1° de Mayo en México - Nacionalismo petrolero o internacionalismo proletario

Mientras que en el año 2003 el gobierno de Estados Unidos emprendió una costosa invasión militar para apoderarse del petróleo iraquí y ofrecérselo a compañías petroleras como Halliburton, para apoderarse del petróleo mexicano, en cambio, el gobierno de EUA simplemente requirió asegurarse que el PAN se mantuviera en el poder mediante el fraude electoral de 2006. Es por ello que, en 2008, el gobierno calderonista se ha visto precisado a cumplir con la tarea que le fue asignada, culminando el proceso de privatización de PEMEX iniciado en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. La falsedad de la reforma energética planteada por Felipe Calderón, en el sentido de que no se trata de una privatización, queda totalmente desmentida por el hecho que la privatización de PEMEX ha sido avanzada y seguirá avanzando mediante el contratismo con empresas privadas a través del cual se conceden a éstas diversas actividades relacionadas con todas las fases de la producción, procesamiento y distribución del energético (exploración, perforación, refinación, petroquímica, transporte, ductos y almacenamiento). Ya desde la severa crisis de 1994-1995, el gobierno de Zedillo recibió un paquete de rescate financiero de 50 mil millones de dólares a cambio del cual se ofreció al gobierno estadounidense las cuentas por cobrar derivadas de las exportaciones petroleras como garantía de los créditos negociados por México; a partir de ahí, tomó impulso el proceso deliberado de descapitalización de PEMEX con objeto de arruinar la empresa y justificar su privatización. La privatización de PEMEX representa la extranjerización del petróleo mexicano ya que los mejores postores están en una larga lista de compañías extranjeras, entre las que destacan Halliburton, Shell, Chevron, Exxon-Mobil, tentáculos del imperialismo estadounidense y británico, e incluso empresas como Repsol, representante del enano imperialismo español agigantado en sus antiguas colonias latinoamericanas.

En contraparte, el movimiento erigido en torno a la figura de López Obrador se coloca en la línea del nacionalismo petrolero emergente en diversas latitudes del mundo, como en Rusia, Arabia, Irán y en América Latina, particularmente en la Venezuela de Chávez (de hecho, el 80% de las reservas globales de petróleo se encuentran bajo posesión de empresas estatales). Un nacionalismo cuyo propósito es ampliar y mantener el control estatal de la producción y de los ingresos de dinero cada vez más abundantes generados por la venta de un producto cada vez más escaso. Unos abundantes recursos económicos a partir de los cuales, se dice, es posible impulsar el crecimiento nacional en lugar de engrosar las ganancias privadas de compañías extranjeras. Como bandera del movimiento en defensa de PEMEX y la soberanía estatal sobre el petróleo, el Frente Amplio Progresista (FAP) impulsa el nacionalismo y la consigna de que el petróleo es de "todos los mexicanos".

Los trabajadores mexicanos deben aclarar su conciencia frente a estos acontecimientos. En primer lugar, el petróleo nunca ha sido de "todos los mexicanos". El capitalismo es una sociedad de clases sociales, de explotadores y explotados, en la que los productores de la riqueza, los trabajadores, no son los beneficiarios de la riqueza que ellos producen, sino los propietarios de los medios de producción (de las fábricas y las máquinas), esto es, los capitalistas y los burócratas de alto nivel en el gobierno. De no ser así, como se explicaría entonces que siendo el petróleo propiedad de "todos los mexicanos", las mismas cifras oficiales revelan que de los 105 millones de mexicanos, 50% vive en la pobreza y 15% en extrema pobreza (viven con un dólar o menos al día), y que los niveles de desempleo y bajos salarios han convertido a México en el primer expulsor de personas en busca de empleo en el mundo (según el Banco Mundial).

Por otra parte, se nos quiere convencer que el movimiento de AMLO es la única alternativa para detener a la derecha y, al mismo tiempo, impulsar un proyecto nacional de desarrollo que permita crear empleos, mejores salarios y proporcionar educación y salud para las mayorías de la población. Sobre esto los trabajadores deben tener claro lo siguiente:

  • el capitalismo es un sistema mundial cuya ley es la competencia de todos contra todos, la cual es llevada incluso al nivel de guerras mundiales entre países que se disputan el control de mercados y materias primas,
  • en el capitalismo son inevitables las crisis económicas (ocasionadas por la caída de la tasa media de ganancia) que generan desempleo, bajos salarios y hambre por el hecho absurdo de que llegado el momento de sobreproducción, los capitalistas prefieren dejar de invertir o invierten en la bolsa de valores,
  • el capitalismo es gobernado por una sed insaciable de ganancias generadas a costa de la salud de los trabajadores y de la destrucción implacable de la naturaleza,
  • en el capitalismo las crisis, las guerras y la destrucción de la naturaleza afectan a todos los países,
  • los proletarios no pueden, por tanto, ilusionarse creyendo que podrán salvarse de las calamidades del capitalismo gracias a las ventajas logradas por su país; tarde o temprano, en uno u otro grado, y como ha quedado claramente constatado, los niveles de vida y los salarios han sido rebajados en todo el mundo, incluidos los países del Primer Mundo, ya que las empresas tienen a su favor la posibilidad de trasladar sus inversiones al Tercer Mundo, donde pagan menores salarios,

