Cuba: La verdadera lucha contra la represión estatal comienza con la autoorganización obrera

Acontecimientos políticos en Cuba desde las protestas del 11 de julio

Actualmente, el clima político y social dentro de Cuba es bien sombrío. El 11 de julio de este año, se dieron turbulentas protestas contra el gobierno, en que este último empleó todo su músculo represivo y, en momento pura desesperación, emitió un llamado a sus propios partidarios mediante la radio y la televisión nacionales pidiéndoles que se sumaran a sus matones armados en las calles para golpear a los manifestantes y llevarlos a la cárcel. Inmediatamente después de esta revuelta histórica, cuya escala e intensidad provocó terror en la clase dominante y expuso los límites del aparato de seguridad del régimen, los activistas de mentalidad liberal en la isla han planeado otra acción de masas; esta vez una marcha pacífica, de estilo más formal y con un conjunto de demandas más cohesivo.

La antedicha marcha, que está prevista para el 15 de noviembre de este año, es a favor de la "Plataforma Archipiélago", así llamada por el grupo privado de Facebook donde se elaboró inicialmente. Esta plataforma tiene como objetivos declarados la liberación de los presos políticos, en particular los detenidos el 11 de julio, los derechos democráticos básicos y las elecciones multipartidistas. En otras palabras, es una marcha por el capitalismo liberal. Mientras tanto, el rostro público de la protesta, Yunior García Aguilera, un joven dramaturgo liberal, ha sido calumniado en los medios estatales como terrorista y agente del imperialismo estadounidense. Esta es una táctica casi rutinaria para la clase dominante en Cuba, que ha ido desempeñando similar campaña de desprestigio contra los manifestantes del 11 de julio, tildándoles como mercenarios o idiotas útiles de las mismas entidades extranjeras para justificar retroactivamente la violencia que se está llevando a cabo contra ellos en el nombre de una supuesta "paz social" que significa el hambre para la mayoría.

Oficialmente, el gobierno ha negado el permiso para la protesta, y funcionarios estatales en todos los niveles, desde el presidente Miguel Díaz-Canel hasta los fiscales generales de La Habana y la República, han dejado muy clara su posición de que quien marche se enfrentará a toda la brutalidad del aparato de seguridad del Estado y, si acaso sobreviven el encuentro, serán posteriormente acusados ​​de graves delitos penales y políticos. El Estado está haciendo todo lo posible para generar un clima de miedo y desconfianza entre los explotados con el objetivo de disuadirlos de emprender cualquier tipo de acción organizada. Están tratando de lograrlo movilizando a las fuerzas de seguridad en todo el país hacia algunos "puntos calientes" sensibles, incluso transportándolos en autobuses o vehículos militares desde las provincias más orientales a la capital, un importante punto caliente en la revuelta del 11 de julio y el lugar donde también reside aproximadamente el 20% de la población de la isla. El gobierno también ha delegado a sus partidarios habituales, es decir, no simplemente a los más involucrados en las organizaciones del régimen, para que sirvan como sus informantes y gendarmes en la marcha programada para el 15 de noviembre y cualquier acción masiva contra el régimen en el futuro.

En grandes ciudades como La Habana y otros sitios de importantes enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad del Estado el 11 de julio, la tensión social es palpablemente densa. Allí, policías y agentes del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) bien alimentados patrullan las calles completamente equipados y listos para reprimir a una población desarmada de personas en su mayoría hambrientas. Para colmo, el estado también ha ordenado a sus partidarios llevar a cabo ejercicios estilo militar, en público, en los que se practica golpear a alguien con una tubería de metal u otro objeto contundente. Evidentemente, los gobernantes pretenden que estos ejercicios sirvan, no solo de preparación para los partidarios del régimen, que estarán presentes en las protestas para apoyar a las fuerzas de seguridad del Estado, sino también como una táctica de terror diseñada para inspirar miedo en los explotados, cuyas condiciones de vida de lo contrario los llevaría a rebelarse contra el estado.

