Decadencia, descomposición, productos de la confusión

La guerra en Irak, como las otras que se presentan diseminadas en el mundo, encontrarían, para algunos que insisten en llamarse marxistas, su razones en motivos “estratégicos” que poco tendrían o nada tendrían que hacer con los intereses económicos de la potencias en juego. Es necesario entonces, antes que nada, aclarar que se entiende por “estratégicos”.

Cualquier diccionario dice que estratégico significa “referente a la estrategia”, la cual a su vez, es el “ramo del arte militar que trata de la conducta de la guerra” (Zingarelli) o, en sentido figurado, “habilidad para lograr el objetivo deseado en situaciones no fáciles”. Por consiguiente para aquellos la guerra en Irak y otras similares serían momentos de una guerra diferente, más amplia, cuyas causas continúan, sin embargo, ocultas. Los más refinados entre tantos “marxistas” hicieron como que encontraron las causas de estas guerras en el imperialismo, en el conflicto de intereses imperialistas. Se leen frases de este tipo:

Hoy, Alemania percibe la actual aventura americana en Irak como una amenaza real a sus intereses en una zona que fue central para sus ambiciones imperialistas en la Primera Guerra Mundial. Ésta, por tanto, ha lanzado un desafío más explícito de lo que hasta ahora había hecho a los Estados Unidos.

Se deduce bien o mal que los intereses, es innecesario decir que imperialistas, en juego son los mismos de la Primera Guerra Mundial. También en este caso, o con mayor razón se debería esperar una explicación de cuales son esos intereses imperialistas que no cambiaron a más de ochenta años de distancia. Pero no es así.

Ha llegado el momento de explicitar a que nos referimos. Pues bien, no obstante que hemos declarado que no estamos interesados en ningún debate/confrontación con la CCI es la Resolución de su XV Congreso que examinamos, para demostrar una vez más, si todavía fuese necesario, lo ajeno que es ésta al método y la doctrina marxista.

¿Risk (1) o crítica de la economía política?

Las tesis de la no. 6 a la no. 9 son más parecidas a la descripción de una partida de Risk que de la dinámica de los años setenta en adelante, además que incluir perlas de vacuidad como la frase siguiente (de las Tesis no. 8):

El abandono de estas instituciones del “derecho internacional” representa un avance significativo en el desarrollo del caos en las relaciones internacionales.

Queriendo ser más benévolo, muchas de las tesis expresadas se parecen enormemente a los escritos de “geopolítica” de revistas como Limes, con continuas referencias a la legitimidad de las justificaciones de la guerra, al debilitamiento de la autoridad política de los EE.UU., etc. y sin ninguna referencia al contenido real y concreto de los intereses imperialistas. Dichas revistas presentan ciertamente sus intereses, pero no pretenden utilizar el arma de la crítica que prepara la crítica de las armas. Tanto la primera como la segunda guerra mundial fueron definidas por los comunistas como imperialistas porque provinieron de frentes contrapuestos impulsados por intereses específicos cabalmente contrapuestos. Pero de ahí a decir que los intereses eran los mismos es algo muy distinto.

Está claro para todos que si decimos que en un régimen capitalista una revolución industrial, y por tanto de los procesos productivos, tiene siempre por efecto el aumento de la productividad del trabajo, decimos una verdad general en nada dice sobre la especificidad de las revoluciones industriales mismas. No obstante que la especificidad cuentan bastante, dado que la última, que definimos del microprocesador, no sólo no ha creado nuevos sectores de producción a diferencia de las precedentes, a manera de compensar la pérdida de otros, superados, sino que también ha reducido el costo de las innovaciones, sobre todo el costo del capital constante disminuyendo así el aumento de la composición orgánica del capital.

Los intereses en juego en las guerras del imperialismo cambian también de una a otra. Queriendo esquematizar un poco, la Primera Guerra Mundial vio como preponderante el conflicto por los intereses coloniales de las potencias: una guerra por las materias primas; la Segunda Guerra Mundial vio como preponderante en cambio el conflicto sobre los mercados de salida de las mercancías; la tercera en preparación ve en su lugar la lucha, por mucho más importante, por los mercados financieros y, en última instancia, por la repartición de la renta, precisamente financiera.

