Chiapas un gran desconocido

Antes de avanzar en el examen de las posiciones zapatistas es oportuno ver, cuando menos a grandes rasgos, las características económico-sociales de Chiapas, la estructura de clases de México - con referencias específicas a Chiapas - y la historia del ejército zapatista.

Tal es la operación que toda fuerza o corriente política debería llevar a cabo antes de lanzarse a dar su respaldo entusiasta o a efectuar acidiosas críticas, pero que muy pocas de las fuerzas políticas empeñadas tanto en uno como en otro frente hacen.

De una parte, encontramos el "frente amplio" - que va desde la Autonomía a los acostumbrados organismos católicos de izquierda, pasando por una gran franja de anarquistas y por Refundación - incondicionalmente alineado con el EZLN, como ayer estaba al lado de los sandinistas nicaragüenses o del Vietcong de Ho Chi Min.

De la otra, algunas agrupaciones, incluso pertenecientes al campo político proletario, que no obstante sostener posiciones críticas en gran parte compartibles, se guardan bien de proporcionar un soporte analítico, al hilo del marxismo, del fenómeno objeto de sus anatemas, que, obviamente, como tales permanecen impotentes.

Chiapas un gran desconocido

El censo de 1910 revela que el 96,9% de los campesinos mexicanos carecían de tierra y que el 1% de la población poseía el 96% de las tierras. (1)

La independencia de México respecto de la madre patria española en 1821 había reforzado la propiedad latifundista y las formas de trabajo forzado y de servidumbre por deudas que por siglos habían sido motivo de dudosas decisiones de la corona española. Las condiciones de los indígenas, hasta entonces protegidos - si así se puede decir - por los reyes católicos, se habían empeorado por doquier.

En seguida:

la progresiva división de las tierras de las comunidades indígenas (con las leyes de alienación de los bienes de manos muertas de 1856 y con las de colonización y sobre terrenos incultos) incrementó el desarrollo de la gran propiedad y redujo a los indígenas a la condición de campesinos sin tierra (peones). (2)

Datan de entonces las primera revueltas de los indígenas. En Chiapas tuvo lugar la rebelión Chamula, que pocos, aunque esto no hace al caso, recuerdan. Era la revuelta inmediata de las comunidades indígenas contra las leyes del 56 y, por tanto, contra la expropiación de las tierras comunitarias.

En esta situación termina el "porfiriato", como se ha llamado al período de poder del presidente Porfirio Diaz. La sublevación de Chihuahua comandada por Pancho Villa lleva a la elección de Francisco Madero en un clima de profunda agitación obrera y campesina, en el cual el líder campesino Emiliano Zapata proclama el Plan de Ayala de 1911, que preveía no sólo la restitución a los campesinos de las tierras que les habían sido usurpadas, sino también el tomar un tercio de las tierras adscritas a las grandes haciendas.

Intermedio zapatista

¿Pero cuál restitución a los campesinos? En realidad, el Plan era una tentativa de restauración de las tradicionales estructuras económicas y sociales de las comunidades indias. Ello no tenía nada que ver con ninguna forma de "progresismo" ni mucho menos de socialismo. La idea de que la "original propuesta" zapatista sea un posible vehículo de emancipación puede ser instilada sólo en mentes ayunas de cualquier metodología y noción histórica, bastante distantes de un sano punto de vista de clase. Juzgar así al zapatismo es como sostener que el socialismo y la superación del capitalismo consisten en la reintroducción, debidamente actualizada en sus formas, de los modos de producción y de las formaciones sociales hidráulicas preclásicas (Egipto, China, Maya...). Las colectividades congregadas en torno a un representante totémico (ya sea el faraón o el emperador, en cualquier caso de una figura sagrada), en tanto que su condición puede ser tomada como premisa de sobrevivencia en las circunstancias geo-económicas dadas en las sociedades preclásicas, trabajaban en "voluntaria" esclavitud bajo las castas teocráticas y burocráticas nobiliarias, a cuyo mantenimiento estaba destinado todo el excedente de la producción respecto de los misérrimos consumos de los campesinos, a quienes también correspondía aportar la totalidad de la fuerza de trabajo necesaria en los servicios comunitarios (construcción-reparación de diques, presas, caminos, puentes...) y al servicio de los nobles (desde la edificación de las pirámides y palacios a los servicios personales de los señores). ¿Qué cosa tiene que ver todo esto con el socialismo que debe suceder al capitalismo llegado a esta decadente fase de desarrollo?

