Lenin y el leninismo

Durante la vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los acosaron constantemente, recibieron sus teorías con la malicia más salvaje, el odio más furioso y las campañas de mentiras y calumnias más inescrupulosas. Tras su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por así decirlo, y santificar hasta cierto punto sus nombres para "consuelo" de las clases oprimidas y con el objeto de embaucar a estas últimas, al tiempo que se despoja a la teoría revolucionaria de su sustancia, se embota su filo revolucionario y se vulgariza. Hoy, la burguesía y los oportunistas del movimiento obrero participan en esta manipulación del marxismo. Omiten, oscurecen o distorsionan el lado revolucionario de esta teoría, su alma revolucionaria. Ponen en primer plano y ensalzan lo que es o parece aceptable para la burguesía.

Lenin, The State and Revolution, 1917

Han pasado 100 años desde que el cuerpo de Lenin fue embalsamado y expuesto públicamente en Moscú, un gesto grotesco de una burguesía "roja" que fue de la mano de la distorsión sistemática de la contribución real de Lenin al movimiento socialista. Los tiempos han cambiado y el Estado ruso ya no considera a Lenin como su "padre fundador", sino que lo considera personalmente responsable de la desintegración de su Imperio, mientras que en muchos países del antiguo Bloque del Este se están retirando estatuas de Lenin como parte de la "des-comunización". Por tanto, el centenario de la muerte de Lenin no será un acontecimiento importante.

Sin embargo, en el mundo actual de crisis y guerra, la idea del "comunismo" parece más popular de lo que lo ha sido durante décadas, especialmente entre las generaciones jóvenes. Así pues, para quienes ven la necesidad de un mundo más allá del capitalismo, este equívoco aniversario es una ocasión para volver sobre el hombre cuyo nombre quedó ineludiblemente envuelto con la idea de "comunismo".

Lenin, organizador colectivo

En 1870, Lenin nació como Vladimir Ilich Ulianov en el seno de lo que hoy se describiría como una familia acomodada. Su padre era siervo, pero estudió en la universidad y se hizo profesor. Su madre, aunque también era maestra, dedicó gran parte de su tiempo a la crianza de los hijos. Lenin tuvo siete hermanos, dos de los cuales murieron en la infancia. A pesar de la orientación liberal conservadora de sus padres, cinco de sus hijos participaron activamente en el movimiento socialista. El hijo mayor, Aleksandr Ulianov, se unió a Narodnaya Volya mientras estudiaba en la universidad; fue arrestado, acusado de planear un asesinato y ejecutado por las autoridades zaristas en 1887. Fuera o no ésta la motivación directa del interés inicial de Lenin por el socialismo, durante los dos años siguientes estuvo hurgando en las bibliotecas locales en busca de libros radicales, encontrando el camino hacia las obras de Nikolay Chernyshevsky y, finalmente, El Capital de Karl Marx, entrando pronto él mismo en contacto con los círculos de estudio narodnik y marxistas.

En aquella época, el movimiento socialista en Rusia consistía en una red políticamente heterogénea de células revolucionarias y círculos de estudio repartidos por todo el Imperio. Lenin se sintió especialmente atraído por las ideas marxistas del grupo Emancipación del Trabajo, animado, entre otros, por Georgi Plejánov y Vera Zasúlich. Lenin fundó su propia Liga de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera en 1895, y pronto fue detenido. En la cárcel y en el exilio estudió la cuestión económica para refutar el atractivo de las ideas narodnik dentro del movimiento socialista (que seguirían perdurando con la creación del Partido Socialista Revolucionario, o SR). Llegó a las siguientes conclusiones:

  • las relaciones sociales capitalistas se habían impuesto en Rusia;
  • la clase obrera, y no el campesinado más numeroso, se convertiría en la fuerza dirigente de la futura revolución;
  • esta revolución combinaría tareas socialistas (lucha contra la clase capitalista para destruir el sistema de clases) y democráticas (lucha contra el absolutismo para conquistar la libertad política);
  • los revolucionarios dispersos por toda Rusia debían reunirse en un solo partido unido para hacer frente a las tareas que se avecinaban.

