Los fundamentos de la economía capitalista (parte III)

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Introducción

Los lectores habituales de Revolutionary Perspectives sabrán que hemos vuelto a publicar, con pequeños añadidos, el artículo "Los fundamentos económicos de la decadencia capitalista". Publicado originalmente en 1974, fue uno de los documentos fundacionales del grupo Revolutionary Perspectives, que pasó a formar parte de la CWO en 1975. Escrito hace medio siglo, sus premisas centrales han resistido la prueba del tiempo, y en las dos primeras partes sólo hemos hecho ligeras ediciones del original.

Sin embargo, en esta parte nos adentramos en el periodo que, a pesar de toda la agitación y el cambio del último medio siglo, todavía estamos viviendo. Dada esa agitación, hemos desarrollado naturalmente una perspectiva más larga que la planteada en el original. De hecho, ya en 1976 habíamos decidido que la llegada de la crisis y el resurgimiento de la resistencia de la clase obrera en todo el mundo a sus consecuencias significaba que, aunque la cuestión de "guerra o revolución" estaba ahora en el orden del día, no lo estaba necesariamente en el sentido inmediato. La lucha económica de los años 70 ("militancia del dinero", como la llamábamos entre nosotros) no dio lugar automáticamente a una conciencia de clase sobre la necesidad de deshacerse del sistema, aunque ese sistema mostrara cada vez más contradicciones. Nuestra explicación de las causas de la crisis que surgió entonces se ha mantenido, pero después de medio siglo sería una admisión de esterilidad, si no tuviéramos en cuenta los acontecimientos posteriores, así como ampliar las cuestiones en las que desde entonces hemos desarrollado más nuestro análisis. Por ello, ésta y la próxima parte de la serie serán más extensas que las dos primeras. Ésta terminará en el periodo en el que se escribió originalmente, el final del boom de la posguerra. Fue entonces cuando la clase obrera, enfrentada a los ataques a los niveles de vida, inicialmente a través de un enorme aumento de la inflación, respondió con huelgas e insurrecciones en todo el mundo. Esto llevó al nacimiento de nuevas organizaciones de la izquierda comunista, como la CWO, y al rejuvenecimiento de las ya existentes, como el Partido Comunista Internacionalista (Battaglia Comunista). Para nuestra nueva generación, nos llevó al análisis de Marx para explicar la realidad material que estábamos viviendo. Sin embargo, lo que no podíamos ver a principios de los 70, era cómo reaccionaría el sistema tanto al final del ciclo de acumulación. como a la resistencia de la clase obrera al intento de hacerle pagar esa crisis. La próxima y última parte de esta serie resumirá los artículos que hemos escrito desde entonces sobre todos los giros y vueltas de la posterior respuesta capitalista al final de este ciclo de acumulación - un ciclo cuyo problema central, la necesidad de una devaluación masiva del capital, todavía no se ha resuelto.

Otra cosa que hemos tenido que hacer a lo largo de los años es definir el término "decadencia" contra las interpretaciones erróneas que sugerían que significaba que el capitalismo estaba destinado a colapsar en poco tiempo. Los modos de producción tardan siglos para que puedan emerger o colapsar y sus contradicciones pueden dar lugar a nuevos desarrollos, y a veces incluso a una aparente expansión, antes de que finalmente caigan. Incluso entonces las contradicciones económicas por sí solas no acaban con el dominio de clase. Como escribimos en Internationalist Communist 23:

Vivimos dramáticamente la decadencia del capitalismo, podemos identificar ciertos fenómenos en los que se manifiesta pero, evidentemente, no podemos prever cuándo terminará históricamente este periodo. En ausencia de una alternativa el capitalismo podría seguir su curso demencial durante siglos. La decadencia del capitalismo no conduce mecánicamente al socialismo. Es un error metodológico prever el fin natural del capitalismo y la llegada del socialismo sin la acción revolucionaria del proletariado. El socialismo no es el resultado natural de la decadencia capitalista, sino el fruto de la lucha victoriosa del proletariado guiado por su partido internacional e internacionalista.(1)

