Introducción

Crisis Capitalista, Financiarización y Comunismo en el Siglo XXI

¿Qué significa y qué sentido tiene ser comunista en la época actual? ¿Acaso no fue suficiente el descalabro del “socialismo realmente existente” para disuadir a cualquier sujeto medianamente razonable de renunciar a abrazar una causa comprobadamente perdida? Y para redondear: el actual resurgimiento del ideal socialista que corre por cuenta de personajes como Hugo Chávez pareciera darle la razón a este cuestionamiento: ¿acaso no es este, precisamente, el resurgimiento de aquello que dio al traste con el ideal socialista y con el que éste quedó fatalmente vinculado, esto es, la dictadura de un partido y la estatización de la economía?

Frente a esto, la plataforma política propiamente comunista tiene como punto de partida elemental la identificación de lo que es el capitalismo, la exposición de su funcionamiento y de la necesidad histórica de su destrucción. El presente número de Comunismo aborda aspectos esenciales para la explicación de la situación económica del capitalismo contemporáneo, retomando los fundamentos mismos de la teoría marxista de las crisis capitalistas. Se trata, evidentemente, de un número centrado en la “economía” pero, como no podía ser de otra forma, cargado de implicaciones político-programáticas.

Al considerar de nuevo el cuestionamiento formulado inicialmente - y con el cual simplemente intentamos traducir en una fórmula breve lo que la ideología burguesa le restriega cotidianamente en la cara a quienes ha convertido en meros objetos de su dominio, a los proletarios - habría que responder que son, justamente, las contradicciones y la crisis del sistema capitalista lo que replantea de manera constante tanto la necesidad de reflexionar sobre el origen de la problemática en que se debate la sociedad actual, cuanto la vigencia del movimiento que pugna por su superación histórica. El comunismo es no sólo un engendro indeseado del capitalismo, una criatura social antagonista que acompaña todo su recorrido histórico tanto bajo el aspecto de una fuerza real cuanto bajo el de un nuevo orden potencial de la sociedad unidos al propio desarrollo del capital, y que es cotidianamente creada y destruida al reclutar obreros y socializarlos en función de un aparato productivo colectivo y planetario, sino que las crisis recurrentes y cada vez más profundas del circuito internacional de reproducción de capital, originadas en la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, tienen su raíz en una paradoja que representa un hito civilizatorio: cuanto más se desarrolla el potencial productivo para generar riqueza material y su despliegue depende cada vez menos del esfuerzo y de la fatiga humanos, brindando la posibilidad técnica y objetiva de un mayor disfrute y certidumbre de la existencia humana, mayores son las presiones para transformar este potencial en una fuerza de dominio, desempleo masivo, superexplotación, crisis económicas y sociales y guerras.

Los artículos “Financiarización” y “Reproducción Ampliada, Acumulación y Crisis del Capital” abordan la conceptualización de la crisis específicamente capitalista ocasionada por la caída de la tasa de ganancia en la esfera de la producción, contrastando con la explicación keynesiano-reformista que reduce la causa originaria de las crisis a un mero desajuste entre oferta y demanda que bien puede corregirse con cambios en la política económica. El proceso de financiarización se registra como consecuencia de las contradicciones emanadas de la esfera productiva, justo en el momento en que la sobreacumulación entra en escena atrofiando el incentivo para la inversión productiva y poniendo en juego dinámicas monetario-financieras cuyo sentido es suplir las dificultades de la acumulación de capital con ganancias provenientes de movimientos especulativos y de una acumulación ficticia basada en el crecimiento de la deuda. Nuevamente, el fenómeno atiende a causas intrínsecas al capitalismo y no a la gestión de una determinada política económica (como el llamado neoliberalismo). Con esto pierde piso, reiterémoslo, la perspectiva de la socialdemocracia (o izquierda moderada o “realista”), haciéndose manifiesto que su pretensión de corregir el rumbo del capitalismo sin afectar las bases de su funcionamiento sitúa a sus voceros en los linderos del oportunismo (naturalmente, esta es la más benigna de las hipótesis, porque lo que suele ocurrir es precisamente lo contrario, es decir, que el oportunismo constituye el camino más directo y expedito hacia la socialdemocracia) y, muy frecuentemente, cuando las circunstancias políticas le son particularmente propicias para entronizarse en el poder, a aplicar la ortodoxia capitalista en el sentido de maximizar la explotación de los trabajadores. Poco cambia esto que la socialdemocracia intente congraciarse con los trabajadores que la han conducido al poder concediéndoles a cambio algunas migajas que, por lo general, palidecen en cuantía y significado frente a las concesiones permitidas por los “gobiernos de derecha” durante la fase alcista del ciclo económico.

