Cuestiones metodológicas de la discusión política con el GPM

Hoy en día - al menos en América Latina - hemos entrado en un periodo de aguda crisis económico-política y de abierta confrontación social. En este contexto la revolución adquiere de nuevo actualidad histórica. Los dos juicios anteriores nos han valido la fuerte crítica de dos agrupamientos radicales: la CCI y el GPM. (1)

Aunque discrepan en muchos puntos, tales organizaciones coinciden en negar la dinámica revolucionaria suscitada por la crisis - el GPM llega incluso a negar la crisis misma - y no reconocen ninguna consecuencia práctica en términos de las decisiones cotidianas de la política en la lucha de clases en ciernes.Hoy en día - al menos en América Latina - hemos entrado en un periodo de aguda crisis económico-política y de abierta confrontación social. En este contexto la revolución adquiere de nuevo actualidad histórica. Los dos juicios anteriores nos han valido la fuerte crítica de dos agrupamientos radicales: la CCI y el GPM. (1)

Aunque discrepan en muchos puntos, tales organizaciones coinciden en negar la dinámica revolucionaria suscitada por la crisis - el GPM llega incluso a negar la crisis misma - y no reconocen ninguna consecuencia práctica en términos de las decisiones cotidianas de la política en la lucha de clases en ciernes. No tiene, por tanto, nada de sorprendente que las concepciones imperantes en esas organizaciones imposibiliten el contacto con la acción e impidan el desarrollo de la política comunista en el movimiento real. No obstante su abstinencia política y su enclaustramiento ideológico, tales organizaciones persisten en llamarse revolucionarias. En realidad, la política revolucionaria sólo alcanza concreción mediante la autocrítica productiva que es el paso a la acción. Al no pretender incorporar y desarrollar el planteamiento programático del comunismo a partir de las condiciones concretas de la acción, sino sacralizar la ortodoxia que confiere un carácter providencial al partido, la concepción imperante en el GPM - y otros organismos afines - pese a aproximarse en muchos aspectos a la verdad, sigue teniendo una connotación abstracta y utópica. De cómo se entiendan las diferencias entre ellas y nuestra corriente - como meros matices de opinión dentro de corrientes políticas en sustancia revolucionarias o como una contraposición fundamental en el método y el abordaje de las cuestiones de la organización y la praxis revolucionarias - depende la posibilidad de alcanzar una distinción clara entre las tendencias. Cualquiera puede entender que la oscuridad momentánea alrededor de este problema repercute también en su concepción de la organización revolucionaria y su construcción.

Recientemente en una crítica al BIPR, el GPM español ha formulado un conjunto de tesis que reconducen a concepciones erróneas de los problemas organizativos. En su análisis de los sucesos argentinos y de la función que le cabe a las vanguardias políticas obreras, este grupo ha dejado traslucir una gran inmadurez de su perspectiva política y teórica de las cuestiones de la organización y de la táctica revolucionarias (especialmente en la discusión respecto a la naturaleza de la crisis atravesada por la Argentina y el conjunto de la región, al entorno socio-económico de la crisis, a la cuestión del frente único de clase y el comportamiento hacia las capas sociales no estrictamente proletarias y de la pequeña burguesía). En muchos puntos ha quedado patentizada incluso su absoluta falta de comprensión de las mediaciones que unen la actividad presente de las clases y capas sociales del capitalismo con el objetivo final del movimiento proletario. Tal inmadurez estriba esencialmente en que su “comprensión” y su actitud respecto de lo que hay que hacer no se presenta en una forma concreta y mediada, sino abstracta e inmediata. Esto le conduce a establecer la contraposición entre el movimiento real y un principio abstracto de organización que tiene lugar sólo en la representación que el GPM se hace de ella. Aunque, sin duda, tiene la suficiente agudeza de vista para ver, en la lejanía aparentemente inalcanzable, la meta política y organizativa del movimiento proletario, el GPM es incapaz de apreciar conscientemente los pasos concretos que pueden llevar a esa meta, los medios concretos que se desprenden de su visión, acaso correcta en muchos puntos. Justamente la ineptitud para ver los nexos procesuales entre los acontecimientos actuales y los objetivos revolucionarios, es lo que distingue al marxista dialéctico del simple utopista que se conforma solamente con apreciar la meta y el ideal, contemplándolos ya sea como algo que debe realizarse por sí mismo, orgánicamente, o como un fenómeno divorciado de las luchas y de los esfuerzos presentes del proletariado o también como algo dependiente de su pura voluntad. En un momento muy poco afortunado y muy mal inspirados, los analistas del GPM han reducido las luchas y movimientos sociales en la Argentina a meros “hechos o datos sociológicos”, sin vislumbrar siquiera que la solución a los problemas que plantean y el camino que lleva a ella están dados aquí mismo, precisamente en los problemas. Y así:

no ven en la miseria más que la miseria, sin descubrir en ella el aspecto revolucionario y transformador que arrojará por la borda la sociedad vieja. (2)

La contraposición ahí apuntada entre ciencia doctrinaria y ciencia revolucionaria va, empero, más allá del caso analizado por Marx y se amplía hasta constituirse en contraposición típica en el desarrollo de la conciencia de la clase revolucionaria. Al avanzar por el camino de la actitud revolucionaria del proletariado, la miseria pierde su carácter de mero dato y entra en la dialéctica viva de la acción.

Nosotros no defendemos una opinión política abstracta que ignore los problemas de su traducción concreta en la lucha de clases. No tratamos de ejercer el papel de guardianes de una doctrina cerrada y perfecta en sí misma, sino de leer en la historia. Sólo en el huerto cerrado del fideísmo, de las doctrinas acartonadas, se puede estar a salvo de contradicciones y conflictos. Pero no sólo intentamos asumir la labor del analista, que consiste en leer en la historia, sino la del revolucionario, que consiste en transformarla. Como analistas leemos en lo que acontece en una sociedad compleja donde se cruzan y entrecruzan los más disímiles agentes sociales y comprendemos que es prácticamente imposible elaborar un discurso perfecto, formalmente coherente en todos sus detalles, completamente aséptico y depurado de matices y contradicciones. Como revolucionarios - y en contraste con la figura de los defensores de una teoría pura, para la cual no existe el problema de su realización práctica - para nosotros es claro que sólo por mediación de la organización la teoría cobra concreción y realidad y, en ese sentido, entendemos que la tarea central consiste en buscar el fundamento de la posibilidad objetiva de su acción en el contexto fluido y vivaz del proceso social, cuyos diversos elementos vitales son susceptibles de síntesis y combinaciones que desbordan el marco formal de la teoría abstracta. A este respecto lo primero que hay que entender es que la historia es fruto de un perpetuo choque de fuerzas, es una secuencia de escenas llena de matices, en la que operan tendencias opuestas y reina por doquier la contradicción. Aquí, la acción es incesante y cada cuadro del teatro de la vida es un resultado provisional del juego de los múltiples y complejos actores sociales. La dirección asumida por el movimiento histórico depende de las síntesis y combinaciones peculiares (siempre susceptibles de cambio) de los distintos agentes y factores - objetivos y subjetivos - del proceso social. La tarea de los comunistas es, cuando menos, reflejar las fuerzas que, moviéndose en el teatro de la historia, albergan un potencial subversivo, apoyarse en estas fuerzas, conseguir que ellas se reconozcan plenamente a sí mismas y desarrollar conscientemente su accionar revolucionario.

