No podemos impedir la guerra sin derribar el capitalismo

Firenze - Forum Sociale Europeo - 6-10 novembre 2002

Una vez más el imperialismo EU está al borde de desencadenar una orgía de muerte y destrucción contra la población iraquí. De nuevo Saddam Hussein es el enemigo número uno y la principal amenaza a la paz y la democracia. En realidad, Saddam ha sido muy útil cuando se trataba de matar por cuenta de su régimen y del imperialismo occidental y soviético miles de proletarios iraníes e irakíes. También ahora resulta muy útil (del mismo modo que en 1991) como cobertura hipócrita de los traficantes de la guerra, con arreglo a los cuales Irak dispondría de un temible arsenal de armas de destrucción masiva. Muy pronto se ha echado en el olvido que, tras doce años de embargos y bombardeos, la población irakí ha quedado exhausta y la sociedad ha involucionado decenios.

Al igual que en 1991 en Kosovo y hoy en Afganistán, lo que está en juego aquí es quién ejerce el control del petróleo y de la renta financiera unida al mismo. En pocas palabras, está en juego la continuidad de la supremacía global del imperialismo EU, hoy confrontada por los imperialismos rivales, especialmente por la Unión Europea, Rusia, China y Japón. En efecto, aunque no presentan una abierta oposición a los USA, todas estas potencias se muestran impacientes con una situación en la que están forzadas a pagar el petróleo en dólares y a otorgarle a los EU el privilegio de una gigantesca renta financiera. El resultado de esta creciente rivalidad imperialista es la lucha por establecer un mercado alternativo del petróleo, cuyo punto de partida estaría en Irán e Irak. Dicha aspiración no podrá concretizarse mientras sobre esos dos países continúe pesando el embargo US.

La agravación de la contienda imperialista es un resultado directo de la crisis capitalista, la cual, en tanto que recrudece y multiplica las semillas de guerra, intensifica adicionalmente la arremetida global contra las condiciones de vida y de trabajo del proletariado, cuyas consecuencias son: el aumento de la desocupación, la precarización del empleo, los bajos salarios y la erosión de la inversión estatal en los sistemas de protección social y educación. La clase trabajadora encara la superexplotación que sigue a la caída de la tasa de ganancia y al fomento de una especulación financiera en crecimiento. El incremento de la explotación y de la guerra imperialista han sido siempre los dos derroteros fijados por la marcha del capitalismo en la búsqueda de una salida a sus crisis.

Hoy, en el curso de un periodo de crisis, los reformistas manifiestan su impotencia para resolver los enormes problemas de la humanidad explotada y oprimida y de un mundo que marcha hacia la destrucción. Genéticamente incapaces de entender los mecanismos del capital, los reformistas se engañan a sí mismos y a los demás acerca de la existencia de un capitalismo de “rostro humano” (con comercio justo, equitativo y “solidario”, con ingresos dignos de los ciudadanos, etc). Se engañan a sí mismos y a los demás acerca de la verdadera naturaleza del Estado y de la democracia burguesa y, en sus sueños, fantasean con una Europa más democrática y pacifista que los US. Para decirlo brevemente: se adhieren a un reformismo que cree estar en situación de rescatar e integrar en su estrategia precisamente a aquellos sindicatos que, a nivel Europeo y mundial, han aceptado e impuesto a la clase obrera mundial ataques cotidianos bajo la bandera del denominado neo-liberalismo.

El drama actual consiste en que el reformismo le deja abierto el camino - involuntariamente, por supuesto - a feroces represiones de las masas (como ha sucedido, en efecto, en Génova-2001). Es preciso subrayar, por tanto, que ni la sociedad civil ni el empleo de las instituciones burguesas por los partidos parlamentarios de la izquierda ni la multitud anónima que simplemente marcha a lo largo de las calles, poseen capacidad para oponerse en realidad a la explotación y la guerra.

Únicamente la lucha de la clase trabajadora en las fábricas, en los lugares de trabajo y en las calles puede hacerlo efectivamente y sólo si está genuinamente auto-organizada y se mantiene fuera de y en contra de la lógica sindical.

Sólo un partido revolucionario organizado a escala internacional, un partido que haya criticado al reformismo y a lo stalinismo, puede mostrar el camino para mejorar el mundo.

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BIPR