Irak, Petróleo, Sangre y Clases

La humanidad está de nuevo a las puertas de un periodo decisivo. Una vez más hace su aparición el espectro de la guerra. El imperialismo americano está planeando lanzarse con furor sobre las poblaciones irakíes y el ataque puede ser inminente.

Hoy en día el aparato estatal americano despliega una campaña propagandística a escala mundial a fin de preparar a la opinión pública para el próximo ataque sangriento. Esta guerra es presentada como una batalla por la libertad y la seguridad del mundo adelantada contra el vil régimen de Saddam Hussein y sus armas de destrucción masiva.

No tenemos simpatía alguna por Saddam Hussein y sus acólitos. Durante la crisis del Golfo en 1990 escribíamos:

Saddam es un imperialista (si bien de poca monta) que ha liquidado o puesto al borde de la muerte a miles de trabajadores irakíes (para no hablar del medio millón de muertos dejado como saldo de la guerra desencadenada por encargo del imperialismo Occidental y soviético en el frente iranio).

Por tanto, si Saddam Hussein constituye, ciertamente, una amenaza insoportable para su población (¿qué líder capitalista no lo es?), es ridículo declarar que él representa hoy una amenaza importante fuera de sus fronteras.

Irak ha sufrido enormemente durante la guerra del Golfo y ha sido económica y militarmente arrasado por 12 años de severo embargo y continuos bombardeos. La sociedad irakí ha involucionado decenios. Se estima que han muerto un millón de personas, la mitad de las cuales niños. La infraestructura económica está destrozada y el arsenal militar desintegrado. Cualquier cosa que Saddam pueda hacer en términos de guerra bacteriológica y química, tiene explicación en las capacidades que le han sido conferidas por los mismos USA entre los años 1985 y 1989. Gracias al testimonio brindado por el propio Congreso Usa en 1994, se sabe que durante aquel periodo el ejército de los Estados Unidos ha enviado a Saddam notables cantidades de Virus del Nilo occidental, Eschericha-Coli, carbunclo (antrax), botulismo y un cianógeno cuyo poder letal es, según valoraciones científicas, un millón de veces superior al gas Sarin! Todo esto debía ser empleado contra sus rivales (que lo eran también de los Estados Unidos). ¿Quién constituye, en consecuencia, una amenaza para la humanidad?

¿Por qué entonces Bush se encarniza en desear la guerra? Es evidente que la “solución bélica”, sostenida igualmente por su amigo Blair, no es más que un pretexto para lanzar un ataque cuyos objetivos se desean ocultar. Así, el pretendido armamento de Saddam no es absolutamente lo que cuenta. El mismo Daily Mirror de Londres duda del reciente dossier de Blair en cuanto lo considera “lleno de ‘hechos presuntos’”. El título de un artículo publicado en el Washington Post del 15 de septiembre nos proporciona un indicio mejor:

En el escenario de guerra en Irak es el petróleo el que suministra la explicación”.

De hecho, la producción de petróleo, su control y la renta financiera que deriva de ello son el asunto más importante. Se espera que la producción mundial de petróleo alcance un máximo entre el 2008 y el 2010 para experimentar luego una declinación irreversible. En un contexto en el cual los EU nunca habían tenido tanta incertidumbre respecto de su abastecedor saudita, los viejos yacimientos de Oklahoma y de Texas se agotan y también los de Alaska comienzan a rendir menos. Los diversos poderes imperialistas compiten por asegurarse un aprovisionamiento de petróleo estable y seguro en una situación económica cada vez más explosiva.

Por esta razón, Francia, Rusia y otras potencias imperialistas han invertido significativamente en Irak. El citado artículo del Washington Post escribe:

La expulsión del poder del presidente irakí Saddam Hussein por parte de los americanos podría resultar - según funcionarios de la industria y de los líderes de la oposición irakí - una mina de oro para las compañías petrolíferas americanas por largo tiempo proscritas en Irak, a través del fracaso de los contratos petroleros entre Bagdad y Rusia, Francia y otros países, y reordenando el mercado mundial del petróleo.

Conviene subrayar, además, otros aspectos. Los EU desean por encima de todo defender el primado del dólar en las transacciones comerciales de petróleo por ser este la fuente de una renta parasitaria que les reporta anualmente una suma de 500 mil millones de dólares. Dicha renta es, a su vez, la condición de supervivencia de una economía - la americana - gravemente afectada por el desenvolvimiento negativo de los mercados mundiales. De otra parte, las potencias grandes y pequeñas han venido mostrando menos disposición a tolerar la condición en la cual son constreñidas a pagar el petróleo siempre en dólares - tributándole renta a los EU - y operaban diligentemente tanto en Irak como en Iran, precisamente los dos Estados marginalizados por los embargos impuestos por los EU.