Sólo quien vive aislado y encapsulado en su propia burbuja intelectual tiene los arrestos suficientes para pensar que el marxismo puede vivir en una esfera de ideas completamente lógicas, que flotan en un vacío sociológico e histórico, encerrado en un mundo en el que el alma pura se enseñorea del cuerpo, comunicándole sus impresiones. Descorporeizadas y sin nexos con el movimiento histórico, las ideas y categorías del marxismo son conchas vacías, son un mero flatus vocis carente de soporte real y sin otro lugar que la esfera de la pura representación intelectual. Sin embargo, el conocimiento de la sociedad, por su misma naturaleza, ¿no "infiltra" en la ciencia sus propios conflictos, tendencias e intereses? Parodiemos a Balzac: “aquella contradicción que agita al árbol, ¿perturba al fruto?”. Es curioso el resultado del procedimiento metafísico: destroza los matices de la sociedad, fulmina sus combinaciones, ignora sus peculiares síntesis, en pocas palabras, borra sus condiciones reales sin admitir nada del mundo, o sólo describe la sociedad como un proceso biológico, dejando a un lado los hombres y sus problemas, reduciéndolos a las proporciones que adquieren esas cosas cuando al óptica del observador se coloca imaginariamente fuera de la tierra. El uso de esta "ciencia" monstruosa despoja todas las cosas humanas de las propiedades que les dan el tiempo, el espacio y la forma, para considerarlas topológicamente bajo no se qué expresión pura, tal como lo hace la geometría con los cuerpos de los que abstrae la materia. En realidad, se necesitan grandes esfuerzos de metafísica para imponer silencio a los factores de la historia. El aire ficticio, convencional es aquí manifiesto. Nuestra preocupación es otra: ponernos clara e inequívocamente del lado de los que luchan y se movilizan, a escala de masas, contra el orden establecido y encontrar y desarrollar allí - hasta donde es posible - los factores y energías de la transformación.

No podemos evitar estar en contradicción con los argumentos críticos del GPM y la CCI. Tanto la noción de “curso histórico” de la CCI, como la tentativa del GPM de adaptar la lectura de los acontecimientos histórico a un sistema abstracto de categorías, nos son completamente extrañas. Como cualquier otro lector provisto de los suficientes elementos de juicio, juzgamos que la única consecuencia práctica de tales actitudes es la condena de la lucha de masas, la cual es objeto de todos los epítetos peyorativos. Al igual que todas las sectas, las dos organizaciones de marras se limitan a ponerle calificaciones a la historia y a condenar como “desviacionistas” todos los sucesos que se salen de sus esquemas. En lugar de buscar la posibilidad objetiva de su acción, la CCI y el GPM se limitan a criticar la situación por no corresponder a la grandeza de sus principios. En ningún momento esta gente se plantea el problema de la trasposición de la teoría en práctica ni da a las incipientes vanguardias de clase en la Argentina ninguna indicación acerca de los métodos organizativos para realizar concretamente el programa comunista en y a través de las actuales luchas sociales. Es verdad que el “error” puede estar en la teoría misma, en las metas fijadas y en la estimación de la situación. Pero sólo un planteamiento organizativamente orientado permite criticar realmente la teoría desde el punto de vista de la práctica. Si la teoría se sitúa directamente junto a una acción, sin aclarar el modo como se entiende su efecto sobre ella, o sea, sin aclarar la vinculación organizativa entre ambas, la teoría misma no podrá criticarse más que respecto de sus contradicciones teoréticas inmanentes, etc. Esta función de las cuestiones organizativas permite entender que el oportunismo haya sido siempre muy reacio a obtener de diferencias teóricas consecuencias organizativas.