Lenin no fue el único en impulsar la unificación del movimiento socialista y en 1898 se celebró en Minsk el Primer Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (RSDLP). Sin embargo, debido a la represión policial y a las disputas internas, el nuevo RSDLP sólo existía de nombre. Las denuncias de Lenin del revisionismo y el economicismo, sus intentos de hacer de Iskra un órgano central del partido, la publicación de ¿Qué hacer? en 1902, todo debe entenderse en este contexto. En aquella época, Lenin insistía en una organización altamente centralizada de revolucionarios profesionales para establecer un partido política y organizativamente coherente, capaz de intervenir en el movimiento de clase en ascenso en Rusia. En el curso de su lucha por crear este partido, Lenin se enemistaría con algunos de sus aliados hasta entonces y, en el II Congreso del RSDLP en 1903, surgieron dos facciones del partido -bolcheviques y mencheviques- en torno a la definición aparentemente trivial de lo que constituye un miembro del partido. Sin embargo, detrás de esto había diferencias políticas reales, que se pusieron de manifiesto en la revolución de 1905.

Lenin, revolucionario internacionalista

Los acontecimientos de 1905 comenzaron de forma bastante inocua: una manifestación pacífica de obreros y campesinos, dirigida por el sacerdote ortodoxo convertido en espía de la policía, el padre Gapon, pretendía entregar una petición al zar. En lugar de ello, fueron recibidos a tiros. La masacre que siguió cautivó la imaginación popular en todo el Imperio ruso, desencadenando protestas, huelgas, insurrecciones y, por supuesto, la creación de consejos obreros (soviets). 1905 fue una prueba de fuego para todas las organizaciones que pretendían convertirse en la voz de la clase obrera.

Lenin estaba en el exilio cuando estalló la revolución de 1905, aunque siguió de cerca los acontecimientos, al tiempo que estudiaba las revoluciones de 1789, 1848 y 1871. Enviaba consejos a sus camaradas bolcheviques que, en las calles y fábricas del Imperio ruso, llamaban a extender la huelga, a que los obreros se armaran, a que los soldados se volvieran contra su gobierno. Tras la proclamación del Manifiesto de Octubre por el zar -que prometía la creación de la Duma (parlamento), así como la libertad de expresión y asociación-, Lenin regresó a Rusia. Reconoció que el partido tenía que abrirse a los nuevos elementos de la clase obrera y luchó por transformarlo sobre la base del centralismo democrático, asegurándose de que todos los órganos superiores fueran elegidos, rindieran cuentas y estuvieran sujetos a revocación. Los bolcheviques y los mencheviques seguían formando parte técnicamente del mismo partido, pero las elecciones a la Duma empezaron a revelar la profundidad del cisma. Mientras los bolcheviques llamaban a la insurrección y a la instauración de una "dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y el campesinado", destacados mencheviques como Plejánov y Pável Axelrod proponían ahora una alianza parlamentaria con los elementos progresistas de la burguesía (como los del Partido Democrático Constitucional o Kadetes).

En este periodo de fervor revolucionario, los bolcheviques se establecieron como una organización dinámica y en 1907 contaban con más de 40.000 miembros, la mayoría de ellos obreros. Lenin observó que las tácticas formuladas en su infame panfleto de 1902, aunque sentaban las bases de la coherencia política y organizativa, habían quedado obsoletas. El periodo de la contrarrevolución, desatado por el zar al revertir todas las reformas liberales, también planteó nuevos problemas. Las detenciones masivas truncaron el RSDLP, contribuyendo a un mayor fraccionalismo. Lenin se vio obligado a exiliarse de nuevo, donde entabló polémicas sobre la organización del partido (contra Axelrod y los liquidadores mencheviques), la ortodoxia marxista (contra Alexander Bogdanov y la influencia del Machismo(1) entre los bolcheviques) y el derecho de las naciones a la autodeterminación (contra Rosa Luxemburg y sus seguidores en los partidos polaco, alemán y ruso).