Dos aclaraciones se imponen:

  1. No es una coincidencia que utilicemos el término preponderante, o más importante: significa que junto al motivo primario operan un conjunto de otros motivos, no excluyentes de aquellos que eran preponderantes en la guerra precedente. De modo que, si en la Segunda Guerra Mundial lo preponderante fue el conflicto por los mercados de salida de las mercancías, se jugó también, aunque de manera subordinada, sobre las fuentes de materias primas y sobre los mercados financieros. Y también la Tercera Guerra Mundial ve como preponderante la lucha sobre los mercados financieros, lo que no excluye a los mercados de salida de las mercancías y, sobre todo, las fuentes de las materias primas que están en juego y más bien se entrelazan con los motivos primarios (se piensa precisamente en el petróleo).
  2. Cuando algunos, y en particular la CCI, nos acusan de ver todas las guerras recientes en términos exclusivos de petróleo, hacen un poco la figura del estúpido en la historieta del dedo y de la luna. El petróleo y el dedo. Esto, lo hemos dicho, redicho y repetido, es importantísimo como fuente energética y materia prima de una industria enorme como es el complejo petroquímico, pero sobre todo es la materia prima de referencia que, intercambiada en todas partes en dólares, permite a la Reserva Federal imprimir dólares a placer, más allá de los denominados “fundamentales” económicos del país Estados Unidos, y con esto financiar el extraordinario déficit de la balanza comercial, y las igualmente extraordinarias deudas federales y privadas. Es esta posibilidad, la luna, que los EUA no pueden permitirse el lujo de perder, y para defenderla es esencial el control del petróleo mundial. Los EUA no pueden consentir que, por ejemplo, el euro empiece a reemplazar al dólar como medio de pago del petróleo: esto abriría una brecha en el frente de defensa de la renta americana que arriesgaría con hacerla desaparecer llevando a los EUA a una situación de un colapso peor, en valores absolutos, a la que vio la URSS justo antes de su caída.

¿Decadencia? ¡Confusión!

Después de no haber dicho nada sobre las causas motrices específicas de la guerra, la CCI pretende proporcionar la clave general de interpretación del complejo cuadro internacional, de guerras, fricciones, alianzas fluctuantes, etc. Y he ahí que aparece la decadencia:

La precipitación en el militarismo es la expresión por excelencia del impasse en el cual se encuentra el sistema capitalista, su decadencia como modo de producción. Como las dos guerras mundiales y la guerra fría entre 1949 y 1989, las guerras del período inaugurado en 1989 son las más flagrantes demostraciones del hecho de que las relaciones de producción capitalistas se han convertido en un obstáculo para el progreso de la Humanidad.

Tesis n. 12

Tal confusión de conceptos (o niveles de abstracción) merecerían ser reprobadas en una hipotética escuela elemental de marxismo: faltan aquí precisamente los denominados instrumentales mínimos. La sociedad - atención con los sujetos-se precipita en el militarismo cada vez que se avecinaba una guerra y esto desde los tiempos de las guerras napoleónicas, tiempos más militaristas es difícil encontrar. Es particularmente sobre la base de estas guerras que Carl von Clausewitz escribió su famoso libro Sobre la guerra que contiene la todavía más famosa frase “la guerra es la continuación de la política”. ¿Y desde entonces es que el modo de producción capitalista está en decadencia? Vaya, seamos serios. Tratándose de documentos presentados como resolutivos de congreso se espera algo mejor.

Meter juntas después las dos guerras mundiales, la guerra fría y las guerras sucesivas como demostración de que el capitalismo se ha convertido en un obstáculo al “progreso de la Humanidad” es una tontería.