Pero procedamos según líneas históricas.

Los desórdenes políticos y civiles continuaron después de la caída de Porfirio Diaz, hasta el asesinato de Zapata en 1914 y la última sublevación bajo el mando del general Obregón, quien accedió a la presidencia en 1920. En el recorrido de los acontecimientos políticos de 1910-1920 (cosa que aquí no hacemos por obvios motivos), lo que resulta evidente es el profundo involucramiento de las masas campesinas y obreras, bajo la dirección de éste o aquél político o general, de una parte, y la regularidad de las derrotas que los unos y los otros sufren en sus aspiraciones.

Lo hemos dicho de la naturaleza del zapatismo originario: no había, evidentemente, espacio para que se pudiese afirmar. La historia raramente vuelve atrás y todo lo más se trata de un retorno a algunas formas que estuvieron en el origen del modo de producción y de la formación social, jamás a modos de producción y formaciones sociales precedentes. La marcha es acompasada por el desarrollo de los medios de producción y por su relación de determinación con la formación social.

Por cuanto respecta, en cambio, al movimiento obrero, estamos en sus primeras manifestaciones en México, lejano y extraño a la ya madura experiencia de la clase obrera europea y todavía ayuno de los ideales socialistas que en ésta, aunque conculcados y traicionados, se presentaban. Fue una operación relativamente fácil para Obregón y Carranza realizar el pacto con los sindicatos, que en 1915 condujo a la formación de batallones obreros mediante los cuales los dos jefes políticos derrotaron a Villa.

Bastó "acentuar los aspectos sociales" de la lucha, prometiendo la cogestión del Estado por parte de los sindicatos obreros, por una parte, y anulando formalmente las expropiaciones de los ejidos (las tierras comunitarias de los indígenas) posteriores a las leyes de 1856.

La nueva constitución mexicana de 1917 declaró inalienables las tierras de los ejidos.(3) Es de 1994 la modificación del artículo 21 de la Constitución que sancionaba aquel principio.

Y es también de esta modificación que parte la reacción neo-zapatista.

El Chiapas moderno

Pero la realidad chiapaneca quiere que las tierras comunitarias sean, y obviamente, las más desgraciadas. La expropiación de las mejores se había registrado mucho antes de las desprestigiadas leyes posteriores a la independencia de 1856. De otra parte, la gran propiedad fundiaria, explotadora del trabajo en alquiler y de los jornaleros, ha caracterizado siempre la región de Chiapas y enlentecido los procesos de modernización capitalista.

A partir de los años 40 las montañas áridas de los Altos de Chiapas, divididos por la hipócrita reforma agraria de Cárdenas, se convierten en perfectas canteras de reserva de mano de obra para los latifundios del Centro, de la región Fraylesca y del Soconusco, que, de golpe, no tienen más necesidad de mantener y nutrir todas las bocas fuera de la estación de recolección porque éstas, bien o mal, sobreviven gracias a las tierras comunitarias. (4)

De otra parte, continúa el fenómeno de la expulsión de los indios de las tierras: ora por deudas, ora por exceso de mano de obra "libre" sobre los latifundios. Los expulsados se dirigen masivamente hacia Chiapas a partir del fin de los años 50 y, bien pronto, el gobierno los incita en este sentido. La selva de Lacandona constituía una suerte de válvula de seguridad por ser un lugar lejano de los centros del poder y donde las masas indígenas y campesinas, potencialmente explosivas, podían ser puestas a laborar.