El resurgimiento gradual del movimiento obrero en Rusia se vio interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Lenin se centró entonces en la escena internacional: trató de entender las razones del colapso y la traición de la II Internacional y de explicar la naturaleza del imperialismo capitalista. En las conferencias de Zimmerwald y Kienthal se erigió en figura clave de la oposición internacionalista a la guerra, luchando por la reagrupación de los revolucionarios en una III Internacional. El estallido de la Revolución de Febrero le permitió regresar a Rusia y confirmó sus perspectivas.

Lenin llegó a la conclusión de que los soviets, que volvían a surgir en todo el Imperio ruso, podían permitir la toma del poder por parte de la clase obrera, y al enlazar con las revoluciones en el Occidente más avanzado, el socialismo podía ponerse a la orden del día. Sus llamamientos a la insurrección fueron resistidos inicialmente por algunos miembros del partido, pero fueron asumidos con entusiasmo por las bases bolcheviques. Los bolcheviques crecían en número, llegando a ser un partido de unos 200.000 miembros, agitando a favor de "todo el poder para los soviets" y convirtiéndose gradualmente en una fuerza política líder dentro del movimiento. El estallido de la Revolución de Octubre marcó el inicio de una oleada revolucionaria en todo el mundo.

Lenin, jefe de gobierno

Tras un tumultuoso proceso, el II Congreso Panruso de los Soviets aprobó la transferencia del poder a sí mismo, eligió un nuevo Comité Ejecutivo Central (VTsIK) y le encargó la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom). Lenin fue elegido presidente de este nuevo órgano. Los bolcheviques se reorganizaron en el Partido Comunista Ruso e iniciaron los preparativos para la creación de una Tercera Internacional. En los seis primeros meses después de octubre, el principio soviético se extendió por toda Rusia y los obreros y campesinos empezaron a acabar con el sistema de explotación y opresión. No había un modelo a seguir: la Comuna de París, el precedente histórico más cercano, sólo duró 72 días antes de ser brutalmente reprimida. Sin embargo, el entusiasmo revolucionario inicial no podía ocultar la realidad objetiva. La Rusia que heredaron los obreros estaba acosada por el hambre y las epidemias, y su economía hecha trizas tras años de guerra y revolución. No sólo eso, a falta de revoluciones exitosas en otros lugares, la intervención imperialista se vislumbraba ahora en el horizonte.

El Tratado de Brest-Litovsk de marzo de 1918 fue la primera retirada significativa. Como argumentó Lenin, el avance de las tropas alemanas, a pocas semanas de entrar en Petrogrado, no dejaba otra opción que firmarlo. Sin embargo, la decisión provocó una oposición generalizada dentro del partido y causó una ruptura con los eseristas de izquierda (que, en apoyo del poder soviético, sólo se habían separado de su partido madre después de que el II Congreso Panruso de los Soviets aprobara el poder soviético). Los eseristas de izquierda se retiraron del Sovnarkom y organizaron un levantamiento para reanudar la guerra contra Alemania. El folleto de Lenin Las tareas inmediatas del gobierno soviético fue un punto de inflexión en su pensamiento: ante una situación tan grave, la tarea consistía ahora en "maniobrar, retroceder, esperar, construir lentamente, endurecer sin piedad, disciplinar rigurosamente, aplastar la laxitud". En agosto de 1918, tras hablar en una reunión en una fábrica, Lenin fue tiroteado por un partidario de la recién disuelta Asamblea Constituyente. Con Lenin aparentemente al borde de la muerte, el Sovnarkom decidió hacer frente al Terror Blanco con el Terror Rojo.