He aquí la verdadera razón por la cual decenas de miles de personas están probablemente a punto de ser masacradas. No olvidemos que el capitalismo ha nacido “sudando sangre y fango portodos sus poros” (Marx).

Las reservas de petróleo de Irak son las segundas en una región que contiene al menos dos tercios de las reservas mundiales actualmente registradas. La importancia económica y geoestratégica del control de esta zona es evidente. He aquí la razón por la que Francia, Alemania, Rusia y China, entre otros, no ven con entusiasmo los planes americanos. El fundamento de su actual resistencia a la guerra con Irak reside en sus propios intereses imperialistas. Los EU pueden permitirse este juego porque sus opositores carecen de una fuerza parangonable en el mismo plano imperialista... Tal cosa explica también por qué si los EU y la GB, pese a dichas tensiones, desencadenan finalmente el ataque, muchas de las pequeñas potencias opositoras podrían respaldar esa acción; en efecto, no les queda otra opción mientras aspiren a preservar sus intereses y no ser excluidas en el Irak post-Saddam. (las minipotencias imperialistas, como Italia, ya se aprestan a participar de esta maniobra con base en los mismos cálculos que las condujeron a intervenir recientemente en Afganistán).

Y todo esto tiene lugar en medio de una situación de extremo peligro de derrumbe financiero de la economía mundial. La crisis económica aguijonea a las distintas fuerzas imperialistas a una carrera para garantizar el control de las fuentes de gas, petróleo y otras materias primas esenciales y para evitar que caigan en manos de sus adversarios. Es la guerra de todos contra todos, típica del capitalismo. Las reservas petrolíferas y la crisis económica constituyen la base real de nuevas masacres.

El Internacionalismo y la Guerra

En esta guerra nosotros no sostenemos a ninguno de los contendientes. No caeremos en la usual trampa “izquierdista” de prestar “apoyo crítico” al Irak de Saddam so pretexto de ser la fuerza más débil y agredida. Rechazamos cualquier movilización nacionalista y patriótica tanto en los países árabes cuanto en los occidentales.

Para lo obreros del Norte y del Sur, del Occidente y del Oriente, el mayor enemigo es por doquier el propio Estado. Esto significa que exigimos el regreso inmediato de todas las fuerzas ya enviadas o a punto de serlo a la zona del Golfo; significa que apoyamos todas las actividades anti-militaristas sobre la base de la consigna central del internacionalismo: “nuestra única guerra es la guerra de clase”.

Tal cosa exige el combate a la máquina de propaganda belicista de la burguesía y la denuncia de sus mentiras. En definitiva significa respaldar todas la formas de reivindicación obrera. Contra los ataques a los servicios sociales y a la sanidad en nombre de los pretendidos “intereses nacionales”.

Debemos batirnos contra la austeridad, contra los ataques anti-obreros, contra las mentiras y debemos impugnar cualquier forma de nacionalismo y de histeria militarista.

A menudo surge la pregunta: ¿puede haber un fin al horror? ¿El porvenir de la humanidad debe ofrecernos siempre como único horizonte una cadena interminable de baños de sangre? Los internacionalistas del Buró Internacional por el Partido Revolucionario consideran que su deber consiste en desentrañar los verdaderos mecanismos que conducen a la guerra y mostrar que la salida de este horrendo pantano existe si se conoce cuál es la dirección justa a tomar y cuáles son los obstáculos. Es por esto que acusamos al sistema capitalista de ser el portador de guerras y de crímenes contra la humanidad. Afirmamos que el proletariado es la única fuerza que tiene la posibilidad de poner fin a esta barbarie. Consideramos que la lucha de clase, llevada hasta sus últimas consecuencias, la gran transformación de la revolución proletaria, es la única salida posible del ciclo infernal guerra-reconstrucción-crisis-nueva guerra...

Independientemente de la apreciación que se tenga de las cosas y de las intenciones, nos cabe la completa certeza de que esta guerra - ni las siguientes - podrán ser impedidas a través de debates en los Parlamentos, en los Senados y ni siquiera en las Naciones Unidas. Los primeros pasos para una oposición real están en la consciencia y en la comprensión del hecho de que el porvenir de guerra o de paz será decidido solamente en las fábricas, en los puestos de trabajo, en las calles. Hasta entonces, en la persistente serie de conflictos y de guerras, el imperialismo figurará siempre como el vencedor real y el proletariado internacional - y, por consiguiente, la humanidad misma - como el gran derrotado. Imperialismo o socialismo. Guerra o revolución: ¡no hay otra alternativa!

La única verdadera garantía de paz es desembarazarse del capitalismo.
¡Obreros, compañeros, nuestra única guerra es la guerra de clase!

BIPR