1 de Mayo de 2007 - Declaración del Buró Internacional

Capitalismo Global Trae Miseria a Millones, Únicamente la Clase Trabajadora Mundial Puede Poner Fin a la Miseria

“Todo es cada vez mejor en el mejor de todos los mundos posibles”, tal es el último mensaje del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional acerca del estado de la economía global. Como se acerca el primero de mayo, el FMI celebró la perspectiva de un quinto año de gran crecimiento de la economía mundial.

Siguiendo esta misma línea, el Banco Mundial publicó un reporte mostrando que el número de personas que vive con menos de un dólar por día ha caído por primera vez a menos de mil millones. El “sólido crecimiento económico” de 3.9 % por año desde el 2000 en los “países en vías de desarrollo” es acreditado con este nuevo logro capitalista. Los beneficios están creciendo a nuevos niveles a medida que la productividad del trabajo se expande. Todo esto provee materia a la máquina de propaganda burguesa que, una vez más, está afirmando que el método de producción capitalista es la única manera de hacer las cosas. Conforme a esta perspectiva, el nuevo “mercado global” habría reanimado tanto al capitalismo que realmente estaríamos ante “el fin de la historia”.

Al mismo tiempo, toda esta maquinaria ideológica subraya que la clase trabajadora, cuando menos en los países avanzados, es una especie extinta y que la lucha de clases es una cuestión del pasado. Las sociedades actuales estarían formadas solamente por ciudadanos que disfrutan de los beneficios de la expansión de la democracia. Incluso la voz de protesta del movimiento anti-globalización parece haber sido silenciada.

Contradicciones del Sistema

En realidad, las contradicciones del sistema están creciendo en vez de disminuir. Los agregados estadísticos nunca han sido muy buenos indicadores de la realidad social y, como siempre, hay otra manera de ver las cosas. El hecho de que el número de personas que vive con menos de un dólar al día haya caído de 1500 millones en 1990 a 985 millones en el 2007 se vincula mucho más con la declinación del valor del dólar durante dicho período que con el mejoramiento de los estándares de vida. Las estadísticas no hacen más que señalarnos que el ingreso promedio en los países avanzados en los años 60’s era cerca de diez veces superior al de los países pobres, mientras que hoy esa proporción ha sido doblada. El subdesarrollo es una condición necesaria para la acumulación global del capital en la era del imperialismo, la era del capitalismo parasitario y decadente. Este no trae progreso sino miseria a la mayoría de la humanidad que crea la riqueza. La desigualdad, la riqueza y la pobreza, están creciendo entre y dentro de los Estados del mundo actual. El 80% de la fuerza de trabajo del orbe vive por debajo de lo que en los países avanzados es considerado como la línea de pobreza. Y la estadística no puede revelarnos la suma total de miseria bajo la que viven quienes habitan tanto en el mundo desarrollado como en el subdesarrollado, de aquellos que no están integrados en la producción o que trabajan en una situación de virtual esclavitud.

Este año la sociedad burguesa celebra el bicentenario de la terminación del comercio de esclavos, votada por el Parlamento Británico en 1807. Lo que no se dice es que esa medida se adoptó porque la esclavitud salarial es una forma de explotación mucho más eficiente que la esclavitud pura y simple (tanto que los propietarios de esclavos tuvieron un incentivo material para mantener vivos a sus esclavos transformándolos en trabajadores asalariados libres cuyos costos podían ser llevados por debajo del nivel de subsistencia). En China, de acuerdo con Amnistía Internacional, los costos del trabajo se mantienen a niveles particularmente bajos, a pesar de la escasez de mano de obra, porque 200 millones de trabajadores itinerantes que laboran en los lugares donde se encuentra trabajo no disponen de licencia para residir legalmente. Pagados con tres o cuatro meses de retraso y sin derecho de residencia, carecen de la posibilidad de efectuar reclamaciones legales a sus empleadores. Tales trabajadores producen los bienes ridículamente baratos destinados al consumo popular en los países del mundo avanzado, lo cual permite que los tipos de salarios vigentes allí, especialmente el denominado salario mínimo, permanezcan congelados o sean reducidos. El bajísimo costo del trabajo chino (para no mencionar el vietnamés o el indio) tiene como efecto el descenso de los estándares de vida del resto del mundo. Condiciones precarias de trabajo, bajos salarios y declinación del sistema de previsión social del Estado, todo esto hace parte de la ofensiva realizada por el sistema de producción capitalista mundializado. Y en los países avanzados se propaga el mito de que las clases no existen y de que la lucha de clases es cosa del pasado.