La esperanza de que la paz con Alemania proporcionara un "respiro" hasta que el aislamiento de la Revolución Rusa se rompiera por revoluciones en otros lugares resultó ser efímera. La revuelta de la Legión Checoslovaca, la intervención aliada en el norte, las conquistas de los ejércitos blancos de Kolchak, Wrangel y Denikin, todo ello desencadenó una larga y sangrienta guerra civil. En 1920, las principales amenazas internas al poder soviético habían sido derrotadas, lo que creó brevemente la esperanza de un nuevo periodo de "construcción pacífica", sólo para que la ofensiva polaca y ucraniana desencadenara una nueva guerra. En esos años, la Rusia soviética adoptó una mentalidad de asedio: el Ejército Rojo se convirtió en una masa de reclutas dirigidos por antiguos oficiales zaristas, las tendencias políticas rivales fueron reprimidas por la Cheka, se introdujo la dirección unipersonal en la industria y se impuso la requisición de grano en el campo. Mientras tanto, la nueva III Internacional estaba cada vez más dominada por los intereses de la diplomacia rusa. En respuesta al fracaso de las revoluciones fuera de Rusia, empezó a hacer propuestas a la socialdemocracia en Occidente y a los movimientos nacionalistas en Oriente.

Dentro del partido, surgieron varias oposiciones que expresaron su preocupación por la dirección que se estaba tomando (la revista Kommunist, el Grupo del Centralismo Democrático, la Oposición Militar, la Oposición Obrera, el Grupo Obrero). En respuesta, Lenin subrayó que los revolucionarios debían aprender no sólo a avanzar, sino también a retroceder. Aunque intentó aceptar algunas de sus sugerencias, se opuso a estos grupos. Pero también se opuso a algunos de los excesos de la dirección del partido (por ejemplo, Trotsky sobre la militarización del trabajo, y Stalin sobre Georgia). En última instancia, y contra todo pronóstico, se aseguró la existencia de la Rusia soviética, pero a un gran coste: la pérdida gradual de su carácter soviético. Las condiciones de guerra y represión socavaron la democracia obrera. Los soviets locales no se reunían y, cuando lo hacían, era principalmente para refrendar las decisiones tomadas desde arriba. El Sovnarkom, en lugar de ser un órgano que recibía su autoridad de los soviets, se convirtió en un poder por encima de los soviets. El levantamiento de Kronstadt en 1921 fue un síntoma de esta evolución. Su trágica supresión fue seguida por la introducción de la Nueva Política Económica (NEP), que Lenin vio como otro retroceso necesario. Se suponía que la apertura de la economía de guerra a las fuerzas del mercado abordaría la dislocación económica producida por años de agitación y ayudaría a reconstruir una base de clase obrera.

En los últimos escritos de Lenin hay un sentimiento de consternación por la falta de progreso de la revolución y la insuficiencia de las instituciones que había creado. Propuso varias reformas administrativas para atraer a más trabajadores al funcionamiento del sistema como alternativa a la podredumbre burocrática. Pero, tras sufrir dos infartos en 1922, Lenin quedó paralizado. Bajo una intensa supervisión que equivalía al arresto domiciliario a manos del aparato estatal que ahora cuestionaba, no pudo hacer más que dictar sus últimos deseos a un secretario. Una tercera apoplejía en marzo de 1923 puso fin a su activa vida política, y el 21 de enero de 1924 cayó en coma y falleció.

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Leninismo

La biografía de Lenin, aquí sólo resumida, pinta un cuadro complejo: montado en la ola revolucionaria, no pudo sino caer con ella cuando se vino abajo. La forma en que cayó, y lo que él, como individuo, podría haber hecho de otra manera, será un punto de controversia mientras la Revolución Rusa siga siendo un tema de interés. Sin embargo, esto es sólo la mitad de la historia. Una vez que el poder soviético se transformó en un partido-estado, un hecho consumado cuando Lenin estaba en su lecho de muerte, comenzó la lucha por quién lo dirigiría.