¿Qué enseña lo ocurrido hasta hoy en la Argentina y los países vecinos? En primer lugar, que la ilusión de un movimiento revolucionario orgánico y puramente proletario se ha diluido por completo. El proletariado es tan sólo, en virtud de la crisis, una fuerza posible. Ahora bien, cómo esa fuerza posible ha de convertirse en realidad, cómo el proletariado - hoy, efectivamente, objeto mero del proceso económico y sólo potencialmente, latentemente, sujeto codeterminante del mismo - puede aparecer como sujeto en la realidad (3), no es un asunto determinado automática y fatalmente por las leyes de la acumulación capitalista. Sin el concurso de la organización política y de la acción independiente de las leyes económicas, sin la superación del determinismo económico-espontáneo de la acción, el proletariado no podrá superar el capitalismo. Quizá es éste el único punto en torno al cual existe alguna coincidencia con la CCI y el GPM, pero nuestra visión del problema sigue siendo fundamentalmente diferente. Precisamente porque la revolución no surge mecánicamente de la crisis, sino que requiere del desarrollo del sujeto social y político destinado a realizarla, debemos apostarle al aprendizaje real del proletariado a través de su experiencia histórica, en vez de pretender resolver por anticipado y a priori sus dilemas y problemas a través del detestable movimiento de nuestras cabezas. En segundo lugar, las acciones espontáneas de masa movilizan no sólo a sectores del proletariado, sino a otros estratos de la población. La situación objetivamente revolucionaria moviliza tanto a elementos hasta ahora desorganizados e inaccesibles al trabajo organizativo formal (braceros, desempleados, subproletarios, etc.) - los cuales manifiestan en sus acciones un grado de conciencia de clase infinitamente superior a los partidos y los sindicatos que se permiten tratarlos despectivamente como sectores políticamente inmaduros y “sin desarrollar” (e incluso no vacilan en denominarlos como “lumpen”) (4) - como a capas no proletarias. La intervención de estas capas (pequeñoburgueses, etnias oprimidas, etc.) es decisiva en la revolución, pero no es en manera alguna una intervención rectilínea. En ciertas condiciones tal intervención puede promover la revolución y en otras también puede, con la misma facilitad, tomar una orientación contrarrevolucionaria porque la situación de clase de esas capas no tiene en modo alguno prefigurada una orientación en el sentido de la revolución proletaria ni puede tenerla (5): sus posiciones políticas dependen de los desplazamientos de la estructura económica de la sociedad y de las relaciones de fuerza de las dos clases fundamentales. La situación configurada en la Argentina el 20 de diciembre y en los días siguientes del año pasado ilustra justamente cómo una conmoción general de la sociedad deja momentáneamente anonadada a la burguesía y crea un interregno, un vacío de poder, en el que:

el entero aparato de poder de la burguesía puede disgregarse de un solo golpe, por así decirlo, y el proletariado puede encontrarse como vencedor y sin que, por tanto, haya realmente vencido en una tal pugna... (6)

La dirección que tomen definitivamente los acontecimientos - el que contribuyan a una ulterior descomposición de la sociedad burguesa, o sean luego utilizados por la burguesía, o se suman en la pasividad una vez vista la esterilidad de su impulso, etc. - no depende intrínsecamente de la naturaleza de estos movimientos, sino que depende sobre todo del comportamiento de las clases capaces de conciencia autónoma, a saber, la burguesía y el proletariado. La historia argentina reciente contiene ejemplos de ello. La situación de ascenso de masas iniciada con el Cordobazo hacia el final de la década de los 60’s generó paulatinamente un verdadero vacío de poder que la burguesía, ante la incapacidad del proletariado, consiguió llenar con el golpe militar de 1976. Hoy se ha fraguado una situación similar que encierra tanto peligros como oportunidades para el proletariado y los revolucionarios argentinos. Cualquiera sea su posterior destino, ya el mero estallido de esos movimientos puede acarrear fácilmente la paralización de todo el aparato que sostiene y pone en marcha la sociedad burguesa. Así, puede imposibilitar, temporalmente al menos, toda acción de la burguesía. En tercer lugar, las acciones producidas en buena parte por la crisis en curso no han impuesto en la dirección política - en los elementos de vanguardia de la clase - la claridad acerca de las metas y los caminos de la revolución. Aunque la acción de masas y la posibilidad proletaria de tomar el poder se fundan objetivamente en la crisis económica, y aunque son el único material con el que puede contarse al comienzo de una fase de ascenso, el triunfo revolucionario no depende de ninguna ley natural o económica, de la crisis objetiva misma, sino de la capacidad de acción autónoma del proletariado. Uno de los aspectos importantes de esta capacidad es la comprensión del papel revolucionario o contrarrevolucionario de otras capas sociales y la capacidad de unirlas en la lucha conjunta contra el capitalismo y el Estado. Por otra parte, el acumulado histórico local ha sido insuficiente para consagrar la orientación revolucionaria del movimiento de clase, por lo cual es preciso complementarlo con la experiencia y el programa universales del comunismo.