El mito tiene un efecto paralizante, contribuye a que la tasa de explotación aumente en la totalidad del mundo y a que los capitalistas no encuentren ninguna resistencia a su designio de que la crisis de acumulación, abierta con la devaluación del dólar en 1971, sea pagada por los trabajadores. Sin embargo, como en muchas otras fases de la historia, hay una escala de tiempo limitada para que esta situación persista dado que las contradicciones del sistema no desaparecen y, por el contrario, tienden a intensificarse. Hoy el 2% del mundo opulento posee alrededor del 50% de la riqueza mundial mientras que la parte del PIB nacional de los países avanzados que se destina a la clase trabajadora está cayendo. En pocas palabras, la explotación está creciendo. En los EE. UU. el 10% de la población que obtiene menores ingresos vive mejor que las dos terceras partes del resto del mundo, pero como lo muestra una investigación del banco suizo UBS, “se encontró que los americanos de bajos ingresos estuvieron en recesión durante toda la centuria”. No hay nada que demuestre que este efecto haya descendido bajo el capitalismo, por el contrario, todo apunta a probar que la riqueza se concentra cada vez más en manos de quienes no trabajan mientras que las manos de los trabajadores que crean esa riqueza y que constituyen la mayoría de la población permanecen tan vacías como siempre. O como Marx lo planteaba en 1847: “La sociedad como un todo está cada vez más dividida en dos campos hostiles, en dos grandes clases directamente enfrentadas la una a la otra”.

La Alternativa

Hoy, la ansiedad suscitada por estos fenómenos se ha acrecentado extremadamente entre los más altos representantes de la clase capitalista. Nada menos que figuras como Ben Bernanke, secretario de la Federal Reserve EU, han sugerido que las “inequidades globales” constituyen la “mayor amenaza” a la estabilidad del sistema. Los bancos de inversión están promoviendo investigaciones acerca de la contribución que han prestado sus actividades en la creación de la pobreza global. Su nerviosismo está completamente justificado. Mientras el capitalismo gozó, comparativamente, de largos períodos de paz social, esto jamás hubiese ocurrido. Sin embargo, las dificultades del sistema no bastan para cambiar las cosas. Aparte de las montañas de deuda y la colosal actividad financiera especulativa del capitalismo, un derrumbe en esta esfera no traería por sí mismo, necesariamente, una sociedad mejor. Un paso semejante solamente puede provenir del crecimiento de la furia contra el sistema. En “El Capital”, volumen III, Marx escribió que “en último análisis, la causa de todas las crisis reales yace en la restricción del consumo y en la pobreza de las masas”. Probablemente esto es lo que Mr. Bernanke leyó.

Pero, de cualquier forma, la crisis es en sí misma una manifestación de que no hay otra solución que un acrecentamiento de la barbarie a menos que las masas proletarias del mundo desarrollen consciencia de su lugar en el proceso histórico y enarbolen su propio programa. Esto no conlleva la reedición de la actividad mendicante por alzas salariales, ni es un llamado a confiar en las alternativas populistas formuladas por líderes que pretenden redistribuir la riqueza, semejantes al venezolano Hugo Chávez. La historia del siglo XX demuestra que la economía controlada por el Estado (como se practicó en la Rusia estalinista) era, en rigor, capitalismo no comunismo. No significó un paso hacia este último tipo de sociedad, sino, simplemente, otra forma de extorsionar plusvalía a la clase trabajadora.

Hoy existen suficientes recursos para que todas las personas puedan llevar una existencia decente sin tener que laborar durante largas jornadas, pero el actual sistema de producción reprime la realización de esta posibilidad. La acumulación de capital descansa en la pobreza de la gran masa de la población. Es, justamente, la vasta mayoría, es decir, la masa que crea la riqueza mundial, la que tiene la llave para poner fin al capitalismo y construir un mejor modo de producción. La lucha de clases no ha cesado a pesar de que la deliberada censura de la información relativa a los cientos de huelgas y luchas obreras alrededor del mundo haga pensarlo así. La lucha colectiva contra los constantes ataques del capitalismo puede conducir al nacimiento de un genuino movimiento anti-capitalista que, por primera vez en el mundo contemporáneo, intente implementar el programa comunista. Pero esto no puede sobrevenir de la noche a la mañana. Cada lucha parcial debe estimular la reflexión sobre la naturaleza del sistema y engrandecer el número de obreros conscientes de las condiciones de su liberación. Pero esto puede ayudar únicamente si los revolucionarios toman un rol de liderazgo en las luchas y en la reflexión y, además, procuran ganar a los obreros a la lucha por una futura sociedad comunista. A pesar de que parten de una base débil, los grupos del Buró Internacional están consagrados a anticipar la hora de la confrontación decisiva a través de su contribución a fraguar el futuro Partido Mundial del Proletariado. Dicho partido no podrá ser un instrumento para gobernar, sino un conductor de la lucha, develando y combatiendo todas las falsas alternativas que un sistema decadente y desesperado lanzará para desviar del camino revolucionario a los trabajadores.

La alternativa real es sombría. Pueden suceder dos cosas: o el capitalismo perdura y entonces siguen incrementándose la miseria, el hambre, la precariedad, la inestabilidad, el desastre ambiental y las guerras que devoran a millones de personas, o la clase trabajadora se reasume a sí misma como clase y redescubre su propio programa. La gran cuestión de la historia continua siendo la barbarie del capitalismo versus el movimiento emancipatorio del proletariado y su proyecto histórico: el comunismo.

¡Proletarios del mundo, uníos! ¡Tenéis un mundo nuevo que ganar!

Buró Internacional por el Partido Revolucionario, 1 de Mayo 2007