Si antes el término "leninismo" se utilizaba coloquialmente, ahora había una lucha por convertirlo en una ideología oficial, surgiendo interpretaciones opuestas en panfletos como Fundamentos del leninismo de Stalin (1924) e Introducción al estudio del leninismo de Zinóviev (1925). Ya en marzo de 1923, se formó un Instituto Lenin, dirigido por Kámenev, con el objetivo de promover el "leninismo" dentro y fuera del partido. A través de la llamada "leva Lenin", el triunvirato Stalin-Zinóviev-Kámenev inundó el partido con cerca de medio millón de miembros inexpertos, más fáciles de manipular en su lucha fraccional contra Trotski. En 1924 se celebró el V Congreso de la III Internacional, el primero en el que Lenin estuvo completamente ausente. Llamó a la "bolchevización" de los partidos de la III Internacional en el espíritu del "marxismo-leninismo", contra los "peligros de la derecha" y las "desviaciones ultraizquierdistas". En cuanto a Trotsky, Luxemburg, Amadeo Bordiga, Herman Gorter y Anton Pannekoek, las Tesis sobre la bolchevización de los partidos comunistas (1925) afirmaban: "Cuanto más cerca están estos dirigentes políticos del leninismo, más peligrosas son sus opiniones en aquellos aspectos en los que no coinciden con el leninismo". En 1926 se creó en Moscú una Escuela Lenin para enseñar a los cuadros del partido de todo el mundo el arte de la "bolchevización".

La bolchevización ... significa la victoria ideológica final del marxismo-leninismo (o en otras palabras, el marxismo en el período del imperialismo y la época de la revolución proletaria) ... La muerte de Lenin debe dar un impulso tan grande a la propaganda de la teoría del marxismo-leninismo en todas las secciones de la Internacional Comunista, como lo ha hecho en el Partido Comunista Ruso...

Tesis del V Congreso de la Comintern sobre las actividades de propaganda de la IC y sus secciones, julio de 1924

Mediante maniobras y expulsiones, los partidos de la III Internacional se transformaron en fieles portavoces de Moscú. En 1928, Stalin se impuso en la lucha por el poder y su teoría del "socialismo en un solo país" se convirtió en política de Estado con la introducción de los planes quinquenales. En la década de 1930 dio el golpe de gracia exterminando físicamente a sus enemigos políticos e incluso a antiguos aliados en la Gran Purga, entre ellos muchos antiguos bolcheviques. La ideología del "marxismo-leninismo" se exportó a todo el mundo a través de la propaganda y la fuerza militar, encontrando especial resonancia en las regiones subdesarrolladas (la principal de ellas China), donde el control estatal, la colectivización y la industrialización podían servir como medios para un rápido desarrollo capitalista. Tras la muerte de Stalin en 1953, la clase dominante en Moscú intentó exonerarse con la "desestalinización" oficial y un "retorno al leninismo", aunque en lugares como China y Albania esto fue denunciado como "revisionismo". En cualquier caso, la narrativa oficial tanto en el Este como en el Oeste ha mantenido desde entonces que las diversas "repúblicas populares" y los llamados "Estados socialistas" eran, de una forma u otra, el legado de Lenin. Esta interpretación es lo único que une no sólo a liberales y conservadores, estalinistas y maoístas, sino también a muchos anarquistas y consejistas.

Sin embargo, hay algunas tendencias que siempre han subrayado la distinción entre la Rusia de Lenin y la Rusia de Stalin. La más famosa es la del exiliado Trotsky y sus seguidores, que sin embargo veían en el estalinismo sólo una reacción termidoriana y no todavía la contrarrevolución. La menos conocida, pero más crítica, es la de nuestros predecesores de la izquierda comunista italiana.