La inclusión del artículo “China: un Boom con Pies de Arcilla” resulta obligada en virtud del peso económico y el protagonismo adquirido por esta nación en el circuito imperialista mundial. Los motivos para la traducción de este texto - que, al igual que en el caso de los dos artículos anteriormente referidos, data de varios años atrás - obedecen, en primer lugar, al propósito de dar a conocer los planteamientos teóricos del BIPR, una corriente prácticamente desconocida en el ámbito latinoamericano y cuya contribución es indispensable para contrarrestar los efectos nefastos del estalinismo, la socialdemocracia y el nacionalismo populista en la región. Por otra parte, la publicación extemporánea del citado artículo resulta en más de un modo provechosa para nuestros seguidores en lengua castellana gracias a que la lectura a que es sometida la situación china por su autor constituye un ejemplo de la aplicación eficaz del método crítico marxista. Sus conclusiones, en efecto, han pasado sobradamente la prueba de los años y dejan patente que si bien es cierto que la economía china ha prolongado su crecimiento explosivo por más tiempo del esperado, éste se inscribe en un período histórico marcado por la financiarización, esto es, por un capitalismo gobernado por el endeudamiento y la especulación financiera que no tardará en pasar su cuenta de cobro a todo el mundo, incluida la propia China.

Esto último nos permite, además, dirigir baterías contra otra de las corrientes con presencia en distintos puntos de la región, el trotskismo en todas sus variantes y exégesis. Sin dejar de reconocer, en algunos casos al menos, el mérito de mantener a contracorriente el objetivo comunista, no podemos soslayar la responsabilidad de denunciar la inconsecuencia y la nocividad política de una orientación general que avala al denominado “Estado obrero deformado chino” y llama incluso ¡a su defensa militar! Por nuestra parte, lo menos que podemos hacer es patentizar este engaño peligroso e insostenible, habida cuenta de que los hechos evidencian que China no es más que un eslabón de la economía capitalista global y sus gobernantes, en complicidad con los empresarios locales y extranjeros, están abocados a explotar en grado sumo a los trabajadores de ese país, sin dejar de jugar, al mismo tiempo - como, por lo demás, es propio de toda potencia imperialista - , sus propias cartas político-militares en el tablero geopolítico mundial. Así, pues, las tareas que debe acometer el proletariado chino para remontar esta situación no difieren en sustancia de las que el proletariado de los demás Estados capitalistas tendrá que asumir a la hora de conquistar su emancipación definitiva, y debería contar para ello, en calidad de aliados potenciales, con los proletarios estadounidenses y del resto del mundo.

Para finalizar esta introducción retomaremos las preguntas que la encabezan y, más específicamente, aquella que tiene que ver con las señas de identidad de un comunista. Subrayamos que éstas provienen menos de la grandeza de un ideal - terreno en el que otras doctrinas y movimientos socioculturales de todo tipo, desde el cristianismo y el budismo hasta el humanismo, han antecedido al comunismo y probablemente comparten rasgos comunes con él, encontrando en todas ellas postulados encomiables y acciones a favor de una sociedad más justa y armónica - , que de la relación íntima e histórica que mantiene con el movimiento de clase que encarna la negación radical de la totalidad del orden existente y con la comprensión precisa y objetiva de lo que deber ser destruido y superado. Esto último no tiene otro nombre que la acumulación de capital. Nunca podrá insistirse suficientemente, aún a riesgo de ser acusados de obsesivos y limitados, de que el comunismo tiene como punto de partida elemental la liberación “económica”, la recuperación completa e indelegable del producto social total por y para la humanidad, lo cual equivale a la superación del orden social vigente. De esta suerte, el proceso de producción mediante el cual los individuos se asocian y determinan las condiciones de su reproducción material como colectivo social dejarán de estar subordinadas a la valorización del valor. El comunismo comienza a partir del momento en que el ser humano y sus necesidades son situados en el centro del proceso de producción y distribución social. En este aspecto no puede haber concesión alguna, ni espacio para la confusión y la ambigüedad. Se puede entender entonces claramente que ni Chávez, ni Lula, ni Evo Morales, han avanzado un centímetro en dicha dirección. En el caso mexicano, la organización que abierta y públicamente se ha manifestado por una identidad anti-capitalista - no obstante su vinculación con el nacionalismo cardenista y el PRD en años anteriores - , así como la más importante por el número de sus seguidores - no obstante ser minoritaria en términos de representación social y política respecto al lopezobradorismo - , es La Otra Campaña, liderada por el EZLN y, en especial, por su vocero, el sub-comandante Marcos. Sin embargo, tampoco el irredentismo indigenista ni la evocación de la honestidad y el enaltecimiento ético, son suficientes para sentar las bases de un programa comunista a escala mundial. No bastará que los presuntos voceros de un nuevo orden social toquen sus trompetas como Josué y sus sacerdotes ante las murallas de Jericó para que caigan. Este último hecho guarda relación, insistimos, con la comprensión del origen real de las calamidades modernas y no sólo con sus efectos, como lo entienden aquellos que han hecho de la “globalización” la nueva caja de Pandora explicativa de la estela de desgracias que deja el capitalismo en su recorrido, y éste no es otro sino el principio de la acumulación de capital que gobierna cada movimiento de la economía moderna.

La Redacción