Cuba es el Último Episodio de la Agonía del Capitalismo (de Estado)

La crisis económica cubana

Miles de cubanos salieron a las calles en toda la nación isleña el 11 de julio y los días posteriores para protestar por la escasez crónica de productos básicos, las restricciones a las libertades civiles y el manejo del gobierno de un brote de coronavirus cada vez peor, lo que marca de estos disturbios los más importantes en décadas. Si bien es difícil tener una idea clara del alcance de las protestas, los videos en las redes sociales brindan evidencia de que los hechos se extendieron rápidamente a las principales ciudades como La Habana, Santiago de Cuba, Santa Clara, Matanzas, Cienfuegos y Holguín y muchos pueblos más pequeños de la nación de 11 millones de habitantes. Como siempre, los cubanoamericanos de derecha como Mario Rubio pretenden falsamente hablar por todos los exiliados cubanos y cacarean sobre el inminente colapso del "comunismo", mientras que, en todo el mundo, estalinistas de todas las tendencias venden las mentiras del régimen que estas protestas (que se volvieron bastante violentas durante un tiempo y donde cientos fueron arrestados) son simplemente obra de los EE. UU. No cabía duda de que se intentó una injerencia externa, pero solo después de una explosión espontánea en una parte de la isla que suele ser la base del apoyo al régimen. La poca influencia que tuvieron los “influencers” de las redes sociales en Miami en los disturbios se puede ver en la forma en que se ignoraron sus llamados a que los manifestantes se reunieran en el Malecón (bulevar frente al mar de La Habana) como lo habían hecho en 1994, ya que el objetivo de las manifestaciones era el Capitolio en La Habana Vieja. Sin lugar a duda, se trataba de un levantamiento de clase espontáneo por una población enloquecida por la escasez, incluidos cortes de electricidad de 12 horas seguidas en una ola de calor.

Más allá de la retórica familiar que busca clavar todos los males de Cuba específicamente en su sistema político, un análisis materialista muestra que lo que está sucediendo en Cuba es simplemente un ejemplo de la situación global donde la clase trabajadora ha visto décadas de erosión de sus condiciones. Incluso antes del brote de Covid-19, el capitalismo en todo el mundo mostraba signos crecientes de una nueva recesión y eso solo se ha magnificado cuando COVID pasó factura. El Estado colombiano, por ejemplo, ya se ha visto obligado a retirar los aumentos de impuestos propuestos ante una virtual insurrección que ni siquiera la extraordinaria brutalidad policial pudo dominar. En Cuba, la caída reciente ha sido particularmente severa: el Producto Interno Bruto de Cuba disminuyó 11% en 2020 debido a la contracción fuerte del comercio exterior, la reducción del turismo internacional y los ingresos de divisas, por los efectos del COVID-19 y el refuerzo del bloqueo de Washington a la isla. La crisis del COVID-19 ha destruido el turismo, eliminando así una importante fuente de ingresos para los cubanos que trabajan en la industria y una fuente importante de dólares estadounidenses para el gobierno cubano. Otra fuente de dólares estadounidenses, las remesas, un salvavidas para las familias cubanas en apuros y que se estima en un total de $ 2 mil millones a $ 3 mil millones por año, se redujo cuando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, endureció las restricciones sobre los cubanoamericanos que envían dinero a la isla. La pandemia solo ha sofocado aún más el flujo de esas remesas.

