Ni Israel, Ni Palestina: Ninguna Guerra Salvo la Guerra de Clases

Déjà vu?

Hemos estado aquí antes. Tres veces, precisamente, desde que Hamás asumió el poder en Gaza hace 15 años. El patrón se repite siempre. Israel hace algo para crear “hechos materiales” como el desalojo planeado de palestinos de partes de Jerusalén Este. Entonces Hamás dispara todos los cohetes caseros que se ha guardado y, cuando lo hacen, las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF en sus siglas en inglés) contesta con todas las armas en su arsenal (excepto sus armas nucleares no reconocidas). EE. UU. veta cualquier condenación de Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU mientras los demás “líderes del mundo” llaman, sin acción, a “la paz”.

Los resultados también siguen el mismo patrón. El número de palestinos muertos siempre desproporcionadamente más que el número de israelitas muertos. Al final de la primera semana del conflicto actual, cerca de 211 palestinos fueron asesinados, 61 de ellos niños, bajo el bombardeo del IDF, mientras 10 han muerto en los ataques indiscriminados de cohetes de Hamás contra Israel (incluso dos árabes-israelíes en Lod). Esta “guerra asimétrica” contra una población bloqueada por Israel (y Egipto) en la Franja de Gaza, con 56% bajo la línea de pobreza, cortes frecuentes de la electricidad, escasez de agua, y la falta de sanitización adecuada, naturalmente genera mucha simpatía por el mundo. Esta es parte de la calculación de la clase dominante de Palestina - 73 años después del Nakba (“la catástrofe” cuyo aniversario pasó sólo pocos días después de la empieza del conflicto actual) hay pocas estrategias que se puede usar. Aunque sea triste, cínicamente, “el martirio” trae apoyo moral y económico al movimiento, y para muchos, no hay nada que perder en el infierno de Gaza.

¿Otra Intifada?

Hay una diferencia clave en cuanto al conflicto actual. En este conflicto los 2 millones de hablantes del árabe (21.1% de la población) dentro de las fronteras de Israel reconocidas internacionalmente se han levantado en la acción. Por siete décadas han sido ciudadanos de segunda clase, discriminados en el alojamiento y el empleo, su lengua no reconocida. El impacto del Covid-19 sólo demostró esto con más claridad. La pandemia ha castigado a los más empobrecidos del mundo, y en Israel esos son los palestinos. Israel ha vacunado casi la población total de Israel, pero no a los palestinos que, en adición a la falta de vacunas, no tienen acceso a facilidades sanitarias adecuadas en lugares como Gaza. Viven en una emergencia extrema de salud con escaseces masivas de medicinas básicas.

A la vez, bajo la cobertura de la pandemia, subieron las rentas para hablantes árabes en los barrios (especialmente Jerusalén) para echarlos. El propósito es obvio. La decisión de Trump en 2018 (que llevó a la masacre previa) de mudar la embajada estadounidense a Jerusalén como la capital futura de Israel (una divergencia de la política estadounidense) ha alentado la ambición del régimen Israelí de anexar todo Jerusalén. Por eso han estado tratando de desalojar familias de Jerusalén Este de muchas maneras cínicas. Están acorraladas por los edificios de los “asentamientos” (y abusadas, robadas y atacadas por los nuevos ocupantes), sus casas regadas con agua tóxica de los llamados “skunk trucks”, la policía les golpea si protestan, o, como han tenido que hacerlo las 27 familias en el caso más famoso de Sheikh Jarrah, terminan por luchar contra el desalojamiento en el corte. La gota que colmó el vaso vino cuando la policía atacó brutalmente y repetidamente a los que se manifestaban contra los bloqueos que la policía construyó en la Puerta de Damasco, donde los musulmanes se reúnen a la anochecida cada noche durante Ramadán. Fueron heridos cientos.

No es de extrañar que ahora los palestinos luchan. La solución del gobierno de Israel es permitir grupos fascistas como “La Familia” hacer alboroto por las secciones árabes de ciudades como Lod, gritando “muerte a los árabes”. Otra cosa que causa problemas es Itamar Ben-Gvir, líder de los Sionistas Religiosos (un partido que Netanyahu ayudó a formar), que nunca pasa por las áreas árabes del país sin un equipo de televisión con él. Su propósito proclamado es reclamar el Monte del Templo sólo para los judíos, y destruir la mezquita de Al-Aqsa. Los jóvenes árabes han resistido y atacado objetivos judíos. Repiten la llamada de los fascistas al gritar “muerte a los judíos”, una llamada que ha traído la acusación emocional de “pogromo” de la prensa israelí. Pero ahora hay pogromos en ambos lados de esta “violencia comunal”.

