Rechacemos la mascarada de las elecciones, un obstáculo para la renovación de la combatividad obrera

Inclusive los plutócratas y los jefes políticos están inquietos por las sombrías previsiones para la próxima década. ¿Por qué? Porque es evidente: el feliz sueño de la coexistencia pacífica entre Estados se ha hecho pedazos. A raíz de los últimos conflictos en Ucrania y Medio Oriente -ensayos generales para la guerra más amplia del futuro- se espera que los trabajadores paguen por el colapso de la ilusión pos-1991; la ilusión de un capitalismo pacífico, caracterizado por el multiculturalismo y la cooperación entre Estados; la ilusión que sólo existió en las fantasías de la burguesía, y en la que ya nadie cree.

El movimiento en China contra el cautiverio de los trabajadores industriales en dormitorios, las movilizaciones de los trabajadores en Francia contra las reformas de las pensiones... Lenta y desigualmente, los trabajadores empiezan a comprender las nuevas reglas del juego. No quieren pagar el rearme mediante la erosión de los niveles salariales y otros parámetros de calidad de vida. Pero la patronal -y, sobre todo, la patronal política del Estado, que organiza las economías sobre la base de la explotación de los trabajadores- es hábil en realizar múltiples tareas. En el extranjero, se prepara para librar una guerra general contra el capitalismo chino y los Estados «revisionistas». En el interior, se prepara para sofocar las revueltas contra el deterioro del nivel de vida y la disciplina laboral. Ya han empleado contramedidas contra el reciente repunte de las movilizaciones obreras. Pero el golpe de gracia, la joya de la corona de los trucos patronales es la mascarada que tiene lugar cada cuatro años: las elecciones.

Juguetes de cuerda del capital -columnistas de periódicos, presentadores de televisión, líderes sindicales; «bomberos» psicosociales, que niegan oxígeno incluso a las más pequeñas «llamas» de una ruptura real con las ideologías capitalistas- nos invitan a «participar» en la psicosis cuatrienal de «ciudadanos» desclasados, garabateando nuestro aporte en un papelito, insertándolo en el buzón de sugerencias del sistema... Como voz deliberativa para los «ciudadanos», la democracia capitalista es un espejismo. Vincula las aspiraciones genuinas de los trabajadores a la participación en unas elecciones rituales que nunca alteran la naturaleza del Estado, sino que son simplemente un escenario en el que las diferentes facciones compiten por administrar la explotación de los trabajadores. ¿La verdadera utilidad de las elecciones? Desviar las luchas de los trabajadores de donde importan, a un terreno seguro dentro de los límites del capitalismo nacional.

Así es como se desvirtuaron las erupciones sociales de 2020. No se convirtieron en un movimiento verdaderamente «peligroso», porque se inscribieron detrás del Partido Demócrata en las elecciones; el Partido cuyo candidato posteriormente siguió el mismo camino que su predecesor, ¡y de hecho promulgó más preparativos de guerra! Como siempre, los reformistas progresistas de la izquierda son los más sofisticados de las «dos manos» del capitalismo nacional (la izquierda y la derecha), y revela lo siguiente: El capitalismo gana las elecciones independientemente de quién llegue al poder. Gana independientemente de si el presidente electo es un «populista», un «liberal» o un «izquierdista»; o un «socialista», como el gobierno del Partido Socialista «Obrero» Español, que envía a la policía a perseguir a los obreros metalúrgicos y portuarios en huelga en las ciudades de Cádiz y Vigo, y felicita a los guardias fronterizos por la masacre de inmigrantes africanos en el paso fronterizo de Melilla.

¿Participar en las elecciones, el corazón palpitante de «nuestra» democracia? ¡Por fin, tener voz y voto en nuestra propia explotación! Camaradas, este es el ritual de la plebe domesticada... Ponerse realmente «político» es no tener sugerencias para mejorar un sistema que necesita ser arrasado. La clase obrera tiene sus propias batallas que librar, y la mascarada cuatrienal no es tan vital como la preservación de la autonomía política de los trabajadores, es decir, la autonomía frente a las fuerzas políticas capitalistas. ¿Cuándo luchamos en el trabajo y en la calle? Identificar al Estado como enemigo, orientar nuestras luchas contra los preparativos de guerra de nuestros gobernantes, en solidaridad con nuestros compañeros de clase en otros países... Esto es lo que importa. Y si los policías de la mente -«bomberos» psicosociales, a los que conocemos a través de los medios de comunicación y los sindicatos como paladines de la democracia capitalista- nos acosan por nuestra no participación, es porque sabemos que la única manera de restregarle a la patronal su propia mierda es rechazar los juegos patronales, especialmente el juego más dañino de todos: las elecciones.

¡Por la reanudación de la iniciativa obrera; ninguna guerra salvo la guerra de clases!

El Grupo Obrero Internacionalista
grupo afiliado de la Tendencia Comunista Internacionalista en EEUU
enero de 2024
Thursday, September 5, 2024