En el período previo a la actual ola de protestas, un factor primordial ha sido la inflación global en los precios de muchos productos básicos, incluidos los alimentos, una presión que se siente a nivel mundial y que está impulsando la manifestación de descontento en una variedad de ubicaciones geográficas: la última gota que rompe la paz social. Varios comentaristas han señalado los gigantescos programas de "impresión de dinero" de las metrópolis capitalistas avanzadas, en particular los EE. UU. (Su deuda nacional ya es de 27,5 billones de dólares y está aumentando rápidamente), como un importante impulsor de esta inflación en los precios de las materias primas, con inversores que consideran la tendencia inflacionaria como algo más superficial y pasajera y hablan en términos de un superciclo de materias primas en previsión de las ganancias a medida que suben los precios. En Cuba, la tendencia inflacionaria se ha visto agravada aún más por la devaluación de la moneda local, el peso. Durante décadas, Cuba había estado operando con un modelo de doble moneda. Desde 1979 la posesión del dólar estaba prohibida. Fidel Castro citó las desigualdades que surgieron debido a que ciertos sectores tenían acceso a las remesas de Estados Unidos, lo que exacerbó las diferencias raciales y de clase. Sin embargo, el uso del dólar en el mercado negro hizo inviable la prohibición. En 1994, el gobierno cubano introdujo un peso cubano "convertible" (CUC) como sustituto del dólar estadounidense para su uso en Cuba a un tipo de cambio de uno a uno, impreso y controlado por el Banco Central de Cuba. En 2004, el dólar estadounidense fue retirado de la moneda de curso legal. La doble moneda dividió la economía en dos partes. En qué parte operaba un cubano dependía de si sus ingresos provenían exclusivamente de un salario estatal pagado en pesos, o si tenían acceso a dólares o CUC. Aquellos con acceso a dólares podrían comprar bienes en pesos subsidiados por una fracción de su precio de mercado y consumir bienes adicionales en tiendas de dólar. Aquellos que dependían de los ingresos en pesos no podían permitirse mercados no subsidiados. Esto generó efectos negativos: los trabajadores estatales, incluidos los más calificados, obtuvieron los ingresos más bajos. Muchos cubanos altamente calificados dejaron sus profesiones por trabajos con acceso a CUC que les brindaban un mayor nivel de consumo, como el turismo y la conducción de taxis. Las autoridades cubanas reconocieron el problema, pero retrasaron hasta enero de este año la eliminación del modelo de doble moneda. Todas las empresas estatales cubanas operan ahora con un tipo de cambio de $ 1 = 24 CUP, una devaluación del 2,300% del tipo de cambio uno a uno.

De un campo imperialista a otro: la adopción del modelo estalinista de la URSS

Más allá de las causas inmediatas detrás de la oleada de protestas, las masas cubanas han sido golpeadas durante décadas ya que su economía en sus diversas fases desde la llegada al poder de Castro en 1959 nunca ha sido más que una continuación de una economía capitalista donde el papel de la clase capitalista ha sido asumido en gran parte por una burocracia estatal. Ya sea que nos refiramos a la dependencia del azúcar en la década de 1960 para vender principalmente a la URSS (a tres veces el precio mundial), o al enfoque actual en la biotecnología y el turismo, la esencia no ha cambiado. El sector estatal, el sector privado, las empresas conjuntas con capital extranjero, todos siguen siendo variaciones sobre el mismo tema capitalista: la plusvalía se extrae de la clase trabajadora para reinvertirla en la producción de mercancías para el mercado mundial. A pesar de las apariencias externas, la mitología revolucionaria, los discursos y la retórica, el régimen no surgió de una revolución proletaria. Sus líderes llegaron al poder como nacionalistas burgueses y sólo más tarde, cuando ya estaban en el poder, se declaró lo contrario.

Castro, un abogado de formación, había sido candidato del partido nacionalista Ortodoxo en las elecciones de 1952 que fueron amañadas por el dictador Fulgencio Batista. Llegó al poder tras liderar con éxito una lucha armada contra Batista, considerado por Estados Unidos como un aliado.

A principios de 1959, las empresas estadounidenses poseían alrededor del 40 por ciento de las tierras azucareras cubanas, casi todas las haciendas ganaderas, el 90 por ciento de las minas y concesiones mineras, el 80 por ciento de los servicios públicos, prácticamente toda la industria petrolera, y suministraban dos tercios de las importaciones de Cuba.

declaraciones del senador John F. Kennedy en una cena demócrata, Cincinnati, Ohio, 6 de octubre de 1960

En enero de 1961, Estados Unidos había roto relaciones diplomáticas con Cuba. En abril se produjo la invasión de Bahía de Cochinos, cuando cientos de rebeldes, armados y entrenados por Estados Unidos, intentaron derrocar al gobierno de Castro. Esto culminó con una triste derrota militar para los rebeldes y una vergüenza para Estados Unidos. Habiendo antagonizado a una superpotencia, Castro se unió a la otra, la URSS, otra ilustración más de la imposibilidad de la salida nacional del nexo imperialista. En 1961, durante un discurso televisado el 2 de diciembre, Castro declaró: "Soy marxista-leninista y lo seré hasta el final de mi vida". Continuó afirmando que "el marxismo o el socialismo científico se ha convertido en el movimiento revolucionario de la clase trabajadora". Castro ocupó el poder hasta finales de julio de 2006, dimitiendo oficialmente en febrero de 2008. Murió el 25 de noviembre de 2016, a los 90 años.

