La internacionalidad de la crisis argentina

En un marco internacional en el que se presenta la desaceleración de la economía estadounidense, el aumento de la inseguridad de la inversión y la iliquidez generalizada, donde los mercados de capitales reaccionan ampliando los spread por riesgo, y una situación doméstica en la que, por añadidura, se ha experimentado la disminución de sus reservas internacionales, el aumento interno de las tasas de interés interbancario y el descenso del activo neto por intermediación del sistema financiero, con el consecuente aumento de la llamada prima de riesgo país, la prolongada crisis Argentina ha atravesado momentos especialmente intensos. Para trazar un cuadro cabal del desenvolvimiento de la crisis - la cual no es más que un fenómeno particular de un proceso general - debe considerarse también la posibilidad de un crac financiero de la Unión Europea, cuyo primer signo ha sido la devaluación del euro. Esta posibilidad se cuenta entre las repercusiones del desplome de los valores de las principales entidades financieras y de la economía EU, dado el rol decisivo jugado por la UE en el financiamiento de la deuda norteamericana en los últimos dos años. A ello debe agregarse el virtual marasmo de Asia. Bajo estos signos, los prestamistas no darán su aquiescencia al refinanciamiento de los grupos altamente endeudados. Obedeciendo al hecho de que, ante el virtual cierre de los mercados de crédito, la Argentina ha quedado privada de fuentes de financiamiento, se ha agudizado la recesión, al igual que el déficit fiscal destinado esencialmente a absorber el impacto de la deuda. El capital-dinero en manos del sector financiero buscó sus mayores rendimientos migrando hacia fondos en el exterior, destinándose a hacer aportes de capital para la cancelación de depósitos o al otorgamiento de nuevos préstamos al Estado. Este último, mediante la colocación de títulos de deuda pública a tasas del 16% anual en el mercado local, absorbió en tal magnitud el capital-dinero que la industria y la economía carecen literalmente de disponibilidad de crédito; por esta razón, se ha llegado a una situación cuando menos paradójica en la que mientras las rentas especulativas internas resultantes de la tenencia de activos financieros (particularmente de bonos de la deuda del Estado) ascienden significativamente, la economía real decrece inconteniblemente. De este modo, incluso las acciones contrarrestantes emprendidas por el gobierno argentino durante el segundo semestre del año 2000 y comienzos del 2001 - basadas en la emisión-venta de bonos de deuda - técnicamente no son más que el preludio de la declaración de bancarrota.

No obstante situarse en medio de una situación cuyo rasgo esencial es el desplome de los valores de la deuda mundial y particularmente de las empresas más dinámicas (cuya relación deuda/patrimonio supera el 100%) (1), se ha pretendido presentar la crisis "argentina" como un simple escándalo político, encerrado en la polémica "nacional" por los sobornos en el parlamento y la burocracia pública y por la infravaloración de las empresas privatizadas. Nadie discute la ya demasiado patente descomposición del régimen constitucional, pero sus raíces están lejos de ser políticas. En artículos precedentes hemos afirmado que el estado crítico hoy evidenciado en los países latinoamericanos gravita alrededor de la evolución de la crisis mundial, en un proceso en el cual los centros difieren las consecuencias más explosivas de sus propias tensiones desplazándolas a la periferia, la cual arrostra sus saldos negativos. La crisis Argentina se inscribe en la misma cadena de crisis financieras que hace tres años hundió a Rusia en la debacle y hace dos provocó la devaluación del real brasileño, uno de sus principales socios comerciales y tiene las mismas condiciones originarias.

Hoy nadie puede ocultar que la génesis e incremento de la deuda externa y su estatización están en el corazón de la debacle general que vive ese país, cuya política monetaria depende de la Secretaria del Tesoro de los E.U. y cuya política fiscal pertenece a los propietarios de la deuda externa. Aunque sólo fuera por el hecho de que cualquier incumplimiento de la deuda Argentina (2) con sus obligaciones implicaría un pánico financiero quizá mayor al producido por la cesación de pagos de Rusia hace ya casi tres años, su "internacionalidad" sería digna de considerarse. La burguesía Argentina comparte el mismo pecado de la burguesía monopolista mundial: el de participar en el intento de llevar a la economía capitalista más allá de sus límites a través del mecanismo del dopaje crediticio y la adopción de la alternativa especulativa como fuente utilitaria rápida. Las culpas del capitalismo hoy se ocultan tras la masa anónima de papeles, obligaciones, títulos y bonos emitida desde la segunda mitad de la década de los 80's con derecho a 220.000 millones de dólares (160 mil por cuenta del Estado y 60 mil por el sector privado) del patrimonio de quienes habitan el territorio argentino. De este modo, la deuda constituye la socialización tanto de las pérdidas y los costes ocasionados por el empeño de los capitalistas en acumular y recabar ganancias, cuanto de los gastos hechos por el Estado contra los trabajadores y por la reproducción material y social de la sociedad burguesa. La conducta de la burguesía no se aparta en nada de la de sus congéneres metropolitanos: en efecto, si el Estado se endeudó para armar sus aparatos represivos, enriquecer a su cleptocracia y mantener a su clientela, los capitalistas argentinos, al igual que el monstruo de las telecomunicaciones AT&T, la financiera norteamericana FINOVA, el monopolio Telekom de Alemania y las empresas capitalistas más importantes, usaban el endeudamiento para adquirir empresas rivales o recomprar acciones propias con el objetivo, en todos los casos, de elevar los beneficios de los poseedores de acciones. Pero tanto la crisis política cuanto la crisis de la burguesía Argentina no son más que un subproducto de la crisis del financiarizado capitalismo global, la cual se expresa como una réplica en pequeño a través del peligro de la cesación de pagos de la deuda Argentina.