Nuestro “Leninismo” y el suyo

A menudo se ha acusado a nuestra tendencia de ser demasiado "leninista" o de no ser suficientemente "leninista". Hoy tendemos a no usar la etiqueta - crea más confusión que claridad. Los compromisos que Lenin defendió en el contexto del aislamiento de la revolución son a los que más se apela en nombre del "leninismo", tanto por los detractores de Lenin como por sus epígonos. Estos últimos confunden el hecho de que el compromiso puede ser impuesto por la realidad objetiva, con un programa político que toma el compromiso como punto de partida. Nuestros predecesores, que acababan de fundar el Partido Comunista Internacionalista en plena Segunda Guerra Mundial, cuando la lucha de clases se reavivaba en las fábricas del norte de Italia, lo veían de otra manera:

el Lenin que más nos fascina y estimula nuestro pensamiento no es el Lenin táctico -una figura importante, no obstante- que al timón del primer Estado proletario maniobró hábilmente entre los escollos de un mundo burgués, un enemigo feroz, a la espera de una nueva oleada revolucionaria que preveía que se acercaba. Tampoco es el Lenin de la NEP, el Lenin del compromiso con las fuerzas aún supervivientes del capitalismo ruso, un ingenioso y muy peligroso expediente que él siempre consideró una dolorosa retirada, un alto en la marcha de la revolución. Lenin, nuestro Lenin, el Lenin de la situación actual, es el de las Tesis de Abril y la insurrección de Octubre. Y es en este momento de su vida como teórico, político y dirigente cuando nos gusta recordarlo, veinte años después de su muerte.

Lenin Oggi, Prometeo, 1 de Febrero de 1944

"Nuestro" Lenin se puede resumir en tres puntos, que también indican dónde podemos basarnos críticamente en su experiencia.

  • El partido: Lenin insistió en la necesidad de una organización política que dirigiera la lucha de clases. A menudo se ha descrito a los bolcheviques como un partido homogéneo y dogmático, pero esto es un mito estalinista. Fue una organización que evolucionó con el tiempo, respondiendo siempre a las circunstancias cambiantes.
  • Los soviets: Ya en 1905 Lenin especuló con que tanto el partido como los soviets desempeñarían un papel necesario en la revolución que se avecinaba. Desarrolló aún más esta noción en 1917. Lenin, en su mejor momento, comprendió que lo que hacía de la Rusia soviética un "Estado obrero" era la existencia de este poder soviético.
  • Internacionalismo: Lenin comprendió las implicaciones internacionales de una revolución socialista y luchó contra las tendencias chovinistas, nacionalistas y socialpatriotas dentro del movimiento obrero. Tenía claro que el capitalismo había entrado en una nueva época imperialista, y que sólo se podía oponer a la guerra imperialista mediante la lucha de clases revolucionaria por el socialismo.

Lenin se convirtió en un influyente líder del partido, pero al fin y al cabo era un miembro del partido como cualquier otro. Se enfrentó a críticas, a veces se encontró en minoría y tuvo que luchar para transmitir sus opiniones. Gavril Miasnikov, un joven militante que se unió a los bolcheviques en 1906, describió la vida del partido desde su creación hasta 1921 con las siguientes palabras:

Los bolcheviques no temían la crítica, ni la contracrítica, ni sus consecuencias. ¡Abajo todos los iconos! En los congresos, conferencias, comités locales o centrales no se prohíbe la crítica. ¡Al contrario! Los bolcheviques tuvieron el valor de proteger el ejercicio de un amplio derecho de las minorías a publicar textos dirigidos contra las instituciones del partido, y así trataron de fortificar la lucha, de mantenerla libre y limpia de toda charlatanería, de todo chisme y de todo escándalo, de situarla en el nivel que corresponde a una lucha de convicciones. ... Entre 1905 y 1917, esta práctica bolchevique pasó por el crisol de tres revoluciones. La estructura interna del partido estaba estrictamente ligada a las fuerzas vivas de la revolución, y esto condujo a las mayores y más gloriosas victorias que el mundo haya visto jamás.