En algunos años, más de 150 mil indígenas sin tierra se instalaron en la selva y en las montañas. Como en toda distribución capitalista de la tierra también ésta fue hecha de manera inequitativa. Los recién llegados se encontraron en las tierras más pobres y jamás tendrían acceso a los valles fértiles. Poco tiempo después, estas tierras o fueron abandonadas por ser demasiado pobres, o de nuevo expropiadas (por medio de la fuerza o legalmente). El hecho de que estos campesinos pobres representasen una mayoría respecto de los indígenas hizo más fácil el acaparamiento de las tierras por parte de los ricos propietarios ligados a la agroindustria.
Se reunían, así, las condiciones para la aparición de nuevos antagonismos sociales y la "válvula de seguridad" se transformaba en una bomba de tiempo. La descomposición de las antiguas comunidades indígenas era acompañada por la creación de un nuevo campesinado pobre compuesto de una población mixta (indígenas - mayas y no mayas - mestizos, etc.). (5)

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Ya en los inicios de los años 70 las viejas comunidades, antes estructuradas, dejaban ver los efectos de un intenso proceso de diferenciación social interno que corroía sus mecanismos de cohesión y de defensa. Los campesinos sin tierra y sin trabajo comenzaron a concentrarse en las miserables periferias (de las ciudades de Chiapas).
Al comienzo de los años ochenta la oferta de mano de obra se redobla, mientras, al mismo tiempo, la política de tierra arrasada del gobierno de Ríos Mont en Guatemala vertía sobre Chiapas más de 80 mil refugiados mayas en fuga del vecino país, que venían a sumarse al ejército de reserva laboral en esta parte de la frontera. (6)

Los indígenas expropiados eran a menudo marginalizados: los propietarios preferían reemplazarlos con los trabajadores guatemaltecos que vivían de modo mucho más precario y frecuentemente en la ilegalidad.

Es aquí evidente la ulterior modificación en la composición del campesinado pobre en Chiapas y los anarquistas más serios justamente se preguntan:

¿quién es indígena? ¿quién es mexicano? ¿quién es guatemalteco? Los devotos de la causa zapatista permanecen extrañamente silenciosos ante la presencia de esta inmigración. ¿Qué medidas prevé el EZLN para resolver el problema? ¿Y existe (para ellos) un 'problema'? (7)

En los años ochenta la situación chiapaneca es, a grandes rasgos, la siguiente:

Si bien un tercio de las tierras figuran como adscritas a los ejidos o a la pequeña propiedad campesina, sólo el 10% de las tierras comunitarias son cultivadas colectivamente. El 80% de los cultivadores de los ejidos son obligados a laborar también en las haciendas de los grandes propietarios para sobrevivir (se ha dicho ya que las tierras comunitarias eran también las más pobres). Y, como veremos mejor enseguida, las tierras comunitarias mismas se han transformado, de hecho, en tierras de la pequeña propiedad.

Gracias a este proceso de empobrecimiento del campesinado, Chiapas es hoy, con una población cercana a poco menos del 4% de la mexicana, el mayor exportador de café, el tercer productor nacional de maíz y se encuentra entre los primeros tres Estados mexicanos productores de bananas, tabaco y cacao.

Estructura agraria

Para comprender la contradicción evidente entre una economía agraria floreciente y las condiciones de miseria de la gran masa de la población, también campesina, es necesario, evidentemente, ir más allá de la distribución cuantitativa de las tierras chiapanecas.

En Chiapas hay (según datos de 1990/91) cerca de 179 mil productores agrícolas en el sector comunitario (de los ejidos), el 11% de los cuales (19.722) son considerados comercialmente "vitales", destinando al mercado el 90% de su producción. Son estos productores, a menudo núcleos familiares, los que conducen de manera sustancialmente privada porciones de las tierras comunitarias (hemos visto arriba que sólo el 10% de los ejidos es realmente cultivado comunitariamente), y en modo capitalísticamente eficiente.

Cultivan sólo el 15 por ciento de las tierras comunitarias. La Comisión Económica para la América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (ECLAC) atribuye la vitalidad de este estrato a un más fácil acceso al crédito bancario y, asimismo, al empleo de tractores, fertilizantes y pesticidas sobre sus tierras. Muchos de ellos luego emplean estacionalmente y, en algunos casos, permanentemente, trabajo asalariado. Se sobreentiende que ocupan las tierras de mejor calidad y mejor irrigadas. (8)

Luego se encuentran, en el mismo sector de los ejidos, los campesinos que practican una agricultura "de subsistencia", quienes representan el 31% de la fuerza de trabajo en los ejidos, cultivando el 27% de las tierras comunitarias. No obstante administrar las tierras formalmente comunitarias también de manera privativista, ellos consumen gran parte de lo que producen y en promedio destinan al mercado sólo un tercio de la producción; y esto les rinde un ingreso menor de cuanto necesitan para vivir.