El nacionalismo no es más que una vía para someter a los trabajadores a las burguesías de cada país, haciendo pasar como "intereses de la nación" mayores sacrificios salariales e, incluso, llegado el momento, el alistamiento para la guerra. Funcionarios de uno de los organismos emblemáticos del capitalismo - FMI - han alertado ya sobre la posibilidad de que la actual crisis financiera se convierta en la crisis más severa desde la Gran Depresión de 1929. En realidad, esta crisis recrudecerá los efectos del largo estadio de crisis capitalista iniciado en la década de los setenta del siglo pasado. El internacionalismo proletario enseña que los trabajadores del mundo tienen el interés común por derrocar al capitalismo e imponer un sistema económico en el que el sentido de la producción social sea la satisfacción de las necesidades de la población, sin necesidad de competencia, crisis ni guerras mundiales.

Todo esto podría parecer muy abstracto o doctrinario en relación a los sucesos políticos que presenciamos en estos momentos en México, pero en realidad no lo es. Por el contrario, no hay nada más fantasioso que la creencia de que es posible crear un capitalismo (neoliberal o estatista) "bueno" o "con rostro humano". Someterse al liderazgo político de AMLO es abandonar la lucha clasista e independiente que el proletariado y las masas pobres de México han iniciado ya y requieren impulsar y unificar. AMLO dirige un movimiento que ha hecho caso omiso o ha sido cómplice de la violenta represión política y la militarización del país. ¿Dónde han estado el PRD, AMLO y ahora el FAP y la Resistencia Civil Pacífica en la abierta lucha de clases de Oaxaca, en la militarización de Chiapas y Cananea, Sonora, en el combate de los trabajadores de la Siderúrgica Lázaro-Cárdenas en Michoacán, en la salvaje represión contra los pobladores de Atenco, en el acoso a las protestas sociales en Guerrero, y en las movilizaciones contra la Ley del ISSSTE? No nos engañemos: AMLO promovió al expriísta Sabines para encabezar al actual gobierno de paramilitares en Chiapas; ignoró Oaxaca y, más aún, los burócratas del PRD se han hecho cómplices del gobierno de Ulises Ruiz, como cómplices fueron también de la represión en Atenco; en Michoacán, fue un gobernador perredista el que respaldo el ingreso de las tropas que pretendieron acallar la huelga y asesinaron obreros en la Siderúrgica Lázaro-Cárdenas; y la Resistencia Civil Pacífica pareciera no tener otra perspectiva más que la de obedecer las indicaciones de su caudillo, el mismo que moviliza y desmoviliza a sus huestes de acuerdo con su voluntad.

Los trabajadores están obligados a resistir frente al proceso de privatización, porque en ello están en juego sus condiciones de trabajo y su empleo. Al mismo tiempo, enfrentan el siguiente dilema: someterse a los designios de AMLO o pugnar por independizar esta lucha de los partidos políticos burgueses, incluidos el PRD y el FAP por supuesto, para encauzarla hacia la unidad con la lucha de otros trabajadores, como los mineros y la lucha contra la Ley del ISSSTE. Tras años y décadas de lucha "democrática y pacífica", la burguesía ha impuesto todo lo que ha querido, la izquierda electoral ha mediatizado las luchas sociales a través de las elecciones y la obtención de curules que sólo han servido para engordar a los burócratas de partido, y los trabajadores carecen de una organización y una plataforma política propia. Los trabajadores mexicanos están obligados a sacar enseñanzas de la historia. Comparada la situación actual con la de 1910, ciertamente el gobierno del PAN se asemeja a Porfirio Díaz y su régimen, y frente a éstos, AMLO se asemeja al Madero burgués y reformista, el mismo que en cuanto estuvo en el poder desconoció la lucha de los campesinos dirigidos por Zapata y Villa. Más adelante, en 1938 Lázaro Cárdenas expropió el petróleo, fundó PEMEX e impulsó, ciertamente, el desarrollo económico del país una vez que la economía mundial dio aliento para que ello fuera así, pero los trabajadores mexicanos pagaron caro su nacionalismo: terminaron sometiéndose a una central obrera aliada con el presidente, la CTM de Fidel Velásquez, que a la postre se convertiría en el principal capataz y asesino de los obreros mexicanos. En estos momentos, los trabajadores no pueden darse el lujo de olvidar las experiencias del pasado, tampoco pueden esperar religiosamente a un que un individuo carismático resuelva lo que sólo puede lograr la clase obrera: la defensa de sus condiciones inmediatas de vida, misma que sólo se resolverá con la destrucción del capitalismo y la socialización de la riqueza.