Entre una y otra guerra (21 años) se tuvo una fuerte expansión de los medios productivos y se originaron progresos humanos de cierta relevancia: desde la revolución del transporte individual a la introducción de la cuántica y la relatividad en la ciencia... ¿Qué significa entonces lo del obstáculo al progreso de la Humanidad, manifiesto más bien desde 1914? Es verdad, una sociedad liberada de la esclavitud del trabajo asalariado lo habría hecho mejor y de manera diferente: no podemos estar satisfechos del desarrollo observado en la industria del automóvil y que la cuántica haya sido dirigida a chocar con la relatividad capitalista bloqueando la investigación científica en los límites de la rentabilidad. ¿Pero de que progreso humano se puede hablar si después de ventiún años de relativa paz si cayó nuevamente en una carnicería mundial, si en las guerras locales ocurridas en el curso de la guerra fría murieron más civiles que en la dos guerras mundiales mismas juntas, si dos terceras partes de la Humanidad sufren hambre y la situación está empeorando? Estamos, por tanto, ciertamente de frente a formas de conversión a la barbarie de la formación social, de sus relaciones sociales políticas y civiles, y además - desde los años noventa- el retroceso en la relación entre capital y trabajo (con el retorno a la consecución del plusvalor absoluto, además del relativo, al más puro estilo manchesteriano) pero esta “decadencia” no interesa al modo de producción capitalista, así como a su formación social en el presente ciclo de acumulación capitalista, en crisis desde hace más de 30 años. (2) Hacer cálculos con peras y zanahorias como si fueran iguales conduce siempre a la estupidez. Y éstas están siempre cargadas de otras, más... grandes como la de la “profundización cualitativa de la tendencia del capitalismo a la autodestrucción”, al final de la misma tesis 12.

De la decadencia a la descomposición

Y llegamos a la famosa descomposición. Ésta, en base a la tesis no. 13, habría sido iniciada por la implosión del boque soviético. Se afirma que:

el hundimiento del bloque estalinista no fue más que el hundimiento de una parte del capitalismo ya globalizado.

Decimos de entrada que la que puede parecer una aproximación “lexicológica” se revela como una aberración conceptual. Referirse, de hecho, a “una parte del capitalismo” en lugar de frente del imperialismo permite efectuar el pasaje “lógico”: si una parte del todo se hunde, el todo está en descomposición. Y, de hecho, la tesis 13 prosigue así:

y el período inaugurado por este terremoto no ha representado ningún florecimiento, ningún rejuvenecimiento del capitalismo; al contrario no puede ser comprendido sino como la fase terminal de la decadencia capitalista, la fase que llamamos de la descomposición, del ‘florecimiento’ de todas las contradicciones acumuladas por un orden social ya senil”

Regresa aquí la extrema desenvoltura en el razonamiento y en la evocación de los conceptos. El período abierto con el colapso de la URSS, por lo tanto, no ha representado el rejuvenecimiento del capitalismo (justísimo) pero entonces - se preguntaría cualquiera - ¿Qué cosa ha representado? Nosotros respondemos que ha representado un nuevo período de baraje de las cartas, o bien de la descomposición de los viejos frentes imperialistas y la reconstitución de nuevos, período que, por otra parte, todavía está en curso. La CCI, en cambio, no responde a la pregunta, pero dice que “no puede ser comprendido sino como...”. Lo que es un modo para introducir subrepticiamente aquel concepto descabellado de descomposición que nunca caracteriza la... “teoría” cciísta.

Y es en la tesis no. 14 que aprendemos los contenidos de novedad de esta nueva teoría, en donde leemos que:

El regreso de la crisis económica inaugurado a fines de los años sesenta había en efecto ya abierto un capítulo final en el ciclo clásico del capitalismo, crisis, guerra, reconstrucción, nueva crisis. De ahora en adelante se hizo virtualmente imposible para el capitalismo reconstruir después de una tercera guerra mundial, que habría significado la aniquilación de la humanidad o, por lo menos, una regresión de proporciones incalculables. La disyuntiva frente a la cual se encuentra hoy la humanidad no es más solamente revolución o guerra, sino revolución o destrucción de la humanidad.

