Una Crítica Izquierda Comunista del Plataformismo (Parte II): La plataforma y sus discípulos

En la primera parte de esta serie I examinamos el Territorio Libre, o Majnóvschyna, el movimiento revolucionario en el sur de Ucrania entre 1918-21. No fue ni una contrarrevolución campesina como la retrata la propaganda trotskista y estalinista, ni una utopía anarquista. Más bien fue parte integral del sangriento proceso del ascenso y la caída de la Revolución Rusa, en sí misma una parte de la oleada revolucionaria de la posguerra. En la Parte II finalmente miramos La Plataforma Organizacional de la Unión General de Anarquistas o simplemente la Plataforma, y la tendencia Plataformista que luego inspiró. Redactado en París en 1926 y firmado por un grupo de exiliados anarquistas concentrados en torno a la revista Dielo Truda (Causa de los Trabajadores) - Néstor Majnó, Piotr Arshinov, Ida Mett, Isaak Gurfinkiel (también conocido como Jean Walecki) y Linsky - la Plataforma fue el producto de una reflexión colectiva sobre los fracasos del anarquismo durante la Revolución Rusa.

La plataforma

Todos los autores de la Plataforma estaban, de una forma u otra, conectados personalmente con los acontecimientos revolucionarios en el antiguo Imperio Ruso, particularmente en Ucrania y Polonia. Todos vieron cómo el movimiento anarquista, a pesar de su gran abnegación en ocasiones, fue incapaz de alzarse a la altura de las circunstancias en su conjunto. Por cada anarquista que luchó por el poder soviético, hubo otro que no estaba de acuerdo con la premisa de la lucha de clases en primer lugar, o gritó “estatismo” incluso ante la idea de “sóviets libres”.

Fue durante la Revolución Rusa de 1917 cuando se sintió más profunda y urgentemente la necesidad de una organización general. Fue durante esta revolución que el movimiento libertario mostró el mayor grado de seccionalismo y confusión. La ausencia de una organización general llevó a muchos militantes anarquistas activos a las filas de los Bolcheviques.

La Plataforma organizativa por una Unión General de Anarquistas, 1926

La Plataforma buscó rectificar estos errores individualistas y antiorganizativos e invitó a “organizaciones anarquistas rusas dispersas en varios países del mundo, y también militantes aislados, para unirse sobre la base de una plataforma organizativa común”. Aunque su punto de referencia siguió siendo Bakunin y Kropotkin en lugar de Marx y Engels, la contribución no reconocida de los autores del Manifiesto Comunista es bastante palpable. La Plataforma establece que vivimos en una sociedad capitalista, dividida en dos grandes clases: burguesa y proletaria, clase dominante y clase obrera. El Estado no es más que el “órgano ejecutivo de la burguesía”, e incluso el sistema más democrático es en realidad una dictadura burguesa velada. La solución a la violencia, explotación, esclavitud y opresión inherentes a la sociedad capitalista se encuentra en la revolución social, cuyas fuerzas son “la clase obrera urbana, las masas campesinas y una parte de la intelectualidad trabajadora”. Es solo a través de la lucha de clases que se puede lograr “una sociedad comunista libre e igualitaria fundada sobre el principio que de cada cual, según sus capacidades, y a cada cual según sus necesidades”.

La Plataforma entendía el anarquismo (o comunismo libertario/anarquista) como producto del movimiento obrero, no de aspiraciones humanitarias o de algún reflejo abstracto de intelectuales. También presentó una crítica de las otras principales corrientes políticas del movimiento obrero en ese tiempo. La socialdemocracia, que buscaba conquistar el poder por medios pacíficos de reforma y las urnas, nunca lo lograría ya que el poder político y económico real seguiría quedando en las manos de la burguesía. Mientras tanto, argumentaron, aquellos que buscaban conquistar el poder por medios revolucionarios (los Bolcheviques, eseristas de izquierda), pero aún veían la necesidad por un “estado proletario”, sólo terminarían restableciendo la base del poder capitalista. Como tales, los anarquistas niegan ambos el “estado y la autoridad” y rechazan la “dictadura del proletariado” y el “período de transición”. La Plataforma también comentó sobre el sindicalismo, que no se veía como algo reñido con el comunismo anarquista, sino más bien como una forma de lucha de clases en la que los anarquistas deberían tener una presencia (ya sea en sindicatos anarquistas o no anarquistas). En la sección constructiva, la Plataforma rechazó la política prefigurativa común entre los anarquistas hoy:

Es imposible empezar la construcción de una nueva economía y de nuevas relaciones sociales mientras no se haya aplastado el poder del Estado que defiende el régimen de esclavización, mientras los obreros y campesinos no hayan tomado, como objeto de la revolución, la economía industrial y agrícola. Como consecuencia, la primera tarea revolucionaria social es la de destruir el edificio estatista del sistema capitalista…

La Plataforma Organizativa por una Unión General de Anarquistas, 1926

En los sóviets de obreros y campesinos y comités de fábrica, como se ejemplifica en la Revolución Rusa, la Plataforma vio un “sistema federalista de organizaciones obreras de producción y consumo, unidas federativamente y autoadministrada”. Pidió la creación de cooperativas y la implementación de métodos comunales y colectivos en la industria y la agricultura, aunque advirtió contra ejerciendo “presión externa” sobre el campesinado. Esto probablemente fue una admonición de los kombeds Bolcheviques, pero el reconocimiento de que la agricultura en última instancia debe ser organizada de una manera colectiva para que una “economía privada en la agricultura no conduzca, como en la industria privada, al comercio, la acumulación, la propiedad privada y la restauración del capital”, también fue un reflejo de las dificultades que tenía la Majnóvschyna en transformar las relaciones sociales en el campo. La Plataforma también afirmó que se necesitará un “ejército revolucionario con un comando y un plan de operaciones comunes”, no como una cuestión de principio, sino para defender la revolución.

En términos del tipo de organización revolucionaria que proponía (una Unión General de Anarquistas), la Plataforma destacaba famosamente la importancia de la unidad teórica y táctica, la responsabilidad colectiva y el federalismo. Para coordinar la actividad, propuso un comité ejecutivo responsable ante el congreso de la organización y una secretaría. El propósito de la organización revolucionaria era “servir como guía a todo el movimiento” y “convertirse en la vanguardia organizada de su proceso emancipador”. Con ese fin, la organización revolucionaria debía estar activa dentro de los diversos órganos creados por los trabajadores y campesinos en el curso de su lucha.

Estas son las lecciones que los autores sacaron de la Revolución Rusa, que entendieron como una reafirmación del núcleo revolucionario que ya se encontraba en Bakunin, Kropotkin y Malatesta. Hicieron un esfuerzo para reagrupar el movimiento anarquista de su tiempo sobre esta base, en oposición al modelo anarquista de síntesis prevaleciente (es decir, todas las tendencias anarquistas unidas en una federación flexible). En febrero de 1927, un comité organizador fue seleccionado, compuesto por Majnó, Benjamín Goldberg (también conocido como Maxime Ranko o Jerzy Borejsza) y Chen (también conocido como Wu Kegang), para una venidera conferencia internacional en París. La conferencia, destinada a dar a luz a una Unión Internacional de Anarquistas, tuvo lugar poco después y contó con la asistencia de anarquistas de habla rusa, polaca, búlgara, italiana, china y española. Pero muchos de los participantes se mostraron reacios a unirse a esta nueva organización y la reunión fue interrumpida por una redada policial. Majnó y Arshinov tuvieron un poco más suerte en la Union anarchiste communiste (UAC), a la que se unieron y convencieron de adoptar brevemente la Plataforma. También surgieron grupos plataformistas de corta duración en Italia y Bulgaria. Sin embargo, ante la década de 1930, estaba claro que el Plataformismo había fracasado en tener el impacto que pretendía. Como indicamos en la Parte I, desde el principio la Majnóvschyna era un tópico controvertido en los círculos anarquistas. La publicación de la Plataforma no ayudó en nada; algunos lo vieron como demasiado específico a las condiciones rusas, otros lo condenaron rotundamente como un intento por parte de Majnó y Arshinov de “bolchevizar” el anarquismo. Volin y Gregori Maksímov, ambos exiliados rusos involucrados con el Nabat y luego con Dielo Truda, hicieron extensas críticas de la Plataforma desde las perspectivas anarquista de síntesis y anarcosindicalista. Sacaron la conclusión opuesta y antipartidista de su experiencia de la Revolución Rusa. Destacados militantes anarquistas de todo el mundo (Malatesta, Camillo Berneri, Luigi Fabbri, Sébastien Faure, Max Nettlau, Marie Goldsmith, Alexander Berkman y Emma Goldman) expresaron su desaprobación de maneras diferentes. No exploraremos aquí las diversas críticas; baste decir que la respuesta fue desalentadora para los plataformistas y contribuyó a algunas desagradables riñas personales.

