibrio de poder mundial, carrera armamentista, desarrollo tecnológico, características demográficas, disponibilidad y relevancia de materias primas y recursos naturales, etc.

  • Entre las causas contrarrestantes de la caída de la tasa de ganancia figura, en primer lugar, el aumento de la explotación de la clase obrera. El crédito y la hipertrofia financiera obran también como causas contrarrestantes en la medida que pueden resucitar, aunque fuese de manera artificial, el crecimiento económico. En este sentido, la intención de mantener una interlocución con las concepciones burguesas no busca otro objetivo que el de monitorear los análisis y estudios que pudiesen retroalimentar y fortalecer nuestra propia interpretación, asumiendo que para ello es necesario subvertir y criticar esos mismos análisis y estudios emanados desde los recintos y las mentes dedicadas a la preservación y justificación ideológica del capitalismo.
  • Esto último supone dar un reconocimiento, en algún grado al menos, a la veracidad de algunas lecturas de la realidad ofrecidas por economistas del campo de la burguesía, mismas que no pueden descartarse como falsas, o mejor dicho, cuya falsedad radicaría en sus medias verdades o en su limitación al plano fenoménico. Sin embargo, aún a sabiendas de que los especialistas en finanzas se limitan a describir procesos financieros y los economistas académicos se encargan de dar cuerpo teórico a la justificación ideologizante del capitalismo, lo cierto es que su praxis cotidiana, sus puestos de trabajo y su bagaje técnico-científico les confieren una experiencia y conocimiento que no deberíamos descartar, sino absorber para fundamentarlos sobre otras bases. De hecho, y guardadas las proporciones, el presente análisis no pretende otra cosa que emular lo que ha quedado demostrado en la concepción y la trayectoria del marxismo, doctrina forjada y madurada en la confrontación y, al mismo tiempo, en la absorción de teóricos ajenos al campo proletario. Así, sin pretender parangón alguno de Duncan con Hayek y Friedman, mucho menos aún con Hegel y Ricardo, este ensayo reivindica la necesidad de incorporar la perspectiva de especialistas de este tipo en el debate marxista.
  • Y para entrar por fin en materia, lo que se reivindica al reclamar la atención sobre las tesis de Duncan es la necesidad de asimilar la problemática que vincula el reciclaje de dólares, la formación de burbujas financieras (crédito) a nivel mundial y la hegemonía del dólar. En este sentido, es probable que algunos de nosotros hayamos desestimado la aportación al respecto. En otras palabras, ¿cuál es el lugar que habremos de otorgarle al reciclaje de dólares implícito en la actual configuración del “sistema” monetario-financiero mundial? Este elemento debe ocupar el lugar que le corresponde en ulteriores trabajos de investigación y análisis. La primera puntualización que conviene hacer al respecto es que las burbujas financieras, entendidas como burbujas de crédito, no se circunscriben a los procesos especulativos y a la creación de capital ficticio, sino que efectivamente generan inversión productiva y empleo.
  • Como antecedente para abordar este punto, hemos de mencionar de qué modo concebimos las cosas, a saber: la complejidad del fenómeno de las crisis estriba en que la caída de la tasa de ganancia abre un curso histórico, unas nuevas coordenadas para una etapa del capitalismo donde la rentabilidad - la acumulación - del capital industrial no levanta vuelo y en el que la ganancia ficticia en el mercado financiero se convierte en un sustituto temporal y artificial. Sin embargo, una vez creado y liberado el engendro financiero, éste adquiere una especie de vida propia muy real, esto es, con una capacidad efectiva para comandar la economía real-industrial, la esfera de la producción. Esto plantea entonces una serie de confusiones con los términos: ¿en qué sentido se declara ficticia la ficción financiera? O mejor dicho, ¿en qué sentido la ganancia financiera es ficticia? Y más aún, ¿en qué sentido es una ganancia irreal? ¿O es una ganancia artificial en espera de su generación real, pero efectiva y real al mismo tiempo? O es que ¿Las burbujas de crédito no incentivan la producción de objetos físicos, de riqueza real?