Es aquí donde emerge con claridad la función del partido revolucionario en el proceso histórico mismo: la de poner la acción de masas al nivel de la experiencia universal del proletariado y del programa comunista, operando, a la sazón, como dirección política del movimiento. Como tal, el partido es producto del proceso histórico y de sus reales y vivientes dramatis personae, no de un momento de revelación: del cielo de la conciencia superior del partido-providencia nunca descenderá la luz suficiente para iluminar la tosca imaginación de los oprimidos. Por tanto, no procedemos como el GPM, que reduce mezquinamente la historia y los procesos sociales a las exigencias de un sistema de pensamiento dogmático fundado en lo que tal o cual secta cree saber y entender o en lo que cree que debe ser con arreglo a tal o cual artículo de fe doctrinal. Esto porque para la secta se trata no de desarrollar el movimiento revolucionario a partir de las condiciones reales, sino de dar a las masas un catecismo para uso y abuso de sus exegetas autorizados, los prelados del partido. La visión de la revolución como desarrollo de la capacidad proletaria de tomar su destino en sus propias manos, de tomar el poder, es absolutamente chocante y contraria a los presupuestos de su propia existencia. Para nosotros, en cambio, las masas no deben crear un nuevo círculo de servidumbre, sino atravesar la escuela de la contienda social y política y extraer los conocimientos y lecciones pertinentes a la luz de su propia lucha, pagando a menudo con sangre su propio desarrollo consciente. La vanguardia del proletariado, la verdadera vanguardia, no aquella secta que se proclama tal, jamás conseguirá cristalizar plenamente más que como parte de la cualificación de la experiencia de lucha conjunta del proletariado y de sus actores reales.

(1) El ser blanco de este tipo de críticas nos tiene sin cuidado. Mientras la realidad y los fenómenos sociales sean mirados desde ópticas diferentes es inevitable el choque de posiciones. ¿Acaso se puede ejercer el mero oficio de analista e intérprete de lo que sucede sólo con el ánimo de satisfacer a la crítica? En vez de temer un eventual cuestionamiento de nuestras tesis, lo alentamos porque, gracias a él, saldrá a relucir tarde o temprano la verdad y será entonces posible sacar las debidas lecciones de lo que sucede hoy en América Latina. Sin embargo, por extraño que parezca, la respuesta del GPM no examina ninguno de nuestros argumentos dentro del sistema teórico en que existe y, bajo la influencia de ciertos prejuicios interpretativos, deforma por completo nuestras tesis. El GPM no conoce los procedimientos bajo los que han sido conceptualizados por el partido los temas que aborda en su análisis crítico. Por ejemplo, su cuestionamiento del concepto de “financiarización” del capitalismo no se refiere a la tesis que ha venido desarrollando el partido en los últimos 25 años, sino a las viejas discusiones de Lenin con la SD y la evolución de las posiciones de la KOMINTERN durante los años de la hegemonía estalinista. Tienen en mente las definiciones “revisionistas” de Hilferding, Luxemburgo, Bujarin, Varga, Baran y Sweyzzi, pero no las que ha formulado el partido en Prometeo a lo largo de los años: nos reprochan nuestro supuesto alineamiento con la teoría del “estancacionismo” y sustentar tesis sobre el funcionamiento del capitalismo decadente y el derrumbe a las que somos ajenos. Con motivo de nuestro análisis de la situación argentina han creído encontrar la circunstancia para demoler las tesis sobre el capitalismo financiarizado, oponiéndonos una serie de estadísticas y cuadros comparativos que pretenden corroborar la destinación no especulativa del capital de inversión y el consecuente crecimiento industrial antes del colapso de los últimos dos años, pero cualquier conocedor de la teorización del partido podría volver tales estadísticas y cuadros - empleados supuestamente para hacer caer el edificio de nuestras tesis - contra el núcleo de la argumentación del GPM, ya que éste descansa sobre un equívoco.