Todo esto es útil para el incumbente primer ministro Netanyahu, a quien se enfrentó una coalición improbable de liberales, árabes, y partidos Sionistas de la extrema derecha para derrocarlo, y que dejaría abierto la puerta a cargos de corrupción que se extienden muchos años atrás. Frente a la violencia comunal, Naftali Bennett (el primer ministro posible y un ministro anterior en el gobierno de Netanyahu que, una vez admitió, orgullosamente, en una reunión del gabinete, su matanza personal de palestinos) ha salido de la coalición propuesta. Deja Netanyahu en de facto control y esto significa que no habrá una cesación en los ataques en ambos Gaza y Jerusalén. Las líneas se están solidificando. Ahora los árabe-israelíes se han juntado en la huelga general llamada por Fatah y Hamás contra el bombardeo. Es una demostración poco común de unidad palestina ante el bombardeo aéreo sin cesar de Gaza, pero Netanyahu gana políticamente y personalmente. Al movilizar la extrema derecha, él podrá quedar fuera de la cárcel por presentarse como “Sr. Seguridad”.

Detrás de Todo Esto - Las Intrigas Imperialistas

Sería un error entender este conflicto como sólo una lucha entre judíos y árabes. Aunque ellos son los que mueren, detrás del conflicto hay la mano muerta del imperialismo - en ambos lados. La existencia de Israel se debe a una confluencia favorable de intereses imperialistas. Fue formado precisamente cuando todos los poderes grandes de la posguerra buscaban aliados y bases en la región con las fuentes más ricas de petróleo en el mundo. Entonces no se sorprende que cuando Israel fue proclamado el 14 de mayo 1948, EE. UU. fue el primero en reconocerlo de jure. Sin embargo, en 1954 Israel estaba al lado del Oeste en la Guerra Fría y la URSS cambió su apoyo a los árabes. Hoy, EE. UU. sigue dando a Israel alrededor de $10 millones cada día en ayuda militar, y sumas adicionales para otros programas, como construir sus defensas antimisiles (el Domo de Hierro, etc.). Alrededor de la quinta parte de toda la ayuda estadounidense va a Israel. La defensa de Israel es una de las políticas que tiene apoyo amplio entre todas las secciones de la clase dominante estadounidense. Es una relación que ha aumentado cada vez más en la medida que EE. UU. ha perdido influencia en otros lugares por el Medio Oriente, lo más significativo siendo Irán en 1979.

Y bajo Trump la máscara de la “neutralidad” estadounidense en el conflicto entre Palestina e Israel se cayó. Más allá de las acciones ya mencionadas, EE. UU. también supervisó los “Acuerdos de Abraham” que trajo la normalización de relaciones entre Israel y los dos estados árabes de Bahrain y los EAU. Esto incluye “compartir inteligencia” contra Irán. Un trato de transacción semejante se firmó también con Marruecos. A cambio del reconocimiento de Israel, los israelitas se hicieron el primer estado en reconocer la anexión marrueca del Sahara Occidental. Las manifestaciones en Marruecos contra el bombardeo de Gaza normalmente son patrocinadas por el estado y masivas, pero esta vez, no.

No obstante, también sería un error concluir, como muchos del llamado “izquierda”, que la lucha en Israel/Palestina es imperialista por sólo un lado. Seguro, el imperialismo estadounidense todavía es la fuerza más poderosa del planeta. Gracias a sus finanzas por los últimos 73 años, ha creado en Israel un poder regional formidable, aunque sea un estado pequeño con menos de 10 millones de personas. En un reverso de la historia Bíblica, el Goliat ahora es EE. UU.-Israel y David es los palestinos apoyados por Irán, Qatar, y Turquía (y, ocasionalmente, Egipto). Qatar paga los salarios (bajos) de maestros y médicos en Gaza mientras Irán proporciona drones y las partes para ensamblar cohetes en Gaza. Es poco cuando se lo compara con los billones que recibe Israel, pero el imperialismo del perdedor esperado sigue siendo el imperialismo, y no hay ningún estado que pueda escapar de sus manos porque esto es la realidad del capitalismo extremadamente concentrado actual.