  • Bajo el entendido que “hipertrofia financiera” no significa solamente repartición de una masa de plusvalor dada y en disminución, esto es, un sofisticado juego en el que unos terminan ganando lo que otros pierden, sino que la hipertrofia financiera genera crédito y el crédito impulsa la producción y el crecimiento económico reales (en la esfera de la producción). Tomemos, por ejemplo, un caso actual, el del mercado de bienes raíces, que ha sido el clavo con el que el capitalismo sacó otro clavo, esto es, la nueva burbuja con la que sustituyó la burbuja de la informática de los años 90’s. Se crean toda clase de negocios especulativos: con el crédito inmobiliario fluyendo, se compran y se hacen más casas, sube el precio de las casas y dichos precios sirven a los propietarios de las mismas como aval para endeudarse más o comprar más casas; el resultado es que esto mueve a la economía real puesto que la construcción de casas demanda ladrillos, varillas, cemento, etc., además de requerir de la contratación de albañiles y arquitectos que son consumidores de automóviles, hamburguesas, computadoras, etc. (efecto multiplicador). Todo ello supone un endeudamiento masivo ya que no hay una rentabilidad real que le dé sustento. El absurdo del capitalismo se manifiesta aquí en toda su magnitud ya que la economía real que el capitalismo ha construido es portentosa, son las fuerzas productivas, la maquinaria y la tecnología, los recursos humanos capacitados técnicamente y formados en universidades, esto es, todo lo que el capitalismo logra con su racionalidad y eficiencia productivista, pero que al mismo tiempo requiere para no caer en el letargo - es decir, en la categoría de capacidad ociosa en el caso de la maquinaria y los edificios y en la categoría de desempleo en el caso de los seres humanos - de una retorcida invención financiera: se requiere imprimir papeles, billetes y títulos bursátiles, y fingir que se obtienen ganancias que por el momento no se obtienen y que se espera se obtengan en un momento posterior, para poder echar a andar el proceso productivo. Así, una compañía que en realidad tiene ganancias a la baja puede ver incrementado el valor de sus acciones gracias a que hay mucho dinero ocioso que requiere ser invertido en la bolsa, este dinero proveniente de la bolsa le permite a la compañía tener recursos para jugar en el mercado financiero y también para invertir en su ramo productivo, simulando que no está trabajando con pérdidas. Es más, puede invertir en la compra de acciones de la propia compañía ¡para elevar el valor de las mismas! Algo parecido ocurre con los individuos mientras éstos sean útiles como instrumentos del mundo financiero, esto es, “sujetos de crédito”, con lo que serán cortejados y ensoberbecidos en su capacidad de compra. Queda manifiesta la irracionalidad del capitalismo, el sometimiento de la humanidad a un funcionamiento enajenado de su propia actividad económica, esto es, su sometimiento a un proceso de producción y reproducción social en el que el alfa y el omega no es el sujeto social y sus necesidades, sino el proceso de acumulación de capital. Sucede entonces que el trabajador puede quedar excluido del proceso de producción del que él espera obtener su manutención, por el simple hecho de que dicho proceso de producción puede dejar de ser viable al no responder a las expectativas de ganancia. Esto es, se da el caso de que un joven en perfecto estado de salud y en plenitud de sus capacidades, es obstruido en su intención de operar una máquina para la que fue instruido y a la que se le incorporaron los últimos avances de la tecnología, debido a que dicha actividad no es redituable. Conviene entonces enviar al muchacho a su casa, a drogarse si él prefiere y si eso le ayuda para evadirse de su inutilidad existencial y dejar que la maquinaria se oxide y se pudra imperturbablemente. Pudiera darse el caso de que la sociedad en su conjunto haya producido tal abundancia de bienes que el trabajo de ese joven no sea requerido en la producción de determinado bien de consumo, por lo que podría ocupársele en otro tipo de actividad benéfica para la sociedad y para él mismo, abriendo con ello la posibilidad de contar con tiempo libre no como desocupado, sino como individuo integrado al colectivo social y en posibilidades de desarrollar su propia individualidad. Pero ése no es el caso, dicha abundancia puede ser nociva si afecta el nivel de las ganancias, por lo que resulta conveniente entonces, desde el punto de vista del funcionamiento del capitalismo, despedir a los trabajadores y parar las máquinas. Existe entonces la opción de volver a reanimar el circuito económico fingiendo que se producen ganancias reales y postergando la entrega de resultados contables que en términos de valor sean positivos. Seguramente y en caso de que pudiera alcanzar algún grado de entendimiento sobre este comportamiento, cualquier cavernícola o adorador de ídolos de alguna sociedad del pasado encontraría dicho comportamiento moderno sumamente enigmático e increíble. El caso que se pretende ilustrar es que la capacidad productiva del capitalismo se mantiene siempre intacta, no es un problema técnico lo que le impide desplegar todo su poder, sino un problema social (el mismo ordenamiento capitalista). Las máquinas, los transportes, las carreteras, las telecomunicaciones y los cargueros, acompañados de millones de trabajadores, permanecen siempre a la expectativa de que el mismo capitalismo que los forjó les dé luz verde para desplegar todo su poderío.