Por lo demás, su comentario acerca de nuestro juicio del movimiento de los piquetes pone de relieve diferencias de método en el abordaje de los fenómenos políticos y escasa comprensión de las situaciones dinámicas en las que las definiciones de los movimientos sociales dependen tanto de la evolución ulterior de la correlación de fuerzas en la disputa política, como de las relaciones que se configuren en función de la confrontación entre el proletariado y los elementos y factores sociales que pone en juego el entorno histórico de la crisis en curso. También se patentiza una formulación de los conceptos de clase y de conciencia de clase, así como de las relaciones clase-partido-organismos de masas, que se inscribe en la tradición talmúdica del “leninismo”. Sus posiciones sobre el partido y sobre el movimiento de clase los aproxima más a la versión del partido-Providencia propio de una asimilación dogmática del “¿Qué Hacer?” y de “Un Paso Adelante y Dos Pasos Atrás”, dejando a un lado las correcciones de Lenin con base en las experiencias de 1905 y 1917. Aquí también incurren en deformaciones - a nuestro juicio frecuentemente deliberadas - y nos adjudican el sostén de opiniones que no sólo no hemos emitido jamás, sino a las que somos completamente contrarios. En cuanto a las deformaciones deliberadas de nuestro pensamiento, remitimos a los lectores a los siguientes puntos.

En cuanto al fenómeno de los "piqueteros", su relativa importancia política radica en la persistencia y tenacidad de su lucha por demandar más puestos de trabajo, pero constituyen una ínfima minoría, no sólo respecto del conjunto de los parados, sino de los que conservan su empleo. Respecto de su grado de conciencia política, insistimos en que es de carácter negativo, expresa lo que no quiere dentro del mismo sistema de vida. Y no cuestiona el sistema sino a los políticos de los partidos parlamentarios, por corruptos, y a los militantes de las organizaciones extraparlamentarias de mayoría reformista, por manipuladores, acusados de pelearse por hacer valer matices políticos que en nada afectan a lo que realmente se quiere conseguir y cuya exclusiva finalidad es destacar para el reclutamiento militante. Esto no obsta para que todos los militantes partidarios participen en el movimiento sin mencionar su filiación política y, a despecho de una ínfima minoría revolucionaria, sigan dirigiendo políticamente su accionar según los lugares comunes nacionalistas burgueses en que sus distintas organizaciones coinciden y han venido contribuyendo a educar a la gente en el antiimperialismo pequeñoburgués basado en la defensa de los valores patrios, el sentido de unidad nacional, etc., etc. Esta es la verdad, lo demás es pura imaginación, deseos teorizados y proclamados.
El programa de raíz ideológica nacionalista burguesa adoptado por las Asambleas Populares, a nuestro modo de ver se explica por estas circunstancias y tiene muy poco que ver con una supuesta tendencia social instintiva de estos explotados a romper con el sistema. En este sentido, discrepamos con el presunto espíritu objetivo revolucionario que los compañeros del BIPR han puesto en la consigna originada al interior del movimiento "cacerolero" (¡sic! He aquí una protuberante falsificación y deliberada deformación de nuestro pensamiento. Ndr.) predominantemente pequeñoburgués y cuentapropista afectado por la confiscación de los depósitos bancarios. "Que se vayan todos y no quede ni uno sólo", carece en absoluto del más mínimo potencial de iniciativa política alternativa respecto de nada. Al contrario, es una consigna ultrarreaccionaria. Concretamente progolpista a poco de que el movimiento se extienda hasta convertirse en un problema de "orden público". Los trabajadores en paro se han unido para protestar y demandar soluciones, no para resolver por sí mismos sus problemas, porque todavía sienten lo que les viene de la cuna, de la escuela y de su disciplina laboral: que no pueden y que no saben. (el aporte del partido) Por lo tanto, en realidad no es que no saben y que no pueden, sino que no quieren, porque no tienen conciencia de lo que efectivamente saben y pueden hacer. Y este tránsito ideológico y político del no querer a la voluntad de poder, este cambio de sustancia o principio activo de la acción, es tarea del partido revolucionario constituido. Por lo tanto, decir, como sostienen los compañeros, que “...los piquetes son la organización independiente de los trabajadores que lucha por una solución global al problema de la explotación y la miseria y postula la erección de su propio poder”, esto, además de no sostenerse sobre nada de lo que está pasando en Argentina, se contrapone frontalmente con la teoría marxista sobre la dinámica de la lucha de clases que dice asumir el BIRP.