Antes que nada notamos y subrayamos que la razón de la ausente (al menos hasta ahora) III Guerra ha cambiado. Han polemizado por años con nosotros diciendo que la guerra no estalló porque el proletariado mundial lo impidió, puesto que no ha sido derrotado y sigue atento y vigilante en el desarrollo de su conciencia. Nosotros decimos y continuamos diciendo que la guerra no estalló porque el frente imperialista occidental buscaba aún administrar su crisis y el oriental estaba tan débil también militarmente como para intentar salir de la suya atacando y golpeando al adversario. Y la administración occidental de la crisis la hemos estudiado, tanto en sus aspectos financieros, como en el terreno de la reestructuración realizada a partir de la ola de la revolución del microprocesador. Es innecesario decir que el período nuclear fungió como uno de los factores de enfriamiento de las tensiones, o bien, como un fuerte estímulo para los centros de comando del imperialismo para buscar soluciones alternativas. Ahora, improvisadamente, la CCI nos informa que la única razón de la ausencia de guerra fue y es, sustancialmente, el hecho de que una guerra nuclear habría aniquilado a la humanidad. ¡Qué poder de la... descomposición!

Por el momento, mientras sigue avanzando la prohibición de las armas nucleares, se van rediseñando lentamente los frentes imperialistas. Algunas líneas de fractura están ya bien delineadas, si bien las relaciones de fuerza son todavía enormemente ventajosas para los EUA y el proceso de rearme de los adversarios es lento. La agresividad creciente de los EUA, inducida por su dramática situación económica (el continuo debilitamiento del dólar empeora las cosas y sus perspectivas) no hará más que acelerar los fenómenos de reestructuración y consolidación de las alianzas y, en última instancia, de los frentes para la guerra. Más descomposición.

¿Será la guerra el motor de una regresión humana de proporciones enormes? Ciertamente no podemos excluirlo, pero los autores de la guerra no son los capitales, no es la relación capitalista de producción. Parece que es decir una banalidad, pero es necesario decirlo. Los autores y actores de las guerras son los hombres, en la formación social dada, que ahora es burguesa, impulsada por los intereses capitalistas. Los hombres (la burguesía) deciden hacer la guerra no para “destruir medios y fuerzas productivas, con objeto de abrir un nuevo ciclo de acumulación”. Esto es lo que en realidad ocurre y alimenta el ciclo infernal crisis-guerra-reconstrucción-crisis-guerra-reconstrucción... Pero ocurre sin que la burguesía misma deba estar conciente. Una burguesía hace la guerra a otra porque espera salir de la crisis sobre los restos de la otra, y esto siempre es así, cualesquiera que sea la materia específica de la disputa (ver arriba). Actualmente, los instrumentos de guerra, las armas, son de potencia enormemente superior a las anteriores, y las armas atómicas amenazan la supervivencia de la humanidad misma. Pero es este hecho lo que ha vuelto más destructiva a la guerra misma, no la fase histórica del capital si misma, confundir esta cuestión es confundir estructura y superestructura y, en buena medida, es prueba de absoluta incapacidad.

Por otra parte, tampoco la CCI puede tirar por la ventana todo su pasado reciente. Ahí entonces que en la tesis 15 vuelve a poner en juego a la clase obrera y su capacidad para impedir la guerra por el sólo hecho de no estar directamente derrotada. Con esta perla:

... Sin embargo, la clase obre, cuyas luchas en el período de 1968 a 1989 habían impedido a la burguesía imponer su ‘solución’ a la crisis económica, se encontraba siempre más cara a cara con su propia incapacidad para elevar sus luchas a un nivel político más alto y a ofrecer una alternativa a la humanidad. El período de descomposición resultado de este ‘impasse’ (entrecomillado nuestro-ndt) entre las dos clases, no aporta nada de positivo para la clase explotada.