Uno por uno, los camaradas de antier abandonaron a Majnó por motivos políticos y/o personales. Volin, aunque tradujo la Plataforma al francés, rechazó categóricamente sus conclusiones y terminó su asociación. La esposa de Majnó, Galina Kuzmenko, se divorció de Majnó y trató de regresar a la URSS (incluso supuestamente colaborando ​​con los servicios secretos en el proceso). Arshinov, enojado y frustrado por la respuesta del mundo anarquista a la Plataforma, renunció al anarquismo en la década de 1930 y se le permitió regresar a la URSS gracias a Sergó Ordzhonikidze (su antiguo compañero de celda). Murió en las purgas. En la década de 1940, Goldberg acabó en dirigir el departamento cultural del estado estalinista en Polonia, mientras que Chen se convirtió en un erudito del movimiento cooperativo en Taiwán. Mett y su esposo, Nicolas Lazarévitch, también se pelearon con Majnó, pero al menos continuaron siendo anarquistas activos hasta la Segunda Guerra Mundial. Dielo Truda se publicaba hasta la década de 1950, pero ahora bajo la dirección del anarcosindicalista Maksímov. El paria Majnó, aislado, indigente y con mala salud, mantenía correspondencia con los anarquistas españoles en sus últimos años, alentandolos a tomar el liderazgo del movimiento popular desatado por la crisis de 1931, advirtiéndoles que no se aliaran con ninguno de los partidos políticos, y llamándolos a establecer “sóviets libres” y “sindicatos de campesinos”. No vivió lo suficiente para ver la CNT-FAI unirse al gobierno español a su vez. Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, no había una presencia plataformista organizada de la que hablar.

El plataformismo hoy

En la década de 1950, una nueva generación de militantes, harta de las mismas viejas tendencias individualistas y antiorganizativas dentro del anarquismo, revivió el plataformismo en un contexto histórico completamente diferente. También les influyó el fracaso de la “Revolución” española, particularmente el documento Hacia una Nueva Revolución de los Amigos de Durruti.

En Francia, militantes anarquistas de entreguerras que se alinearon con Majnó en los debates sobre la Plataforma, como Louis Estève y André Daunis, se dieron la mano con el joven Georges Fontenis. No estaban satisfechos con los individualistas en la Fédération anarchiste (FA), y para expulsarlos formaron un grupo clandestino dentro de la organización (un método posiblemente inspirado por la propia Hermandad o Alianza Internacional clandestina de Bakunin). Tuvieron éxito, aunque Fontenis ganó una reputación controvertida en el proceso. En 1953, la FA fue transformada en la Fédération communiste libertaire (FCL), con el Manifiesto del Comunismo Libertario como su base teórica. En Italia, el Gruppi Anarchici d’Azione Proletaria (GAAP) se separó de la Federazione Anarchica Italiana (FAI) sobre una base muy similar. La FCL y la GAAP fundaron la efímera Internacional Comunista Libertaria. Sin embargo, la FCL se disolvió poco después: la controvertida decisión de presentar candidatos en las elecciones francesas dividió a sus miembros, mientras que su apoyo directo al movimiento independentista argelino, que les ganaría el apoyo de Daniel Guérin, fue enfretendo con una mayor represión estatal (y Fontenis detenido). En la década de 1960, la Organisation révolutionnaire anarchiste (ORA), a la que se unió el Mouvement communiste libertaire (MCL) dirigido por Fontenis y Guérin, inspiraría a otros grupos en el Reino Unido e Italia a descubrir de nuevo la Plataforma.