El mito del "socialismo" cubano y la falsa alternativa del capitalismo liberal

El actual régimen en Cuba es el producto de un golpe militar con apoyo limitado de sectores del campesinado y del capital cubano, no una revolución liderara por los trabajadores; por tanto, hablar de "socialismo" en Cuba es un disparate absoluto. Más bien, en Cuba como en todos los demás países, incluidos entre estos los que se autodenominan "socialistas", todas las características básicas del capitalismo (trabajo asalariado, precios, dinero, mercancías, acumulación de capital) existen completamente intactas. La ironía de esta situación no pasa desapercibida por la mayoría de los trabajadores en Cuba. De hecho, los explotados en Cuba entienden, en algún nivel, por abstracto o superficial que sea, que las dificultades y el hambre que pasan a diario son el resultado de una economía presidida por un subconjunto de la sociedad que, siendo capitalista en todo menos título formal, justifica sus privilegios y posición social en nombre de los mismos trabajadores que despiadadamente explota.

Dada las condiciones de vida para la mayoría de los habitantes en la isla, sin mencionar la manera en que el gobierno cubano ha desacreditado las auténticas ideas del socialismo, descaradamente transformando sus ideas de una herramienta para la autoemancipación obrera en una ideología que racionaliza la autoridad infalible del Partido "Comunista" Cubano, no es difícil comprender por qué tantos trabajadores en la isla estarían dispuesto a participar en una marcha, como la que está programada para el 15 de noviembre de este año, para exigirle al gobierno actual libertades básicas. Sin embargo, si algo ha demostrado con certeza la historia de todos los llamados movimientos "prodemocracia" es que las garantías que brindan los regímenes liberales, que muchos ingenuamente llaman "libertades" y "derechos democráticos", son fundamentalmente temporales y contingentes. Es decir, serán rescindidos sin previo aviso cuando la necesidad lo exija, como inevitablemente siempre lo hace.

Además, una transición del modelo capitalista-estatal que ha predominado en Cuba desde principios de los años ’60 hacia una economía más "liberalizada", lo que significaría que el sector privado constituirá la mayoría de la economía, en vez del aproximadamente 25 por ciento que representa este actualmente, no hará nada para mejorar las condiciones de vida de la población obrera de la isla. El capitalismo obliga a todas las empresas, ya sean grandes o pequeñas, privadas o estatales, a buscar ganancias para mantener el ritmo con las otras empresas, que son sus rivales en el mercado. Las empresas logran esto por dos medios, principalmente: aumentando la productividad laboral y reduciendo el consumo de la clase trabajadora (ya sea como salario nominal o de cualquier otra forma en la que pueda "pagarse", por ejemplo, como parte del rendimiento de la cosecha). Esto sucede necesariamente a costas de los trabajadores, cuya salud y niveles de vida son sacrificados para lograr las metas de crecimiento de la empresa o estado. No hay una solución capitalista ni nacional para la miseria generalizada en Cuba porque el sistema económico capitalista mundial, del que Cuba forma parte, es la fuente de esa miseria. El capitalismo liberal sería, entonces, un remedio para las dolencias provocadas por seis décadas de capitalismo de estado en justo la misma manera que nadar en un albañal sería un "remedio" adecuado para una infección de estafilococo.

