El proletariado en Egipto entre la espada y el cuchillo de la burguesía

Lo que está sucediendo en Egipto es una dramática expresión de la profunda desorientación política del proletariado en el mundo, así como una de las peores crisis en la historia del capitalismo.

El deterioro de las condiciones materiales del proletariado y de las masas desfavorecidas fue uno de los principales factores en la victoria electoral de los Hermanos Musulmanes el año pasado. Con enormes recursos financieros de un sector de la burguesía egipcia, así como de algunos Estados petroleros árabes, con Qatar en particular, han mantenido siempre una especie de "caridad" de micro-beneficencia que, por supuesto, no puede eliminar la miseria de los millones de proletarios, incluso si suavizara sus formas más extremas por un corto tiempo. Una vez en el gobierno, era obvio que no podían cumplir con las promesas de una mayor "justicia social" generosamente repartidas durante la campaña electoral: la ideología reaccionaria de la Hermandad Musulmana, el programa del partido de la "Libertad y Justicia" —la expresión política de la "Hermandad"— es decir, de una fracción de la burguesía, excluía esa posibilidad desde el principio. Pero incluso si la "Hermandad" hubiese querido tomar algunas medidas económicas en favor de las clases más bajas, habría tenido que lidiar con la crisis económica, como de hecho ha sucedido. Sin embargo, la "Hermandad" nunca pensó en lanzar medidas de política económica que fuesen diferentes a las aplicadas habitualmente, definidas — de manera inexacta — como neoliberales.

Contra los trabajadores, contra la clase obrera, el gobierno de Morsi se ha ceñido a la misma ruta que los gobiernos que le precedieron. En Egipto, como en cualquier otra parte del mundo, el piqueteo de la crisis significa que la burguesía no puede hacer otra cosa que atacar las condiciones de vida del proletariado. A esto hay que añadir las medidas previsibles de todo régimen que enarbole la bandera del oscurantismo religioso con respecto a los llamados "derechos civiles", la cultura, las mujeres, que han enfurecido a la parte secular de la llamada sociedad civil. El 3 de julio el ejército, que controla el 40% de la economía egipcia, frente a las crecientes protestas y la incapacidad de Morsi para controlar las calles, depuso lo que —en términos burgueses— era un gobierno “legítimamente electo”, lo cual es constatación de que, si fuese necesario, la democracia acuñada a su estilo es un lujo que la clase media no siempre puede permitirse y que alegremente abandonará cuando le convenga. Era obvio, sin embargo, que la facción burguesa que fue víctima del golpe de Estado no iba simplemente a ponerse de pie y mirar, sino que ahora ha abierto escenarios impredecibles.

En esta batalla entre las facciones rivales de la clase dominante, el proletariado y los estratos sociales semejantes están pagando y pagarán el más alto costo. Una parte del proletariado ha salido a las calles del Cairo y otras ciudades tal como otra parte lo había hecho antes en la lucha contra Morsi. En ambos casos, la determinación, el coraje y el baño de sangre han sido y van a ser utilizados por la burguesía, especialmente por el gobierno “secular- tecnocrático” establecido de manera provisional y apoyado por el ejército y por los fanáticos oscurantistas de la Hermandad Musulmana.

La clase trabajadora de Egipto, comenzando desde las "ciudadelas" en el Delta del Nilo, nos ha dado maravillosos ejemplos de combate en el frente de la lucha de clases. Ha contribuido de manera decisiva a hacer temblar regímenes que parecían inamovibles, pero no ha sido capaz de romper con el poder de la "izquierda" burguesa —el estalinismo y sus residuos— o del reformismo, incluyendo a su versión remozada del reformismo radical: cuando una gran parte del proletariado ha dejado de seguir las ilusiones reformistas seculares su ira social ha sido utilizada por el opio del fundamentalismo religioso. Su ira se ha desviado hacia el terreno de una batalla inter-burguesa, pero en este terreno la clase sólo puede actuar como carne de cañón en apoyo de los intereses que no sólo le son ajenos, sin que, en los hechos, le son opuestos.

Es una situación trágica pero nada sorpresiva: en Egipto, y no sólo ahí, la clase obrera no cuenta con un programa distinto al estado actual de las cosas, no cuenta con una organización que pueda atraer y encauzar a través de una perspectiva coherente el enorme potencial de energía social que la propia clase expresa. En esencia no cuenta con un partido revolucionario.

Lo que Egipto muestra es que la tarea de desarrollar las fuerzas revolucionarias hoy todavía débiles es algo mucho más que urgente. Sin ello, el proletariado más decidido y avanzado quedará sin un punto de referencia político fuerte. O el proletariado comienza a crear un partido revolucionario, herramienta política indispensable para la lucha de clases, o se dirige a continuar siendo trágicamente atrapado entre la espada y el cuchillo de la burguesía.

Tendencia Comunista Internacionalista, 16 de agosto de 2013

(1) Traducido de la versión en inglés.El título ha sido modificado levemente bajo el criterio de que, el dicho en castellano "entre la espada y la pared", o el más literal del inglés "entre el martillo y el yunque", no expresan con toda justeza la situación en la que se encuentra la clase obrera, pues no se encuentra enfrentada únicamente a una facción de la burguesía, sino a varias, las cuales bien pueden ser representadas por la espada y el cuchillo. La expresión ha sido utilizada por un camarada simpatizante de la TCI. En opinión del traductor que escribe estas líneas, esa expresión describe mucho mejor la necesidad de que el proletariado rechace las opciones que representa la burguesía.La versión original puede leerse en: leftcom.org del traductor)

Tuesday, September 10, 2013