Los otros trabajadores (el 58%) del sector de ejidos, son considerados productores "diversificados", en el sentido de que comercializan una parte significativa de su producción. Pero la gran mayoría obtiene con gran dificultad los medios para sobrevivir de la tierra, en cuanto recaban del llamado excedente comercializado (o bien de la parte de la cosecha no directamente consumida) un ingreso anual de 300 dólares (y vale la pena recordar a este propósito que las Naciones Unidas han establecido tres - 3 - dólares al día como mínimo absoluto para la supervivencia en México). ¿Por qué esta miseria? Porque más de la mitad de estos campesinos produce maíz y frijol, es decir, la comida básica destinada al consumo doméstico o al mercado local, que rinde bien poco en términos de caja.

Si los cultivadores del sector de ejidos producen lo que capitalísticamente se define como un excedente económico (o sea, una cantidad mayor de cuanto se consume, pasando hambre o algo por el estilo), la economía agrícola chiapaneca está dominada por los productores agrícolas privados. El gobierno mexicano y su oficina estadística se rehusan a proporcionar los datos relativos a este sector resultantes del censo de 1990. No obstante, han sido realizados recientemente cumplidos estudios sobre el Soconusco, que es la región de Chiapas con el sector privado más desarrollado.

El Soconusco ocupa sólo el 7% por ciento de la superficie "agraria" de Chiapas, pero comprende el 18% de su población.

El autor del estudio (9) observa que:

por una parte, hay un sistema de agricultura capitalista constituido fundamentalmente de grandes plantaciones para los cultivos orientados al mercado internacional, por la otra, hay una agricultura de campesinos munifundistas que producen maíz y algunos pocos productos comerciales vendidos en el mercado capitalista para la simple subsistencia.

Las mejores tierras han sido, naturalmente, dedicadas a las plantaciones: de bananas, caña de azúcar, café, algodón y cacao para el mercado internacional. En las mismas grandes haciendas son también levantados en gran escala bovinos para el mercado interno e internacional.

En Soconusco las tierras son aproximadamente divididas por la mitad entre el sector privado y el sector "social" y se verifica que sobre el primero se encuentran sólo 3081 factorías y plantaciones, mientras sobre el otro se fatigan y pasan dificultades para sobrevivir 19 mil productores. De ello resulta que en promedio las "empresas" del sector social cultivan 11 hectáreas cada una, mientras que en el sector privado la media es de 81 hectáreas. Pero más allá de las medias, siempre desviadas de las realidades heterogéneas, en el vértice del sector privado hay 144 propiedades de superficies variables entre las 500 y las 1000 hectáreas, mientras 109 superan las 1000 hectáreas.

Pensando haber proporcionado un cuadro suficientemente claro de la estructura agraria actual, podemos concluir que la estructura social de Chiapas resulta profundamente desbarajustada respecto a los años 10 o 40.

Proletarización y subproletarización

La modificación del cuadro rural ha sido acompañada de una urbanización caótica y salvaje de las ciudades. Las llamadas "tierras comunitarias", que, en virtud de lo dicho arriba, ya no pueden seguir considerándose como tales y que, incluso donde lo son, no sacian el hambre de quienes las cultivan, han expulsado de hecho masas crecientes.

En términos de composición social y de clase, esto se traduce en un desclasamiento hacia el subproletariado de masas considerables de campesinos, indígenas y no indígenas, con todas las consecuencias del caso. Diversas estratificaciones campesinas, también fuertemente entrelazadas (cultivadores comunitarios, campesinos de "doble economía" en la medida en que también son asalariados de las haciendas capitalistas, pequeños propietarios), de una parte, masas del subproletariado marginal precariamente urbanizado, del otro. Los unos y los otros clásicamente sin esperanza, sin programas propios.