En Uruguay, la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) fue fundada en 1956. Era una organización ecléctica y amplia que unía a libertarios, sindicalistas y liberales radicales. Surgió un debate dentro de la organización sobre si debería tener un enfoque de clase (inspirado por Bakunin y Malatesta) o un enfoque humanista (inspirado por el reciente giro reformista de Rudolf Rocker). La “Revolución” cubana de 1959 proporcionó el catalizador para una escisión. La facción de la lucha de clases apoyó críticamente al Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, los humanistas no. El primero mantuvo el nombre de la FAU. El estado uruguayo se encaminaba paulatinamente hacia una dictadura militar y en 1967 la FAU fue ilegalizada, pasó a la clandestinidad, formó su propio paramilitar (OPR-33) y se abrió aún más a la doctrina “marxista-leninista”. Más tarde la FAU sería refundada, volviendo a principios más anarquistas, y con su modelo de inserción social en movimientos populares, influiría lo que más luego se desarrollaría como especifismo. Surgirían grupos semejantes por América Latina.

Hoy la idea de formar una organización política internacional ha dado paso a federaciones y redes vagas. Hay aproximadamente dos corrientes que toman el plataformismo como punto de referencia. Uno que se ha dedicado a la práctica de empujar a los sindicatos y movimientos populares “hacia la izquierda”, independientemente de su naturaleza de clase. Muchos de los grupos mencionados aquí, o sus filiales, eventualmente se unirían en la red de Solidaridad Libertaria Internacional en 2001, que se convirtió en la red Anarkismo en 2005 y todavía existe de alguna forma en la actualidad. Estos grupos están conectados por su adhesión formal a las ideas de la Plataforma, sin embargo, sus confusiones teóricas sobre la cuestión nacional y los sindicatos les prestan gran similitud al trotskismo. A lo largo de los últimos 50 años no han faltado estos: apoyo a la independencia argelina o cubana (FCL y FAU), ilusiones en la autogestión en Yugoslavia y Argelia (Guérin), la Federacion anarquista-comunista d'Occitania (FACO) convirtiéndose en separatistas occitanas, el Movimiento de Solidaridad de los Trabajadores (WSM) pidiendo un voto “no” en el referéndum irlandés de 2009 sobre el Tratado de Lisboa, simpatías hacia el PKK (red Anarkismo), etc. En todo caso, demuestra que el Plataformismo, a pesar de su énfasis en la lucha de clases, no es una cura para perder de vista el terreno de clase en el que deberían estar situados siempre los revolucionarios.

La otra corriente camina de puntillas sobre la línea entre la síntesis y el plataformismo, habiendo asumido también ciertas ideas del consejismo, y grupos como Socialisme ou Barbarie, Solidarity y Wildcat. El Anarchist Federation (AF) y hoy el Anarchist Communist Group (ACG) son sus principales representantes, y la influencia de segunda mano de la izquierda germano-holandesa les ha proporcionado una crítica del sindicalismo y la liberación nacional.

La izquierda comunista

Los autores de la Plataforma no fueron los únicos revolucionarios que buscaron sacar lecciones políticas de la experiencia de la Revolución Rusa. La Izquierda Comunista fue igualmente un producto de ese proceso. Primero, surgió de los elementos revolucionarios de la socialdemocracia, fue clave en la formación de los diversos partidos comunistas en todo el mundo, pero fue expulsado gradualmente de las filas de la Tercera Internacional a medida que la oleada revolucionaria se iba en descenso. Sus tendencias más notables se desarrollaron en Rusia, Alemania/los Países Bajos e Italia. Todos analizaron la nueva realidad desde una perspectiva marxista, pero llegaron a conclusiones diferentes. Hemos escrito recientemente sobre los bolcheviques en torno a la revista Kommunist quien ya en 1918 intentaron trazar un rumbo diferente al que encaminaba la Revolución Rusa. Algunos, como Gavriil Miasnikov, continuaron su lucha fuera de Rusia, en el exilio, donde redactó su propia Plataforma Borrador de la Internacional Comunista de los Obreros en 1930. Los alemanes y los holandeses antes mencionados se unieron en torno a la KAPD, solo para dividirse y comenzar a cuestionar la necesidad de un partido en primer lugar. En Italia, la Izquierda Comunista ejerció un dominio único sobre el Partido Comunista hasta mediados de la década de 1920, solo para terminar en el exilio o en prisiones fascistas, donde, sin embargo, lograron reagruparse, primero en torno a revistas como Bilan y Prometeo, y luego en el Partido Comunista Internacionalista (PCInt), fundado a raíz de las huelgas al final de la Segunda Guerra Mundial. Es a la Izquierda Italiana en particular a quien nosotros en las TCI debemos nuestro vínculo organizativo vivo con las luchas del pasado, sus lecciones y experiencias.