  • Con base en lo anterior, es posible sostener que el argumento de Duncan es sencillo y perfectamente creíble: el crédito genera producción y empleo, y las burbujas de crédito generan el ambiente que los economistas llaman “efecto riqueza”, esto es, un escenario de aparente bonanza, pero en el que la producción y el empleo aumentan realmente. Ciertamente, en este punto resulta oportuno rechazar la idea de que la abundancia del crédito es la causa última de la crisis económica capitalista. Pero podríamos aceptar como hipótesis que el crédito ayuda a restituir efectivamente el proceso productivo aunque lo haga sobre una base falsa, esto es, sobre una rentabilidad real no resuelta. En ese sentido, el crédito actuaría al mismo tiempo como causa contrarrestante de la crisis y posteriormente como agravante de esa crisis misma.
  • Como quiera que sea, el proceso de reciclaje de dólares es una realidad y está en el centro del “sistema” monetario-financiero actual, como de hecho lo son las reservas internacionales del banco central chino, que acumulan más de 1 billón de dólares y que tienen como destino principal la compra de títulos financieros estadounidenses. China junto con muchos otros países entre los que se cuentan los exportadores de petróleo, absorben cantidades ingentes de dólares que en buena parte regresan a los EUA a irrigar el mercado financiero. EUA se comporta así como una máquina inyectora de liquidez que deja tras de sí una estela de burbujas de crédito, tanto en los países receptores de dólares como en su propio territorio, puesto que los dólares generan la inflación en los mercados financieros y una derrama de crédito en diferentes sentidos. En contrapartida, la demanda real posibilitada por el crédito restaura flujos comerciales reales. De no ser así, ¿Cómo explicar la sinergia provocada entre las dos locomotoras del mundo, China como gran exportador mundial y EUA como gran importador mundial?
  • Hemos de proponer entonces como línea de investigación propiamente marxista para la comprensión de la hipertrofia financiera, la indagación sobre el peso y significado del proceso de reciclaje de dólares. Desde luego que éste no es el único mecanismo por medio del cual transcurre la financiarización de la economía capitalista. Sin embargo, considerando que se encuentra en el centro del funcionamiento del “sistema” monetario-financiero actual en tanto que “ordenamiento” que ha hecho de la deuda su punto de apoyo fundamental, puede decirse que ha sido insuficientemente retomado por los análisis marxistas, si no es que ignorado completamente. Destaca por ejemplo que no haya sido mencionado siquiera por Robert Brenner en su prolijo y sustentado libro The Boom and the Bubble. The US in the World Economy (London-New York, Verso, 2002). Al no evaluar el engranaje crediticio-financiero a escala internacional propuesto por Duncan, tal pareciera entonces que la inyección de liquidez y la generación de burbujas de créditos fuese un asunto de naturaleza nacional.
  • EUA compra al mundo más de lo que le vende. ¿Cómo se explica eso? ¿Por la mera emisión de papel billete en el que todos confían por inercia o por la fuerza? Pero, y si esos billetes regresan a EUA a comprar bienes reales, ¿no se anula acaso el efecto original de poder comprar riqueza real a cambio de mero papel? En cambio, si esos dólares regresan a comprar otro tipo de papel, un papel de deuda estadounidense que le diga simplemente IOU (I owe you - en inglés “Pagaré”), EUA estará devolviendo otra vez papel a cambio de la riqueza real que adquirió. Este último papel es igual o más comprometedor, pues es un papel de deuda que genera intereses, aunque finalmente EUA puede pagar esa deuda con intereses en dólares, esto es, ¡con más dólares que fácilmente puede seguir imprimiendo! He ahí el dilema actual de la hegemonía del dólar: ¿Hasta qué punto soportará el resto del mundo seguir asimilando deuda estadounidense y hasta qué punto puede el mundo renunciar a esta adicción de la que es cómplice?