Tomando conjuntamente la deuda externa de los sectores público y privado (220.000 millones), sólo por concepto de los vencimientos por capital e interés en el 2000 se debían pagar cerca de 32.000 millones de dólares. En estas condiciones, la insolvencia se universaliza. Ante su deuda elevada y la concentración de su pago en el corto plazo, las consultoras internacionales redujeron la calificación de riesgo de Argentina. Con ello, sus dificultades para colocar bonos en los mercados internacionales son cada vez mayores; así, la llamada "crisis argentina" dramatiza en formato reducido el futuro colapso del capitalismo global. Con la imposibilidad de esparcir bonos debido a la elevada tasa de los spread, se rompe el mecanismo que de modo habitual ha empleado el Estado de afrontar vencimientos con fondos frescos, logrados mediante el lanzamiento de nuevos títulos. Así, pues, aunque tiene como fundamento la sobreacumulación dentro de la economía monopolísticamente centralizada, el punto de inflexión de la deuda mundial coincide con el progresivo agotamiento de las fuentes de exacción de los países periféricos, cuyo chivo expiatorio es hoy Argentina. La dopa crediticia del sistema capitalista y, sobre todo, el mantenimiento de la estabilidad en los centros metropolitanos podría estar llegando ya a su fin.

Aunque a fines del año pasado, el incremento de la tasa de interés norteamericana había propinado "un golpe a las posibilidades de las políticas de ajuste deflacionario en América Latina", los burgueses respiraron con cierto alivio cuando A. Greenspan del Tesoro Norteamericano anunció la rebaja de las tasas de interés. Tanto más aliviados parecían estar luego de la anuencia del FMI en arbitrar el famoso "blindaje" financiero - protocolizado en diciembre del 2000 - y el nuevo crédito otorgado por el gobierno Español por mil millones de dólares. Sin embargo, estas dos circunstancias no cambian el panorama de un eventual cese de pagos, cuyo origen se encuentra en la economía internacional. Sus manifestaciones más agudas en los últimos tres años han sido la devaluación brasileña, la dolarización ecuatoriana y el desinfle de las cotizaciones bursátiles sobrevaloradas en Wall Street y las bolsas internacionales. La situación Argentina se inscribe en un contexto global en el que aumentan las sobretasas por riesgo sobre la deuda tanto de las empresas más dinámicas del mercado mundial - que hoy están pagando por sus propias deudas una sobretasa de interés del mismo rango que los llamados 'países emergentes' - como de los mismos países emergentes. Es en el concierto del mercado internacional donde se ha configurado la cesación de pagos de Argentina y su factor desencadenante más inmediato es, en efecto, la generalización de la insolvencia de los monopolios más importantes a escala internacional. El compromiso de los bancos USA con la crisis financiera es uno de los más significativos. Tales entidades contrajeron una deuda fabulosa para especular con el alza de Wall Street. Hoy se enfrentan con la caída de las acciones que cotizan en la Bolsa, en especial del índice Nasdaq E.U.

No debe olvidarse que, pese a que el sistema de convertibilidad fija del peso con el dólar ha traído la "estabilidad de precios" a la Argentina, el costo de mantener esta medida por encima de todo ha sido una recesión sin salida. En estas condiciones las sobretasas por riesgos impuestas por los acreedores internacionales son cada vez más gravosas. Estas eran de 600 puntos en septiembre-principios de octubre y de 800 a 987 desde mediados de octubre; estabilizándose luego en 773 puntos básicos en diciembre del 2000. El Banco Central de ese país informa que su pago equivalía hasta octubre de ese año al 1,5% del PBI (U$4.500 millones), lo cual, según el mismo reporte, "duplicaba el déficit previsto en el presupuesto del 2001"; en tanto que, desde mediados de octubre, el "aumento potencial de la carga financiera por intereses era de alrededor de 9 mil millones de dólares". Con la conservación de los niveles altos o el ascenso por concepto de sobretasas por riesgo, un sinnúmero de los denominados "mercados emergentes" en América, Asia y el Este de Europa se verían ineluctablemente afectados por una reducción de la demanda de los inversores. Ante la falta de crecimiento económico y de rendimiento, nadie querrá tener ya su dinero invertido en valores argentinos ni mantener títulos denominados en monedas inestables dentro de economías en recesión. Quizá esto explica el inicio de la especulación contra el peso desde el año anterior, cuyo consecuente efecto devaluador se hará sentir como un último golpe demoledor. En este contexto los nuevos recursos que se intentan obtener a través de las medidas fiscales señaladas por el FMI son insuficientes para cubrir las altas sobretasas en los intereses de la deuda externa impuestas por sus propietarios internacionales. Tales medidas traerán la profundización de la recesión y del empobrecimiento, pero también harán brotar esperanzadores conflictos de clase.

(1) Un reciente informe del FMI deja en claro, por ejemplo, que la deuda de AT&T pasó de siete mil millones de dólares a 66 mil millones desde 1996 a la fecha. Las deudas internacionales de riesgo están pagando tasas de interés un 80 a 100% superiores a los títulos del Tesoro de los Estados Unidos, en tanto que los monopolios más solventes deben pagar un diferencial del 33%. Con arreglo al mismo informe, la sobretasa de los "bonos de riesgo" de las grandes empresas internacionales, como por ejemplo Telekom de Alemania, pasó de 435 puntos a fines del '99 a 793 puntos en octubre último. Véase Gaceta Mercantil Latinoamericana 13 noviembre del 2000.

(2) La proporción de la misma está entre un cuarto y un quinto de toda la deuda comercializable de los países emergentes.