Miasnikov, El último engaño, 1930

La premisa de Octubre fue siempre la extensión relativamente rápida de la revolución fuera de las fronteras de Rusia. Un bastión revolucionario económicamente atrasado no podía hacer más que servir de inspiración a la clase obrera de otros lugares:

El poder soviético es un nuevo tipo de Estado sin burocracia, sin policía, sin ejército regular ... En Rusia esto apenas ha comenzado y ha comenzado mal. ... Debemos mostrar a los trabajadores europeos exactamente lo que nos hemos propuesto, cómo nos lo hemos propuesto, cómo hay que entenderlo; eso les enfrentará a la cuestión de cómo hay que alcanzar el socialismo. Deben verlo por sí mismos: los rusos han comenzado algo que vale la pena hacer; si ellos lo están haciendo mal, nosotros debemos hacerlo mejor. ... confiamos en que los trabajadores europeos podrán ayudar una vez que hayan entrado en ese camino. Harán lo que estamos haciendo, pero lo harán mejor, y el centro de gravedad se desplazará del punto de vista formal a las condiciones concretas.

Lenin, Informe sobre la revisión del programa y sobre el cambio de nombre del Partido, 8 de marzo de 1918.

La tragedia de la Revolución Rusa fue que esta ayuda nunca llegó. En estas circunstancias, el Partido Comunista Ruso, la III Internacional y la propia Rusia soviética empezaron a adoptar cada vez más políticas de emergencia y provisionales.

Los bolcheviques han demostrado que son capaces de todo lo que puede aportar un auténtico partido revolucionario dentro de los límites de las posibilidades históricas. No deben hacer milagros. Una revolución proletaria modélica e impecable en un país aislado, agotado por la guerra mundial, estrangulado por el imperialismo, traicionado por el proletariado internacional, sería un milagro. ... En este sentido, suyo es el inmortal servicio histórico de haber marchado a la cabeza del proletariado internacional con la conquista del poder político y la colocación práctica del problema de la realización del socialismo, y de haber adelantado poderosamente el arreglo de la cuenta entre el capital y el trabajo en el mundo entero. En Rusia, el problema sólo podía plantearse. No podía resolverse en Rusia. Y en este sentido, el futuro pertenece en todas partes al "bolchevismo".

Rosa Luxemburg, La revolución rusa, 1918

Las semillas de la degeneración del proceso revolucionario estaban ahí desde el principio. En marzo de 1918, los bolcheviques eran el único partido representado en el Sovnarkom, y en los años siguientes establecieron un dominio cada vez mayor sobre el VTsIK (a veces mediante la manipulación de las elecciones), mientras que los soviets locales se vaciaban. De hecho, los bolcheviques se convirtieron en el único partido gobernante y la distinción entre el partido y el Estado fue desapareciendo cada vez más. En 1922 Lenin reconoció que había que separar la maquinaria del partido de la maquinaria gubernamental, pero los remedios que propuso nunca se hicieron realidad y, de todos modos, llegaron demasiado tarde: sólo una reactivación del poder soviético podría haber cambiado las cosas, pero para ello habría sido necesaria una reactivación de la oleada revolucionaria. Se estaban inventando nuevas justificaciones ideológicas para explicar la situación (Lenin argumentaba ahora que la dictadura del proletariado no podía ser ejercida por el conjunto de la clase, sino sólo por su vanguardia, es decir, el partido; Trotsky llegó más tarde a la conclusión de que era la propiedad nacionalizada lo que hacía de la Rusia soviética un "estado obrero"). Mientras tanto, la democracia de partido había sufrido considerablemente durante el periodo de la guerra civil, aunque ni siquiera la introducción de la prohibición de las facciones en marzo de 1921 acabó inmediatamente con ella. Sin embargo, en los dos años siguientes el Politburó y el Secretariado del Partido se habían convertido en poderes en sí mismos, socavando la autoridad del Congreso del Partido e incluso de su Comité Central. Esto creó una situación en la que el poder estaba esencialmente centralizado en manos de Stalin y su camarilla.