El papel del veneno nacionalista

Dentro de Cuba hoy, todas las capas sociales que aspiran o que ya están en el poder utilizan el nacionalismo para movilizar a los explotados en apoyo de sus programas políticos. Este fenómeno no es exclusivo a la izquierda o derecha. La mayoría de la población en Cuba, como en todo el mundo, que se ve obligada a ganarse el sustento trabajando para otra persona a cambio de un salario, no tiene ningún interés en los debates entre distintos nacionalismos. La nación no existe como entidad social. Es más bien el nombre que se le da al régimen de capital dentro de un área geográfica específica. Es una comunidad falsa donde la clase explotada y explotadora son teóricamente "iguales", en la medida en que ambos son ciudadanos de la nación, pero la falsa igualdad de la nación esconde la verdadera desigualdad material que existe entre ellos, y que sirve como el combustible para la lucha de clases. Todas las naciones y nacionalismos, cualquiera su origen, se revelan así como tanta manipulación y falsedad. Por eso, como trabajadores, no tenemos nación ni países; ninguna patria que defender o por que morir. Por el contrario, la clase trabajadora del mundo entero existe como un solo grupo explotado, cuyos intereses son uno y el mismo en todas partes. Las naciones, los países y los estados son nuestros enemigos, ya que son todos manifestaciones de la voluntad del capital sobre la clase trabajadora. Nuestra lucha autoorganizada como clase le impone la pena de muerte a todos los estados, sin distinción alguna. Si, por el contrario, los trabajadores se dejan movilizar bajo la bandera de la "Patria" (o la "nación", o el "pueblo", que no son más que nombres diferentes para el capitalismo), entonces seguirán siendo juguete de otras clases, que los utilizarán cuando y como quieran, y luego los harán a un lado con la misma facilidad, en la mejor instancia. La única salida para los explotados en Cuba y en el mundo entero, su único método de escape del control estatal y de sus miserables condiciones de vida, se encontrará en su lucha colectiva como clase, es decir, como fuerza política consciente, por el derribamiento del capitalismo en todas partes.

Por una alternativa revolucionaria obrera

El levantamiento espontáneo del 11 de julio es un momento prácticamente sin igual en la historia de Cuba después del ‘59. Los eventos que más se aproximan fueron los levantamientos en agosto de 1994, conocidos colectivamente como el “Maleconazo”, pero estas protestas se limitaron a la capital, no fueron un movimiento de alcance nacional, y se estima que participaron unos centenales de personas. Aunque no hay recuentos precisos del número total de manifestantes el 11 de julio, un estimado conservador basado en los cientos de arrestos confirmados situaría la cifra total de participación en los miles. Sin embargo, esto sería puramente conjetural. Independientemente de la cifra real, las protestas del 11 de julio inspiraron temor en el corazón de la clase dominante en Cuba porque les hicieron recordar a nuestros amos, aunque momentáneamente, que sus privilegios y poder no son un derecho divino; que su mundo entero puede evaporarse en nada si y cuando, los explotados, decidimos dejar de jugar su juego.

La marcha pacífica prevista para el 15 de noviembre es probable y trágicamente destinada a terminar siendo baño de sangre. La clase dominante ha estado movilizando a todo su personal (y reclutando nuevos), capacitándolos y preparándolos para una acción masiva de este tipo y escala desde las protestas del 11 de julio, en las que los encontraron "con los pantalones bajados", por así decirlo. Pero incluso en la extrema improbabilidad de que los manifestantes lograran extraer del régimen todas las concesiones que están pidiendo, de modo que Cuba pasara pacíficamente de ser un estado unipartidista a uno multipartidista, con sus garantías temporales acompañantes; esto no mejoraría la situación de vida ni resolvería tampoco los problemas esenciales de los trabajadores en Cuba. En resumen, la marcha es una falacia construida sobre una falacia aún mayor que terminará inevitablemente en una carnicería.