Hamás pretende que lanzó sus ataques con misiles como respuesta a los intentos de desalojar a árabes en Jerusalén Este. En el mejor de los casos esto sólo es parcialmente la verdad. Algunos de los líderes militares de Hamás han estado en Tehran hace poco, y recientemente Irán ha sufrido una serie de derrotas gracias a los EE.UU. e Israel. Después de años en que Irán ha extendido su influencia a Irak, Siria, Líbano, en adición a patrocinar Hamás, y los Hutíes en Yemen, los últimos años han traído algunos retrocesos. En abril, Israel no sólo (con un poco de ayuda estadounidense) volvió a demostrar su capacidad por el sabotaje de la red eléctrica del central nuclear Iraní en Natanz, pero el Mossad también logró poner minas en un barco Iraní en el Mar Rojo. Estos no son los únicos reversos que sufrió Irán en años recientes. Sus ingenieros nucleares y generales como Soleimani han sido asesinados por Israel y EE. UU. respectivamente. Aunque Trump ya no está, la alianza de facto entre EE. UU. e Israel queda como antes. Netanyahu actúa militarmente en sus propios intereses, pero Israel también es el aliado regional más seguro de los EE. UU. contra Irán (especialmente desde que los saudís fracasaron tan horriblemente en Yemen). La recompensa para sus acciones contra Irán es el reconocimiento de anexiones israelíes en Cisjordania y los Altos del Golán, en adición a la posible anexión de Jerusalén Este. En aquel momento Biden calificó las decisiones de Trump como estúpidas, pero no ha hecho nada para retrocederlas desde que llegó al poder y, tres veces en la última semana, EE. UU. vetó resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU que intentaban poner fin al conflicto.

Las intrigas imperialistas no terminan allí. Para derrocar las sanciones estadounidenses (que son casi global en su extensión) China e Irán han firmado un nuevo acuerdo de 25 años de cooperación global que significa que China invertirá en Irán, y comprará su petróleo (de descuento). El acuerdo también incluye cooperación militar pero los detalles quedan secretos. Las poblaciones de Palestina e Israel están al fin de la cadena alimenticia predadora del imperialismo. Aunque estén bajo la ilusión que el conflicto tiene que ver con “el derecho a la autodeterminación”, la realidad dura es que son peones en un juego más grande.

Ninguna Guerra Salvo la Guerra de Clases

No hay solución al conflicto entre Palestina e Israel bajo el capitalismo. Habrá matanza sin fin, sufrida mayoritariamente por los que ya más han sufrido. La única esperanza - y una esperanza no sólo para los obreros de Palestina o Israel sino la totalidad de la humanidad - es un renacimiento de la clase obrera que resiste todos los intentos del capitalismo e imperialismo de imponernos sus agendas sangrienta. Los obreros forman la mayoría de la humanidad, y sólo ellos pueden poner fin a la explotación y las amenazas existenciales que cada año se hacen más desesperadas. Para hacer esto tienen que priorizar su clase en lugar de la nación. Tienen que rechazar el “antimperialismo” vacío de la “izquierda” (los mismos tipos que hace cuarenta años celebraron los Ayatolás como “antimperialistas” mientras mataron trabajadores iraníes) que en realidad es un antimperialismo de un sólo lado. Precisamente cien años antes de la fundación del estado de Israel, Karl Marx escribió, “Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen”. La única solución a la cuestión de Palestina e Israel no es una solución de uno o dos estados, sino la destrucción de todos los estados, en que la responsabilidad para el futuro del planeta está fuera de las manos de especuladores capitalistas. En vez de un sistema de explotación, que deja a la cuarta parte de la población mundial inseguro de cómo va a encontrar su próximo alimento, mientras existen billonarios cuyas fortunas gordas crecen cada año, necesitamos una revolución que crea un mundo con su base en las necesidades humanas y no las exigencias capitalistas. “Un mundo que ganar”, y lo podemos ganar, pero sólo si nos unimos políticamente a través de las fronteras. La TCI está dedicada a construir tal internacional y movimiento internacionalista. Nuestro eslogan queda: “Ninguna Guerra Salvo la Guerra de Clases”.

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y

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Thursday, June 17, 2021