Así pues, la decadencia no es más que un término útil para describir todos los rasgos que caracterizan al capitalismo en la era de la tendencia al monopolio, el imperialismo y el capitalismo de Estado, pero el impulso básico de la ley de la tendencia a la caída de la tasa de beneficio sigue siendo la fuerza motriz material de los ciclos de acumulación que siguen vigentes, aunque bajo una forma diferente. Siguen siendo fundamentales para comprender dónde nos encontramos hoy, al final del tercer ciclo de acumulación del periodo decadente del capitalismo. Éste, sin embargo, plantea una amenaza mayor que nunca. Los periodistas de la clase dominante hablan de una "policrisis", en la que el estancamiento económico, las pandemias, la guerra imperialista, la degradación medioambiental y el calentamiento global amenazan, no sólo el futuro del capitalismo, sino potencialmente el futuro de la propia humanidad. No hay un desenlace garantizado. Estamos entrando en uno de los periodos descritos por Marx en el Manifiesto Comunista, en el que nos enfrentaremos o bien a la victoria de la "clase contendiente", es decir, la clase trabajadora, o bien a la ruina común de todos nosotros. Sin embargo, saber dónde estamos es sólo el primer paso. Ni las minorías revolucionarias ni la clase obrera en general pueden esperar de brazos cruzados a ver qué pasa. Ya hace tiempo que es hora de organizarse, tanto colectiva como políticamente. Esta serie pretende ser una contribución a ese esfuerzo.

La era del imperialismo y del capitalismo de Estado

La era de la decadencia capitalista

El estallido de la guerra mundial en 1914 fue la manifestación decisiva de que el capitalismo era en adelante un modo de producción decadente. Pero puesto que ya hemos explicado que la tasa de ganancia decreciente es la fuerza motriz básica de la acumulación de capital, tanto durante el ascenso del capitalismo como durante su declive, ¿cómo podemos afirmar categóricamente que el capitalismo mundial es ahora un sistema social decadente y lo ha sido desde aproximadamente 1914, aunque todavía ha conseguido seguir acumulando e incluso "expandiendo" las fuerzas productivas? Subrayemos en primer lugar que decimos "aproximadamente 1914" como fecha de inicio de la decadencia del capitalismo. Un modo de producción no se vuelve decadente de la noche a la mañana, y se puede argumentar que el capitalismo había cumplido su tarea histórica de crear la economía mundial y establecer las bases materiales para el comunismo algún tiempo antes de 1914. Sin embargo, con el desarrollo del capital monopolista y de la economía mundial, se llega a un punto en el que la crisis estrictamente económica del ciclo de acumulación ya no es suficiente para rejuvenecer el proceso de acumulación. La centralización del capital ha ido demasiado lejos y ahora hay muy pocos capitales pequeños e improductivos que se queden por el camino. La devaluación del capital como resultado de las devastaciones de la guerra imperialista mundial es la única solución a la crisis del capitalismo global.

En las partes anteriores de este estudio, hemos visto cómo las contratendencias a la caída de la tasa de ganancia resultan ser ineficaces o bien conducen al imperialismo, y finalmente a la guerra mundial, una vez que el capital se establece como el modo de producción mundial dominante. El auge del capital global significa el fin del laissez-faire o capitalismo clásico. La acumulación de capital después de la Primera Guerra Mundial sólo pudo tener lugar sobre la base de una intervención estatal constante y creciente en cada economía nacional y la absorción gradual de la sociedad civil por el Estado -de ahí la existencia de la tendencia hacia el capitalismo de Estado en todo el mundo. Esto, además de implicar una creciente propiedad y control estatal de los medios de producción, políticas fiscales que intentan controlar la economía, también implica el estímulo de la producción de residuos (es decir, la producción que, desde el punto de vista del capital global, no puede conducir a una mayor acumulación de capital), cuya expresión más pronunciada ha sido la producción de armas. Con la competencia clásica subsumida ahora en una situación de rivalidad interimperialista permanente, los auges y las crisis se presentan ahora como crisis económicas mundiales, a menudo acompañadas de una creciente producción de armas, ya que, en última instancia, la gigantesca devaluación del capital necesaria para permitir una nueva ronda de acumulación sólo puede resolverse mediante la guerra, preludio a su vez de un nuevo período de reconstrucción. La historia del capitalismo desde principios del siglo XX ha sido la historia de este ciclo de crisis - guerra – reconstrucción.

Las dos guerras mundiales sirvieron para devaluar el capital y permitieron un realineamiento de las potencias imperialistas(2), pero esto no afectó en absoluto a la posición relativa de los Estados menos avanzados que, en lo sucesivo, han sido meros peones en las manipulaciones de la rivalidad interimperialista de los Estados avanzados, ya que es difícil para los países llamados "en vías de desarrollo" competir en el mercado mundial independientemente de las potencias imperialistas.