  • EUA tiene un déficit comercial y de cuenta corriente que equilibra con un superávit financiero. Dentro de este equilibrio se abonan también las ganancias que sus trasnacionales repatrían, por lo que no se puede decir a secas simplemente que China vende a EUA, ya que una parte importante de esas ventas involucra lo que las trasnacionales estadounidenses venden a sus propias matrices y al mercado en EUA. Por otra parte, el gobierno estadounidense incurre en una permisiva deuda pública financiada también por ese reciclaje de dólares y que, como gobierno, es prerrogativa suya el imprimir y enviar al resto del mundo. La deuda estatal representa demanda real de bienes; basta considerar el gasto militar, el cual no sólo apuntala la política militarista de ese país sino que conlleva una generosa demanda que se esparce por todos los rincones del país: producción de aviones y vehículos de guerra, misiles, pertrechos y municiones de todo tipo, en fin, una amplia variedad de productos cuyas empresas se pueden dar el lujo, inclusive, de trabajar con una política de maximización de costos y que generan empleo y demanda para prácticamente todos los sectores de la economía.
  • Esto último no es más que keynesianismo y keynesianismo en su versión militar, que es el keynesianismo más bondadoso, y si consideramos que la inyección de liquidez es una potestad estatal recurrentemente solicitada para inflar mercados bursátiles decaídos, deberíamos retomar el concepto de keynesianismo bursátil propuesto por Brenner. ¿Dónde quedó entonces el neoliberalismo y el monetarismo?
  • El keynesianismo bursátil, según Robert Brenner. El 20 de septiembre de 1998, el fondo de inversión Long Term Capital Management ( LTCM) admitió ante el gobierno de EE.UU. que estaba en situación de insolvencia. Fue la coyuntura en que la Reserva Federal intervino, junto con un consorcio de bancos, para organizar el rescate de 3.6 mmdd. La Reserva Federal realizó sus famosos tres recortes sucesivos de tasas de interés con el objetivo inmediato de contrarrestar el peligro de colapso de los mercados financieros, así como revivir los precios de las acciones. De acuerdo con Brenner, dichos recortes marcaron un punto de quiebre no tanto por la reducción en el costo del endeudamiento, sino porque envió una fuerte señal positiva a los inversionistas en el sentido de que el gobierno respaldaba el aumento de los precios de las acciones con objeto de estabilizar a la economía nacional e internacional. Se confirmaba así que Alan Greenspan no quería que los precios de las acciones cayeran demasiado, debido a que estaba conciente acerca de cuán dependiente era la expansión económica respecto del consumo y del mercado accionario y porque, en realidad, tenía pocas opciones: la base principal de la expansión de EE.UU., la recuperación de la rentabilidad de la manufactura, estaba bajo el impacto del ascenso del dólar y la contracción de gran parte del resto del mundo sin que ninguna economía estuviera en posición de relevar a la economía estadounidense del rol de locomotora mundial. (1)
    A esta oportuna manipulación del mercado, Brenner la califica como el “keynesianismo bursátil” que permitió sustituir con una nueva forma de estímulo en la demanda - aumento de la deuda privada, tanto corporativa como del consumidor - al viejo estilo keynesiano basado en el déficit público. En la versión de Greenspan del keynesianismo, la demanda fue estimulada a través del aumento de la deuda privada, tanto de las corporaciones y las familias, alentadas por una creciente riqueza teórica representada por el engrosado valor de sus acciones. Al tomar el cargo, la administración Clinton dio un giro decisivo hacia el equilibrio fiscal y, en cierto modo, completó el cambio hacia la austeridad monetarista iniciada más de una década anterior, al mismo tiempo que descartaba al “keynesianismo tradicional” después de haber sido el principal antídoto a la tendencia contraccionista declarada a finales de los sesenta e inicios de los setenta. Para 1997-1998, la campaña para equilibrar el presupuesto redujo el déficit a cero y dejó al gobierno con la única alternativa de forzar el ascenso del mercado bursátil a fin de estimular la demanda de inversiones y el consumo y, por lo tanto, contrarrestar el declive de la competitividad industrial, las exportaciones y la rentabilidad. (2)