De ello resulta de algún modo trastornado también el tradicional cuadro de referencia ideológico. En México, el apego del campesinado pobre a la tierra estaba impregnado de la añoranza de un pasado comunitario indígena, alimentado como se ha visto por la herencia zapatista de la llamada revolución de 1910-1919. Pero esta añoranza y las aspiraciones conexas se desvanecían paralelamente a la expropiación de las tierras comunitarias y a la introducción del capitalismo en las más remotas zonas rurales.

El tejido comunitario, incluso para quienes se obstinan en considerarlo como el motor de una posible alianza natural con el proletariado, ha sido destruido y pulverizado por la afirmación y refinamiento del dominio total del capital, que ha pasado del control del proceso de producción, en el cual explota la fuerza de trabajo, al control de la reproducción de la fuerza de trabajo.

Entre nuestras tesis se cuenta una que señala que el capitalismo se ha afirmado en las más remotas periferias subsumiendo las formaciones sociales, sin homologarlas en sus mecanismos a las formaciones metropolitanas. De esta manera se explica, sin concesiones a los atajos desviatorios del tercermundismo, el hecho de que el capital domina también allí donde sobreviven formas de remuneración del trabajo in natura, o relaciones sociales de forma precapitalista. Mas podríamos añadir que el capital domina directamente los mecanismos de la reproducción de la fuerza de trabajo, también de la remunerada in natura, a través de la proposición de sus modelos, de su cultura, de su consumo.

Precisamente es un neo-reformista mexicano quien reconoce que:

ya en los años 70, en Chiapas, el ideal de un Totzil era un cinturón con una gran hebilla y un radio... (10)

Por lo cual:

a través de los medios de comunicación, el capitalismo está regulando el desarrollo de las formas de consumo, está sosteniendo el control de todo el proceso de reproducción de la fuerza de trabajo. (11)

Ningún retorno a la tradición auguran las masas pobres chiapanecas.

Pero las condiciones de la revuelta están allí reunidas: miseria extrema frente al rutilante espectáculo de los consumos capitalistas; apertura de los mercados con el Nafta y aumento de la desesperación de las masas campesinas y subproletarias.

Sobre este material explosivo, en ausencia de la iniciativa de la clase obrera, prosperan en el lugar el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y su Frente.

Mauro jr. Stefanini

(1) V. Gustavo Beyhaut America centrale e meridionale II vol. Storia Universale Feltrinelli, Milano 1968 p. 256.

(2) Idem p. 152.

(3) V. ibidem,pág. 257 y siguientes.

(4) V. Nicholas Arraitz, "le sang, le joug et la forêt", Tendre venin, Editions du Phéromone, Paris, 1995; citado en Sylvie Deneuve, Charles Reeve, Marc Geoffry, Au-delà des passe-montagnes du Sud-Est mexicain, en Tecknofuck n.0, septtiembre-oct. 1996. Se trata de un escrito de anarquistas clasistas en vías de chocar con la gran mayoría del movimiento anarquista que ha caído víctima de la sugestiva fraseología anti-neoliberal del EZLN, y que demuestra, si todavía teníamos necesidad de ello, cómo una sólida referencia de clase, incluyendo a los pocos anarquistas que la tienen, se sitúa más acá de la línea de demarcación que separa el movimiento proletario revolucionario del radicalismo pequeño burgués, el cual, en los momentos cruciales, es siempre contrarrevolucionario.

(5) Sylvie Deneuve, Charles Reeve, Marc Geoffry,op.cit.

(6) A. García de León "Los motivos de Chiapas", Etcétera, Barcelona, 1995.

(7) Ibidem.

(8) Extrajimos estos y los datos que siguen de Chiapas and the crisis of mexican agriculture, un estudio (Policy Brief n.1) del Institute for food and development policy norteamericano (398 60th Street, Oakland, CA, 94618 USA).

(9) Danile Villafuerte Solis, Desarrollo económico y Diferenciación Productiva en el Soconusco, Cies, S. Cristobal de las Casas 1992; citado en Policy Brief, del cual se habla en la nota precedente.

(10) Del "registro de una parte del encuentro con un Economista de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), puesto a disposición del Comité Internacionalista 'Che Guevara de Bolonia" y difundido por el Comité mismo.

(11) Ibidem.