La Crisis Internacional de la Deuda Soberana

Después de la crisis sub-prime ya es el turno de la deuda soberana. Analistas burgueses se han apresurado a condenar la situación actual grave como la locura del mercado. En realidad, la verdadera locura es todo el sistema capitalista global que debate de una manera dolorosa sus propias contradicciones incurables. Los llamados mercados no son más que aproximadamente una docena de bancos internacionales y centros financieros. Manejan, especulativamente, unos 600 mil billones de dólares al año, equivalente a 12 veces el PIB mundial. Esta es una masa de capital ficticio que se mueve cada día a las cuatro esquinas de la tierra en busca de una ventaja económica inmediata, con el objetivo de generar más capital para reinvertir en otras actividades especulativas como una especie de carta en cadena, donde se puede ver la cadena. El dinero en sí no puede producir más dinero (excepto ficticio, debe tenerse en cuenta) a menos que sea invertido de una manera productiva por medio de la relación trabajo asalariado-capital. La especulación, cualquiera que sea su forma, no produce valor nuevo, sino que representa sólo la transferencia de valor que ya se ha producido.

Este fenómeno no es nuevo en el capitalismo, sino que ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, simplemente porque la producción real se enfrenta a una crisis de ganancias que significa que para el mecanismo de acumulación es difícil operar. Lo que ha sido universalmente calificado como una crisis financiera es realmente una crisis económica que tiene su origen en la dificultad cada vez mayor del capitalismo de sobrevivir con una tasa cada vez menor de ganancia que es cada vez menos rentable para la inversión. La crisis de ganancia ha provocado una cantidad cada vez mayor de capital a desprenderse de la producción en busca de la perspectiva falsa de la valorización a través de la especulación, trasladando así el problema de la productividad al sector especulativo. Esto a su vez - después de causar una serie de estallidos de burbujas financieras - ha vuelto al mundo de la producción real, empeorando una situación muy precaria, que puso en marcha el mecanismo perverso especulativo en primer lugar. Este es el contexto en el que nació y fue creada la crisis de la deuda soberana y que, con diferentes niveles de intensidad, envuelve a todos los Estados capitalistas más importantes.

La deuda soberana, o más bien la deuda pública - en otras palabras, la deuda que el Estado contrae para financiar sus actividades con los suscriptores nacionales y extranjeros - es tanto mayor cuanto más el Estado tiene que intervenir para apoyar la economía nacional. En las últimas décadas, además de la financiación normal de los asuntos públicos, la deuda soberana ha tenido que cubrir las fallas que la disminución progresiva de la tasa de ganancia ha impuesto en las empresas tanto en el ámbito público y el privado. Cuando la crisis se estalló entonces en el ámbito financiero, la deuda pública tuvo que asumir la carga de restaurar la salud de los bancos y las instituciones directamente involucrados en la crisis. Esto significaba una especie de nacionalización de las finanzas mucho más allá del apoyo estatal para algunos de los gigantes del mundo de la empresa privada como la sección de ingeniería de los fabricantes de automóviles.

Para los países imperialistas más importantes el costo de la guerra y los gastos en armamentos han hecho lo demás. Un ejemplo de ello, sobre todo, es la situación de los EE.UU. Durante años, la crisis de la tasa decreciente de ganancia ha seguido dentro del mecanismo de la valorización del capital. Ha favorecido la fuga a la especulación y determinó el estallido de la burbuja financiera que ha quemado miles de millones de dólares, lo que obliga al Estado a una intervención apresurada y costosa que ha agotado sus reservas financieras y se lo ha llevado al borde del colapso. Su deuda pública ha llegado a 14.5 mil billones de dólares que es igual al 102% del PIB. De acuerdo con algunos analistas estadounidenses en realidad la deuda es más grande y sería igual al 140% del PIB si no fuera por un cálculo estadístico, que no incluye la cantidad de bonos adquiridos por los fondos de seguros y los Estados individuales. Con cifras así, los EE.UU. nunca podrían haber entrado en los parámetros del acuerdo de Maastricht, o si ya se hubieran entrado, habrían acabado peor que Grecia, Portugal o España. Si sumamos las deudas de los estados individuales, que ascienden a 11% del PIB, e incluimos las deudas de las familias y las empresas, el resultado que nos enfrenta es catastrófico. El estado de Minnesota se ha declarado en bancarrota. Ya no es capaz de garantizar los servicios sociales y no puede pagar a los empleados estatales. Espera que el Gobierno Federal intervenga con las finanzas que aún no han llegado. Otros cuarenta estados están casi en las mismas condiciones. La maravilla es que la reclasificación de los bonos de EE.UU. sólo ha ocurrido ahora y no antes y sólo por parte de Standard and Poor, mientras que Moody sigue concediendo el estatus de Triple A . En este sentido, la protesta del Tesoro de los EE.UU. sobre un presunto error de 2000 billones de dólares en el cálculo parece ridícula, si no vergonzosa. Por otra parte, la debilidad de los bonos estadounidenses cotizados en dólares ha desatado una guerra de divisas global con el euro a la cabeza que pone la economía europea, ya inestable, en riesgo. China - con $ 1.250 billones de dólares en sus reservas monetarias - está llorando que es un escándalo. Se reprocha al Gobierno de los EE.UU. por vivir más allá de sus posibilidades, de no hacer lo suficiente para arreglar las cosas. Amenaza con la posibilidad de diversificar sus reservas de divisas (que empezó a hacer hace algunos años), y pide una nueva moneda internacional como sustituto por el dólar, aunque sólo sea en forma de una cesta de monedas más confiables.