Así que, no hubo revolución proletaria, nada que se compare con los eventos únicos de 1917 donde la clase trabajadora creó sus propios órganos de poder y derrocó al régimen burgués en Rusia. Los trabajadores cubanos han seguido siendo trabajadores asalariados, y mientras la crisis capitalista global devastó a sus partidarios y aliados, Cuba ha ido abandonando constantemente el modelo de propiedad estatal que es la esencia del estalinismo y ha adoptado soluciones de mercado. En 2010, Jeffrey Goldberg, corresponsal nacional de la revista Atlantic, preguntó si valía la pena exportar el sistema económico de Cuba a otros países. Castro respondió: “El modelo cubano ya ni nos sirve”. Y, por supuesto, ahora existe una posibilidad real de agitación, posiblemente un baño de sangre en la nación isleña, porque la realidad es que no ofrecen nada mejor ni la versión estalinista del capitalismo, una en la que la clase dominante lleva a cabo su explotación de una clase trabajadora impotente a través de un estado que en última instancia está en manos de una minoría separada, o un régimen liberal, como lo persigue la derecha que agita pancartas de “Patria y Vida”. La simple realidad, y el núcleo que define la Tendencia Comunista Internacionalista y el comunismo auténtico, es que la condición previa para crear una sociedad poscapitalista es el poder de la clase trabajadora, sin adulterar, sin ser el segundo violín de los burócratas que tienen la última palabra. Nuestra solución sigue siendo la que animó a los bolcheviques y los acontecimientos de 1917-18. Al rechazar la democracia burguesa, al rechazar la dictadura del partido que surgió del fracaso de la Revolución Rusa, que se ha convertido en un modelo para los estalinistas, abrazamos el concepto del empoderamiento de la gran mayoría. Por el contrario, la tarea de la organización revolucionaria es realizar ese empoderamiento de la mayoría, el poder de las masas no explotadoras. En contraste con la versión limitada de la "democracia de las bolsas de dinero" para hacernos eco de Lenin, abogamos por la democracia proletaria cuya esencia se puede destilar a casi una línea: "Todos los funcionarios, sin excepción, elegidos y sujetos a la retirada en cualquier momento". Solo la globalización de un verdadero poder proletario basado en sus propios órganos de participación de masas puede acabar con el capitalismo de todos los tipos.

Cuba es el ejemplo más reciente del fracaso de la receta estalinista de la dictadura del partido detrás de las fronteras nacionales, que concibe al socialismo como el desarrollo de las fuerzas productivas dentro de una economía basada en el dinero, mientras que todas las categorías capitalistas, desde el trabajo asalariado hasta la producción de mercancías, desde la extracción de la plusvalía hasta la concentración de privilegios en un polo, se mantiene. El capitalismo de estado estalinista es simplemente una variante de una totalidad capitalista que solamente tiene un futuro peor que ofrecer a la humanidad. Lo que está sucediendo en Cuba es parte de la devastación de un capitalismo incapaz de alcanzar la rentabilidad suficiente para llevar a cabo su proceso de valorización sin voltear su base humana, la clase trabajadora, reduciendo sus condiciones de vida. En Cuba, como en todas partes, la solución no es un proyecto de fantasía para restaurar un capitalismo prístino. No hay modelos capitalistas que no sufran los mismos defectos, la misma dependencia de un proceso insostenible de acumulación y lucro. En Cuba, como en todas partes, la solución es la abolición global del capitalismo, no su gestión nacional por parte de los burócratas estatales o la entrega de la economía a los oligarcas y multimillonarios, quizás para financiar mejor sus viajes al espacio o lo que les apetezca. Al intentar propagar esta perspectiva revolucionaria en la medida de lo posible, se ha producido el siguiente folleto. Solo circula en las redes sociales, pero dado que millones de cubanos ahora poseen teléfonos inteligentes, es una forma de presentar una alternativa revolucionaria:

Exhortación y Llamada a los Explotados en lucha dentro de Cuba
“¡No tenemos miedo!”, este el hermoso grito de batalla que le ha erizado la piel a la dictadura y sus beneficiarios. Es un lema simple, pero encapsula perfectamente la situación de los trabajadores y campesinos en Cuba: sometidos a una explotación despiadada, privados de toda autonomía, vigilados en cada momento. Ante este grito de batalla y la rabia de la inconquistable masa que le acompaña, la dictadura tiembla en horror abyecto, enfrentados con la realidad de perder su poder y privilegios.
Los acontecimientos del 11 de Julio en Cuba demuestran que la dictadura no es insuperable; los explotados podemos luchar y ganar terreno, poniendo a los que tienen el poder en la defensiva. Esto fue exactamente lo que sucedió: la policía, aparato represivo de primera línea, se vio aplastada ante la masa de innumerables explotados, agotados todos hasta el límite con sus condiciones de vida. Por su parte, la burocracia hizo más que evidente su temor al difundir por todos los medios una “orden de combate” dirigida a sus esbirros y demás beneficiarios para que estos agredieran a los manifestantes con tal de sacarlos de las calles.
La dictadura está desempeñando una campaña de desinformación para esconder o minimizar la escala de las protestas. Ellos quieren echarle culpa al gobierno estadounidense y a la prensa cubana no-estatal por incitar las manifestaciones contra la dictadura. Pero los explotados, hartados ya de ser sometidos a tanta miseria y humillación, conocen la verdad: ni el gobierno estadounidense, ni la prensa farandulera miamense son responsables de que la cúpula gobernante y la burocracia estatal viva a costillas de los que trabajan, o que el gobierno se gaste cienes de millones de dólares en construir hoteles para turistas y conseguir armas para las mismas fuerzas de seguridad que luego despliegan contra la población, mientras que la gente común y corriente pasa hambre, sufre escaseces, y vive en condiciones antihigiénicas en edificios que se están derrumbando.
¿Cuál es el próximo paso hacia adelante? Los explotados en Cuba necesitan organizarse de modo masivo para avanzar sus intereses como clase social. Su fuerza reside sobre todo en su organización colectiva. Todos los obstáculos habidos y por haber se reducen a nada frente a ella. La organización colectiva de los explotados en lucha son los consejos obreros: asambleas de masas constituidas por delegados democráticamente electos e instantemente revocables. Sin embargo, si los explotados no se organizan en masa, o si se dejan movilizar por elementos oportunistas como “pueblo” o “nacion”—que no es otra cosa que la unión sagrada entre explotador y explotado—serán reprimidos por este régimen, y todos los demás por venir.

Nosotros que vemos estos eventos desde lejos en los principales medios de comunicación nos han presentado un discurso que se concentra en el aquí y ahora, temas cubanos específicos, junto con una condena general de lo que ellos consideran como “comunismo” en su totalidad. Por ejemplo,

el presidente Joe Biden dijo el jueves que Cuba es un "estado fallido" y llamó al comunismo un "sistema fallido" mientras se desarrollan las protestas contra el régimen represivo de la nación caribeña.

Sin embargo, para aquellos de nosotros que hemos aprendido a cuestionar la narrativa dominante para encontrar perspectivas que coincidan con la realidad, estos eventos son simplemente parte de un proceso más amplio que nos plantea esencialmente la misma pregunta a todos. El capitalismo en todas sus variantes, independientemente del grado de intervención estatal en la economía, incluso la propiedad absoluta de algunos o todos los medios de producción, solo ofrece condiciones peores. Socialismo o barbarie, revolución o ruina, una lucha cada vez más atrasada por un futuro o lo que cada vez más parece un colapso social generalizado si continuamos en la trayectoria actual. Las protestas de Cuba son solo la evidencia más reciente del callejón sin salida del estalinismo, en sí mismo un aspecto del callejón sin salida del capitalismo global.

Ant Pace

20 julio 2021

Foto de: youtube.com

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