Entonces, ¿qué nos distingue del plataformismo contemporáneo? Escojamos sólo algunos puntos de desviación.

  • La Autoridad y el Estado: el estado capitalista tiene que ser aplastado en vísperas de la revolución, pero, dado que la existencia continua de clases implica la existencia de un estado, los consejos obreros que lo reemplacen exhibirán inevitablemente ciertas funciones “estatistas” mientras la contrarrevolución aún le amenaza. Cuanto más aislado y desesperado se vuelva el bastión revolucionario, más tenderán a reafirmarse estas funciones “estatistas”. Tanto la Rusia Soviética (con su Ejército Rojo y la Checa) como la Majnóvschyna (con su Ejército Revolucionario Insurreccional y la Kontrrazvedka) son ejemplos de esto. Solo el primero existió el tiempo suficiente para que estos órganos escaparan completamente del control de la clase trabajadora, pero las mismas tensiones comenzaban a surgir en el segundo. La única garantía de un resultado diferente es el exento de la conciencia de clase entre las masas trabajadoras sí mismas y la expansión continua de la revolución internacional.
  • La Dictadura del Proletariado: “Estado proletario”, “Estado obrero”, “semiestado”, “dictadura del proletariado” – si con esto se entiende el poder de los consejos obreros, sí estamos de acuerdo, pero si se trata de un poder independiente o por encima de los consejos obreros, entonces no. En la Rusia Soviética, el Sovnarkom, el Ejército Rojo, la Checa y el propio Partido Comunista se constituyeron todos gradualmente como tales. Sin embargo, aquí hay una pregunta más profunda: ¿cuál es el sujeto revolucionario en la sociedad capitalista? Para nosotros, es la clase trabajadora, no porque sea necesariamente la más “oprimida”, sino por su posición única en la producción de plusvalía (otros sectores de la sociedad sólo son revolucionarios en la medida en que se alineen con un movimiento de la clase trabajadora). Mientras que en la Plataforma, como en la Majnóvschyna, las masas campesinas se ponen a la par de las clases trabajadoras. De hecho, en sus últimos años, el desesperado Majnó aún comenzó a culpar en parte el ascenso de los Bolcheviques a un sector de la clase trabajadora industrial que supuestamente se beneficiaba del capitalismo de estado, lo que lo llevó a cuestionar la noción misma del “poder proletario”. Hoy, por supuesto, el campesinado apenas existe como clase, pero los plataformistas contemporáneos también han tratado de ampliar el sujeto revolucionario llevándolos a apoyar todo tipo de movimientos populares.
  • El Período de la Transición: De hecho, Volin tenía razón en que la Plataforma “niega el principio del período de la transición en palabras pero lo acepta como un hecho”. Si la construcción de una nueva economía y nuevas relaciones sociales sólo puede comenzar realmente con el estado capitalista fuera del camino, entonces, lógicamente, esto significa que esto no es un evento inmediato (en la “víspera de la revolución”), sino un proceso gradual que en cualquier tiempo depende de circunstancias materiales favorables. Otro ejemplo es que, a pesar de sus mejores intenciones, la Majnóvschyna no pudo abolir el dinero y el trabajo asalariado. La sociedad de clases, producto de milenios de desarrollo humano, no desaparecerá de la noche a la mañana.
  • El Partido: aunque en la propia Plataforma los autores evitan el uso del término “partido”, en la correspondencia resultante con Volin, aclaran que después de veinte años de actividad revolucionaria en el movimiento anarquista, ahora reconocen la “necesidad de una nueva organización integral del partido anarquista arraigada en una teoría, política y táctica homogéneas”. Una organización política, organización revolucionaria, un partido, para nosotros todo esto significa lo mismo. Lo que Majnó estaba agarrando con el Grupo Anarco-Comunista de Gulyai-Pole y Arshinov con el Nabat, ahora esperaban realizarlo en la Unión General de Anarquistas. Para nosotros, la lección perdurable de la Revolución Rusa aquí es que el partido no es un gobierno en espera sino una guía en la lucha por un mundo nuevo.