A la luz de esto, insistimos en que la internacional del futuro no puede ser un gobierno en espera. Es la clase obrera en su conjunto la que construye la nueva sociedad a través de los órganos colectivos de poder -como los consejos obreros- que crea en el curso de su lucha. La internacional tiene que ser una guía para el movimiento más amplio y, en este sentido, pretende ganar audiencia y ejercer influencia en los órganos colectivos de poder, pero no puede sustituir a esos órganos ni disolverse en ellos, como hicieron los bolcheviques. Hacerlo significaría atar su destino al bastión revolucionario, y dejar de ser un punto de referencia revolucionario para el movimiento global si el bastión revolucionario sucumbiera a las fuerzas capitalistas.

Otro punto de controversia que tiene mucha importancia hoy en día es la defensa de Lenin del derecho a la autodeterminación nacional. Esto se ha interpretado a menudo como un apoyo a la autodeterminación nacional en abstracto. Sin embargo, se opuso a la autodeterminación nacional en los casos en que consideraba que servía a objetivos reaccionarios, y planteó la cuestión en los siguientes términos:

Los socialdemócratas de las naciones opresoras deben exigir que las naciones oprimidas tengan derecho a la secesión, pues de lo contrario el reconocimiento de la igualdad de derechos de las naciones y de la solidaridad internacional de la clase obrera no sería más que palabrería vacía, pura hipocresía. Por otra parte, los socialdemócratas de las naciones oprimidas deben conceder una importancia primordial a la unidad y a la fusión de los obreros de las naciones oprimidas con los de las naciones opresoras; de lo contrario, estos socialdemócratas se convertirán involuntariamente en aliados de su propia burguesía nacional.

Lenin, El proletariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación, 1915.

La segunda condición es a menudo olvidada por muchos de los llamados "leninistas" que, retomando la idea de los frentes "unidos" y "populares" de la degenerada III Internacional, no ven ningún problema en las alianzas con la burguesía nacional. Por nuestra parte, desde los tiempos de Lenin hemos visto cómo toda guerra nacional se entrelaza inevitablemente con la competencia imperialista. Si Lenin sostenía que las guerras nacionales aún eran posibles en la época imperialista, aun sabiendo que también podían transformarse en guerras imperialistas, el desarrollo del capitalismo ha dado la razón a Luxemburg y a sus camaradas:

En esta era de imperialismo sin trabas, ya no puede haber guerras nacionales. Los intereses nacionales sólo sirven como método para engañar a las masas trabajadoras a fin de hacerlas útiles a su enemigo mortal, el imperialismo. ... Las pequeñas naciones, cuyas clases dominantes son apéndices y accesorios de sus camaradas de clase en las grandes naciones, no son más que peones en el juego imperialista de las grandes potencias. Ellos también, como las masas trabajadoras, están siendo mal utilizados como herramientas durante la guerra, y serán sacrificados a los intereses capitalistas después de la guerra.

Luxemburgo, O bien, 1916

Como siempre repetimos, la Revolución Rusa no es un modelo a copiar, sino una lección de la que aprender. El partido-Estado al que finalmente dio lugar ha dejado un legado del que el movimiento obrero no se ha recuperado hasta el día de hoy. Y, frente a la contrarrevolución, pocos de sus participantes preservaron indemnes su integridad, Lenin incluido. Pero en un momento en el que nos enfrentamos de nuevo a un impulso mortal hacia la guerra, en un planeta enfermo por los intereses del beneficio, el mejor legado que Lenin podría legar hoy sería que las generaciones futuras "lo hicieran mejor" como él una vez esperó que lo hicieran los trabajadores y revolucionarios de fuera de Rusia.

Dyjbas
Communist Workers’ Organisation
Diciembre 2023
Traducción: balanceyavante.wordpress.com

Notas:

(1) Con Machismo se refieren a la filosofía de Ernst Mach, Richard Avenarius y George Berkeley, es decir, empiriocriticismo.

Lecturas complementarias:

Monday, January 22, 2024

Revolutionary Perspectives

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