Para evitar este resultado, los trabajadores en la isla han de crear sus propias organizaciones de lucha (comités de huelga, asambleas de masas, consejos obreros), excluyendo a las capas sociales no explotadas, para coordinar y liderar su propia lucha como clase. Esta no es una idea novedosa, y tampoco es algo que estemos tratando de imponer esquemáticamente a la situación cubana. Los consejos obreros, o como prefiera uno llamarles, son simplemente las organizaciones que la clase explotada naturalmente se ve obligada, por sus condiciones de vida y de trabajo en el capitalismo, a construir para profundizar y generalizar su lucha. En líneas generales, los consejos son asambleas de delegados mandatarios (lo que significa que están obligados a votar según las instrucciones de sus electores) y elegidos democráticamente, que funcionan como mensajeros entre diferentes grupos de trabajadores. Esta estructura de toma de decisiones, además de representar el sistema más puro de democracia obrera (el único digno de llamarse así), permite a toda la clase unirse y participar en la lucha, avanzando al unísono hacia un mismo objetivo: la revuelta global de la clase de esclavos asalariados contra el sistema capitalista.

La unidad de los explotados como potencia organizada en la sociedad es indispensable para combatir la implacable represión del Estado cubano y la miseria en que vive la mayoría de la isla. Todos los mecanismos de brutalización y privación de la mayoría desaparecen ante ella como castillos flotando en puro aire. La autoorganización de los trabajadores, que consiste sobre todo en su unidad de acción y su lucha independiente por sus propios intereses materiales, logra la emancipación total de los explotados, en primer lugar, organizándolos para el derribamiento del Estado, que no puede ser otra cosa que la imposición de una clase sobre otra de su régimen económico y social, y en segundo lugar, creando el aparato básico de toma de decisiones (los consejos) a través del cual los productores libremente asociados podrán gestionar la economía, que crecerá con la revolución, de acuerdo con sus propias necesidades como seres humanos.

Una auténtica revolución obrera en Cuba pudiese tener profundas implicaciones que repercutan más allá de la isla, sirviendo potencialmente como el sitio inicial de erupción para la revuelta mundial de los explotados. En este asunto debemos insistir que la revolución obrera, comience está en Cuba o en cualquier otro país, tendrá pronto que extenderse más allá de su punto de partida inicial, o de lo contrario será asfixiada por el encuadramiento imperialista y la inevitable reafirmación de las imperativas capitalistas, consecuencia de la interconexión de todas las economías nacionales con el mercado mundial.

Precisamente por eso, debe de existir una organización política de clase, internacional en escala y operación, que incorpora en sí los sectores más avanzados políticamente de clase explotada. Su objetivo principal es expandir la lucha de clases a todo el sistema capitalista mundial. Tanto esta organización como sus intervenciones prácticas dentro de la clase están guiadas por el dicto socialista fundamental que solo los trabajadores pueden ganar su propia libertad. Como tal, no intenta actuar en lugar de la clase en ninguna manera, ni trata de ganar el poder para sí misma. En cambio, participa en las luchas de los trabajadores como iguales y lucha por sus intereses dentro de sus organizaciones. La organización política de clase del proletariado es un compás, apuntando siempre hacia la libertad, hacia el comunismo.

Este es el camino por seguir para los explotados, para la clase trabajadora y los campesinos (efectivamente, trabajadores agrícolas) en Cuba como en cualquier otro lugar. La unidad de la clase trabajadora en la lucha por sus propios intereses materiales, cuya mayor expresión son los consejos obreros, puede superar cualquier resistencia de los explotadores, destrozar todas las barreras habidas y por haber. Nuestros amos capitalistas tiemblan con miedo abyecto cuando dejamos de obedecer sus órdenes y, en cambio, nos unimos para combatirlos. Saben bien que la unidad de la clase trabajadora significa que se acabó su gigantesca estafa. En Cuba, los explotados no pueden dejarse intimidar por el terror estatal ni tampoco deben unirse a las protestas liberales como carne de cañón para el proyecto político de otra clase. En cambio, deberían organizarse independientemente, en base de sus dificultades e intereses materiales compartidos como trabajadores, para crear sus propias organizaciones de lucha capaces de destruir por completo la maquinaria estatal y asumir todo el control sobre la sociedad.

Afiliados de la Tendencia Comunista Internacionalista
y Internationalist Communists of Oceania
Sunday, November 14, 2021