¿Pues, cuáles son los remedios para salir de la crisis? Los de siempre, con algunas diferencias. En 1929, existieron los medios financieros para establecer un mecanismo de apoyo a la demanda, pero hoy en día esto ya no es posible. Los medios financieros ya no existen, los estados están fuertemente cargados de deudas y la única manera de que el capitalismo puede seguir adelante es por una mayor degradación de la fuerza de trabajo. Vamos a dar un ejemplo general, una vez más de los EE.UU., donde se organiza la mayor destrucción social de la historia moderna. Con un tejido social donde el desempleo real ya ha alcanzado el 16% (cifras oficiales dicen que el 9,8%, pero estos son absolutamente falsas, ya que no toman en cuenta a las personas que no están firmando y no incluyen a cualquier persona que haya trabajado hasta un par de semanas en un año), donde 50 millones viven en la pobreza absoluta - y el 90% de ellos sobreviven con las limosnas de caridad - el hacha ya está bajando en el gasto público. El plan bipartidista propuesto o impuesto por Obama prevé un asalto a la asistencia social y las prestaciones sociales, una revisión adicional de la relación entre capital y trabajo, la reducción drástica del gasto público, aumentos parciales de impuestos, que sólo afectarían los ingresos de los salarios y no de los rendimientos financieros y rentas, y profundos recortes en todo lo relacionado con la intervención del Estado. Ya no hay estado social, sólo los impuestos y recortes, lo que significa más desempleo y un aumento tanto en la pobreza absoluta como relativa. También significa una mayor explotación en el trabajo con una consiguiente reducción de los salarios reales, en primer lugar en los sectores expuestos a la competencia internacional y luego, en todas partes. Conseguir un trabajo es difícil y no hay ninguna garantía de mantenerlo cuando lo consiga. La edad de jubilación se ha incrementado y los recortes en la atención médica seguirán. Las propuestas subrayan cómo los planes de Obama para la reforma del sistema de salud - que sólo existen en papel - están siendo abortados, mientras que son previstos recortes enormes para el ya insuficiente Medicare y Medicaid. Más o menos la misma receta que se ha impuesto a Grecia con el fin de recibir los subsidios por parte del BCE y que los otros países europeos están siendo obligados a adoptar con el fin de sobrevivir a esta segunda ola de la crisis internacional. Esto es todo lo que el capitalismo puede conceder en su período de declive histórico. La paradoja es que mientras que el desarrollo de las fuerzas productivas pueda permitir productos y mejores servicios para todos, en el marco del capitalismo, este se transforma en una crisis de la tasa de ganancia que no sólo no permite el bienestar social de la riqueza producida, pero desencadena las crisis económicas con sus devastadoras consecuencias que pesan sobre los hombros de aquellos que producen la riqueza, el proletariado. Esto es sin tener en cuenta el peligro de las guerras que ya no se limitan a las áreas estratégicas de las materias primas, pero la guerra más general para la supervivencia de tal o cual imperialismo, no importan la devastación ambiental y la depredación sin licencia de los recursos del planeta..

Si ésta es la perspectiva, es, más que nunca, la hora del Partido Revolucionario Mundial, de la rebelión de clase contra la crisis del capital, contra la política inevitable de lágrimas y sangre, para la creación de una sociedad sin clases, sin capital y sin las leyes económicas malditas vinculadas a la lógica de la ganancia. ¿Una idea anticuada? ¡No! Esta es la única solución a las consecuencias devastadoras de un sistema económico y social anticuado que, con el fin de sobrevivir en sus propias contradicciones, se ve obligado a alimentarse del proletariado internacional. Esta es la única salida práctica de todo el arco histórico de las relaciones capitalistas de producción.

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