En el trozo que sigue el GPM nos imputa una argumentación absolutamente extraña y que nosotros mismos hemos criticado una y otra vez. Incluso los más tibios grupos trotskystas han evidenciado tener perfecta noción acerca del origen y naturaleza de las formas alternativas de sobrevivencia a las que se refiere el fragmento citado; queda claro, asimismo, que tales formas son ineptas para nuclear relaciones de producción e intercambio superiores a las burguesas. ¿A cuál de nuestros documentos aluden los compañeros del GPM? Como este documento no existe y el juicio crítico que realizan aquí no encuentra pábulo en ninguna de nuestras posiciones, instamos a estos compañeros a proceder con honradez y a enmendar el patente error en que han incurrido en este caso.

Que la carencia de circulante haya inducido en los afectados la inteligente iniciativa de crear una institución de intercambio social informal donde desaparece la realización de todo beneficio basado en la explotación del trabajo ajeno, esto no significa que los parados argentinos juzguen nada sobre eso ni que este mercado suponga la conciencia política en acción superadora del mercado capitalista por parte de quienes participan en él - como fuerzan en extremo el intelecto para darlo a entender así los compañeros del BIRP- sino que es al revés: han sido los capitalistas quienes se vieron obligados a transgredir excepcionalmente las leyes de la circulación del dinero y del normal funcionamiento del mercado capitalista, precisamente para evitar la debacle financiera y económica del sistema, lo cual ha dado pábulo a esa iniciativa de la gente para proporcionarse lo necesario. La creación del "mercado de crédito sin dinero" no ha sido, pues, una consciente decisión autónoma de los explotados que lleve consecuentemente implícita la voluntad de superar el capitalismo, sino algo que acusa la falta de dinero y lo suple dentro del mismo espíritu objetivo del capital. Es su sucedáneo, no su sustituto. (aquí obviamente no hay una superación del dinero, sino un regreso a formas primitivas de intercambio. Ndr) Es una iniciativa determinada por el propio capital en crisis al interior del capital mismo, a instancias de una decisión política del gobierno burgués de turno en nombre del conjunto de la burguesía, de modo que esta organización del intercambio "alternativo" no es más que la adaptación de quienes participan en él - como las distintas especies animales en la selva- al nuevo medio social selvático en que siguen viviendo. En tal sentido, esta forma de intercambio, aun siendo llamativo por su singularidad histórica, no deja de ser por eso un epifenómeno más de la crisis capitalista, hoy día sin alternativa realmente posible, un reflejo condicionado, como el de las abultadas estadísticas de suicidio, robo con violencia o accidentes de trabajo en ese país.

Pese a que jamás hemos aseverado que la correlación de fuerzas favorezca al proletariado y sólo hemos intentado mostrar cómo y bajo qué condiciones esa correlación podría modificarse a favor de este último, el GPM insiste en que:

nos hemos referido más extensamente a las condiciones objetivas y subjetivas del movimiento contestatario protagonizado por los "piqueteros" argentinos. Aquí sólo hemos querido llamar la atención sobre el error de análisis del BIPR, para evitar autoengaños y errores en la tarea de contribuir a reproducir en el pensamiento colectivo, la correlación política de fuerzas real entre las dos clases fundamentales del país en el momento actual.

(2) Miseria de la Filosofía, Karl Marx, 1847.

(3) Tales son algunos de los principales problemas planteados por Georg Lukács en “Historia y Consciencia de Clase”, específicamente en su último capítulo in titulado “Observaciones de Método acerca del Problema de Organización”.

(4) El único sentimiento que el movimiento piquetero parece inspirar al GPM y a la CCI es el temor de que se extienda hasta dar lugar a un nuevo golpe de Estado provocado por su conversión “en un problema de orden público”. De sus superficiales comentarios se desprende que los proletarios deberían echar marcha atrás, regresar a sus casas y posponer el movimiento hasta que el partido los convoque a dar la batalla definitiva.

(5) Véase Lukács, op. Cit.

(6) Op. Cit.