  • Los Bolcheviques: pasaron de ser una herramienta de la revolución mundial, a una herramienta de la contrarrevolución. Si bien, como dijo Serge, el “potencial totalitario” puede haber estado allí, el Partido Bolchevique nunca fue el monolito del diseño de Stalin (hasta que este lo hizo por la fuerza). Hasta la prohibición de las facciones, e incluso entre algunos opositores internos a mediados de la década de 1920, persistieron diferentes concepciones de lo que significaba el Bolchevismo. Dejemos que otro viejo bolchevique tenga su palabra: "Los Bolcheviques no tenían miedo de la crítica, ni de la contracrítica, ni de sus consecuencias. ¡Abajo todos los iconos! No hay prohibición de criticar en los congresos, conferencias, comités locales o centrales. ¡De lo contrario! … Entre 1905 y 1917, esta práctica Bolchevique pasó por la prueba de tres revoluciones. La estructura interna del partido estaba estrictamente ligada a las fuerzas vivas de la revolución, y esto condujo a las victorias más grandes y gloriosas que el mundo haya visto jamás. ¿Qué tiene en común este Bolchevismo con la parodia grotesca promulgada por Stalin, Bujarin y compañía?" (Miasnikov, El último engaño, 1930)
  • El Federalismo: el “federalismo” de la Plataforma, con sus comités ejecutivos y responsabilidad colectiva, no es tan diferente a nuestra concepción del “centralismo democrático” (los órganos inferiores eligen a todos los órganos superiores y estos son responsables ante una asamblea general de la organización, las decisiones colectivas son vinculantes para todos los miembros). Así mismo, la Majnóvschyna, con sus comités ejecutivos y revolucionarios y sus consejos revolucionarios militares, no tuvo reparos en la centralización cuando fue necesario. El poder de los consejos obreros en el período de la transición es la síntesis de la autoridad y libertad.
  • Los Sindicatos y la Autogestión: el papel de los sindicatos dentro del capitalismo ha cambiado con el tiempo. Para nosotros, los sindicatos no solamente nunca fueron revolucionarios, sino que también se han integrado gradualmente al estado capitalista. La Plataforma aún concebía un sindicalismo revolucionario y deliberadamente dejó abierta la cuestión de si la producción en el futuro sería organizada por sindicatos, comités de fábrica o consejos obreros. Escribiendo en 1926 y desde el contexto ruso, donde los sindicatos sólo se habían convertido en organismos económicos permanentes relativamente recientemente, esto era comprensible. Lo es menos para los plataformistas en la actualidad. Así mismo, la cuestión de la autogestión (que, bajo el capitalismo, se traduce en autoexplotación), sólo vagamente elaborada, llevó a confusiones más adelante.
  • Internacionalismo: la pieza que falta en la Plataforma, luego clarificada un poco en otros artículos de Majnó (Unas pocas palabras sobre la cuestión nacional en Ucrania, 1928) y Arshinov (Los majnovistas sobre las cuestiones nacional y judía, 1923). Contrariamente a la propaganda trotskista y estalinista, Majnó no fue nacionalista. Pero la naturaleza regional de sus actividades políticas en Gulyai-Pole y la falta de un énfasis internacionalista en el documento por el que se le recuerda principalmente, la Plataforma, han dejado espacio para tal (mal)interpretación. Esto lo demuestran conclusivamente los varios nacional-anarquistas y fascistas ucranianos que han intentado a revivir a Majnó, reimaginándolo como un tipo de tercerposicionista que luchaba simultáneamente contra el capitalismo y el comunismo, lo que nunca fue. Más seriamente, esa ambigüedad hacia la cuestión nacional, heredada por la tendencia Plataformista a medida que fue revivida en la década de 1950, daría luz a toda serie de episodios bochornosos.

En la década de 1950, nuestros camaradas en Italia mantuvieron conversaciones con la GAAP, que en ese momento buscaba un acercamiento con el marxismo. Más recientemente en el Reino Unido también hemos dialogado con un pequeño grupo Plataformista de corta duración en Gales. En última instancia, nada tangible ha resultado de esta colisión limitada de perspectivas. Algunos de los puntos de desacuerdo son una cuestión terminológica, otros, sin embargo, representan verdaderas incompatibilidades en nuestras perspectivas y práctica, que alcanzan hasta la raíz de la divergencia entre el marxismo y anarquismo, y que solamente el resurgimiento de un movimiento obre realmente revolucionario pudiese resolver definitivamente.

Dyjbas
1 de Julio de 2021

Algunas lecturas adicionales:

Monday, January 17, 2022