La “descomposición” (¿del modo de producción?, ¿de la formación social? ¡Bah!) sería, por tanto, el resultado del equilibrio estable que habría alcanzado entre las clases, proletariado y burguesía. Y, en particular, por responsabilidad de la clase obrera que... se habría revelado incapaz de elevar sus luchas a un nivel político más alto. Hacer aparecer la propia incapacidad teórica como una debilidad de la clase es un ardid de bajo perfil que no vale la pena. Y, de nuevo:

La clase obrera en este período se encuentra de frente no sólo a las propias debilidades políticas, sino también al peligro de perder su identidad de clase bajo el peso de un sistema social en plena desintegración.

De nuevo, ninguna palabra sobre la dinámica material de descomposición de la clase en la revolución tecnológica, ninguna palabra sobre los fenómenos de deslocalización de la producción y de los despidos masivos de la mano de obra en los países metropolitanos y periféricos. Al contrario, la siguiente tesis 16 está dedicada a negar la importancia de... las cosas importantes.

Este peligro no es fundamentalmente el resultado de las reorganizaciones de la producción y de la división del trabajo dictadas por la crisis económica (por ejemplo, la deslocalización de las empresas secundarias contra el sector terciario en la mayoría de los países avanzados, la informatización, etc.)...

Etcétera, exactamente. No es nuestra intención comentar una por una las 30 tesis que conforman la resolución. Sustancialmente, se representa en todas el método (o ausencia de método) cciísta que hemos hasta aquí evidenciado. Se repite un poco en todo el texto el “concepto” en base al cual las campañas ideológicas de la burguesía cuentan más en la pasividad de la clase obrera que las modificaciones objetivas de las condiciones de la clase obrera. La capacidad de la burguesía para incidir mediante campañas ideológicas sobre el modo de ser de la clase y su combatividad, corre pareja, en la mentalidad cciísta, con la capacidad de la burguesía misma, como entidad unitaria en cuerpo y el espíritu, de maniobrar a modo de engañar a la clase obrera y arrastrarla hacia trampas horrendas. Todos hemos tenido modo de verificar en varias ocasiones esta visión, propia de la CCI, de una burguesía conspirativa, entre las cuales recordamos las grandes huelgas francesas, donde la burguesía provocó al sindicato para así entrampar al proletariado, o las tesis sobre el “parasitismo” que atribuyen a la burguesía tout court la responsabilidad de crear los grupúsculos parasitarios, con el propósito de perjudicar a la CCI.

¿Un absurdo? Si, pero las perlas del absurdo abundan en las tesis que hemos examinado aquí brevemente. Nos limitamos, para concluir, a destacar una de estas perlas, precisamente la tesis dedicada al BIPR (la tesis 19). Emprendiéndola contra nuestra interpretación del concepto de decadencia, agarrándose en un clavo ardiente para sostener el desarrollo de la “decadencia” en “descomposición”, sucede que uno pueda dar resbalones peligrosos. He aquí uno:

He aquí la tendencia que deriva de la ‘infraestructura capitalista’ cuando ésta no puede crecer en armonía con sus propias leyes.

Precisamos el insignificante detalle de que se trata precisamente de la descomposición, que derivaría... insignificante, porque la perla está en el “cuando”. Se nos debió haber escapado a nosotros, pero también a Marx, que hubo un período feliz en el cual el capitalismo crecía en armonía con sus propias leyes. Y Marx escribió tres volúmenes de El Capital sin tener en cuenta esto, al contrario diciendo que el modo de producción capitalista es íntimamente contradictorio y vive una serie de antinomias entre el proletariado y la burguesía, entre el crecimiento tecnológico y la caída de la tasa de ganancia, etc. Si éstas son - como lo son- las bases teórico-políticas de la CCI, deberían estar claras las razones por las cuales hemos decidido no perder más el tiempo, cartas y tinta para discutir e incluso polemizar con ésta.

Mauro junior Stefanini

(1) Hemos traducido Risiko como Risk, en el entendido de que se trata de un juego de mesa inspirado en los enfrentamientos estratégicos entre potencias.

(2) Ver al respecto “Modos de producción y formaciones sociales” en Prometeo 12 IV Serie (Noviembre 1988), ahora también el sitio internazionalisti.it .