    No obstante que ya desde 1996 había encendido las alarmas en razón de la “exuberancia irracional” de los mercados financieros, Greenspan no hizo nada por controlar la burbuja e incluso la impulsó aplaudiendo el incremento de la liquidez ocasionada por el flujo de dinero externo y por la reducción en las tasas de interés en lugar de elevar el costo del endeudamiento (como no lo hizo entre 1995 y mediados de 1999). Entre 1990 y 1993, la Reserva Federal redujo las tasas de interés a cero con objeto de rescatar a las endeudadas corporaciones y bancos con problemas financieros, abriendo el camino para una masiva expansión de la liquidez. Dado que las oportunidades de ganancia en la economía real eran aún relativamente limitadas, el dinero barato se dirigió al mercado bursátil catalizando una gran escalada de los precios de las acciones en esos años. Aún así, para finales de 1995 los precios de las acciones no se despegaban del crecimiento en las ganancias de las corporaciones. Entre 1995 y 1999, la oferta de dinero sextuplicó la tasa de crecimiento que tuvo entre 1990 y 1994, abriendo el camino para una gigantesca oleada de especulación y las más descaradas manipulaciones financieras (3). Las corporaciones de EE.UU. rápidamente explotaron el dinero fácil que Greenspan les ponía, y entre 1995 y 2000 incrementaron su endeudamiento a niveles récord como porcentaje del PIB, tanto para financiar nuevas plantas y equipo, como para comprar sus propias acciones con objeto de acrecentar el valor de las mismas, recogiendo los beneficios de la revaluación sin precedentes de sus activos que estaba resultando de la susodicha operación. Las adquisiciones y fusiones de empresas tuvieron por objeto deslumbrar a los mercados financieros con el tamaño y el crecimiento, en lugar de hacerlo con las ganancias. De esta forma se impactaba en el precio de las acciones y por lo tanto se encontraba el financiamiento requerido para crecer más. Con los valores teóricos de sus activos inflados mucho más allá del valor real subyacente posible, las corporaciones encontraron que el crecimiento podía retroalimentarse a partir de los vastos recursos alternativos de fondos baratos, emitiendo más acciones sobrevaluadas y manteniendo el acceso a ofertas inagotables de crédito, valiéndose del valor inflado de sus activos como referencia. Tal es la razón por la que si las condiciones que posibilitaron la expansión continua de la burbuja fueron alimentadas por la Reserva Federal, los precios de las acciones fueron impulsadas directa y concientemente por las corporaciones. Además, con el dólar al alza, los precios de las acciones inmediatamente subieron en valor en términos internacionales, lo que atrajo más inversión, repercutiendo también en el ascenso de las acciones. Todo esto contribuyó indudablemente al aceleramiento y ampliación de las inversiones, sobre todo en el ramo de las telecomunicaciones y tecnologías de la información a pesar de registrar ganancias en descenso. (4)
  • Finalmente, no podemos más que coincidir con aquellos que sugieren que un abordaje amplio y profundo de estos asuntos amerita un contraste riguroso entre el marxismo y el monetarismo. Sin embargo, este compromiso sólo puede solventarse a largo plazo.
Nilton

(1) Greenspan no reconoció, por supuesto, que las reducciones en las tasas de interés estaban diseñadas para afectar los precios de las acciones, pero no fue necesario recordar a los inversionistas que esta intervención no era la primera para rescatar a los banqueros y las corporaciones. En octubre de 1987, el gobierno intervino para contrarrestar el crash del mercado accionario, y entre 1990 y 1992 a cero redujo los intereses a corto plazo para rescatar a los bancos y corporaciones con problemas financieros, así como se hizo durante la crisis de deuda latinoamericana en 1982 y la crisis mexicana de 1994-95 (Brenner, R. "The Boom and the Bubble", op. cit p. 22)

(2) Ibidem, p. 20.

(3) Entre 1989 y 1994, el crecimiento anual de la oferta monetaria promedió sólo 1.3% (1.7% en 1994). Pero gracias a la transformación de las condiciones financieras que tuvieron lugar en 1995, incluida la reducción de las tasas a corto plazo en ese año, la oferta monetaria subió a 6.1% y continuó acelerándose por el resto de la década, promediando 8.6% entre 1994 y la primera mitad de 2000 (_Ibidem, _p.144).

(4) Por ello fue que aún sin justificarse en razón de su rentabilidad, las compañías de telecomunicaciones envolvieron al país con 39 millones de millas de líneas de fibra óptica suficientes para darle la vuelta al mundo 1,566 veces. Ello gracias a que las empresas pudieron endeudarse sin límite. Entre 1996 y 2000, las firmas de telecomunicaciones tomaron 800 mmdd en deudas con bancos y emitieron 450 mmdd adicionales en bonos. Sobre estas bases pudieron incrementar su inversión durante este período (Brenner, R. "Towards the Precipice", London Review of Books, vol. 25, no. 3, 6 de febrero, 2003 lrb.co.uk ).