Desde el punto de vista del proletariado, por otra parte, la existencia del capitalismo global y decadente significa también la existencia de la posibilidad material de la revolución mundial y de la institución del comunismo como modo de producción superior. La oleada revolucionaria mundial de 1917-21, a pesar de su derrota, demostró que el comunismo ya no era un ideal utópico, sino una posibilidad práctica. Pero más que eso, la Primera Guerra Mundial demostró que la existencia continuada del modo de producción capitalista era un "grillete" para el desarrollo de las fuerzas productivas y que la institución del comunismo por el proletariado es esencial para que la sociedad no se hunda en la barbarie.

Estatalización justo antes, durante y después de la Primera Guerra Mundial

En el debate sobre el imperialismo vimos que el gasto del Estado aumentaba proporcionalmente respecto a la renta nacional total de los Estados avanzados a partir de 1870 aproximadamente. El armamento, como vimos anteriormente, constituía la mayor partida del gasto estatal, pero otras partidas importantes eran la educación y los servicios públicos (servicios con una elevada composición técnica, como el suministro de gas y agua). En 1909 el Gobierno británico indicó hasta qué punto las necesidades del capitalismo decadente eran sostenidas por el Estado con la formación de British Petroleum (BP), que contaba con una participación de título estatal.

Sin embargo, fue en Estados Unidos donde las tendencias al monopolio de la "Golden Age", señaladas en la parte anterior(3), amenazaron no sólo con acabar con el desarrollo de nuevos capitales a través de los precios de monopolio, sino incluso con distorsionar el proceso político. En respuesta a las protestas de los trabajadores organizados, los agricultores del "Movimiento Granger" y la fundación de un Partido Antimonopolio, en 1890 se aprobó la primera ley antimonopolio, la Ley Sherman. Bajo el régimen del laissez-faire (y del darwinismo social) del presidente McKinley, la ley quedó prácticamente inutilizada. Sólo después de su asesinato, su sucesor Theodore Roosevelt, partidario entusiasta del imperio estadounidense, aplicó la ley para poner en cintura a empresas como JP Morgan y Rockefeller. Resultaba extraño que un gobierno tuviera que actuar "para proteger la competencia" (algo que, según los capitalistas, es natural en el sistema), pero fue el comienzo de un proceso en el que, incluso hoy en día, los mercados están regulados e incluso "fabricados" por el Estado.(4) Roosevelt, sin embargo, no llegó a nacionalizar la industria, sino que forjó una relación con ellas en la que los contratos gubernamentales se convirtieron en la principal fuente de planificación y capital nacional. Se habían sembrado las semillas del "complejo militar-industrial-congresual" posterior a la Segunda Guerra Mundial, y para entonces, y con el auge de la posguerra, los líderes de la industria entraban y salían del servicio gubernamental sin complicación alguna.(5)

El estallido de la guerra en 1914 aceleró esta evolución hacia la estatalización en todas las principales potencias capitalistas, con gobiernos centrales que asumieron un control más o menos directo de la producción con fines bélicos. En la Alemania imperial posterior a 1916, el control de la economía por parte de Rathenau fue tan grande que se denominó "socialismo de Estado", mientras que Lloyd George, al describir a los hombres que ayudaron a dirigir su Ministerio de Municiones, dijo,

(...) Todos los medios de producción, distribución e intercambio" estaban en conjunto bajo su mando.(6)

Muchos aspectos concretos de esta intervención estatal fueron revocados después de la guerra, pero otros permanecieron y el capitalismo de Estado como tendencia de todos los capitales quedó firmemente establecido. La tendencia a la estatalización de la economía no es sólo el resultado de la necesidad de que la producción dentro de los estados nacionales esté orientada a los requisitos militares de la guerra, aunque esta necesidad de por sí acelera y enfatiza dicha tendencia. Una razón más importante es la falta crónica de plusvalía como resultado de la agobiante composición orgánica del capital. Enfrentado a industrias estancadas (cuya plusvalía es demasiado baja para proporcionar un mayor aumento del capital constante), el Estado se ha visto obligado a intentar evitar el colapso de la economía adoptando lo que hasta ahora había sido la función del mercado, es decir, promoviendo la formación de una tasa media de beneficios mediante la redistribución de la plusvalía por toda la economía.

En el curso de la concentración de capital, más plusvalía llega a ser dividida entre relativamente menos empresas, un proceso por el cual el mercado pierde algunas de sus funciones. Cuando el mecanismo del mercado deja de "cuadrar" la oferta y la demanda mediante la expansión del capital, complica la formación de una tasa media de ganancia, necesaria para garantizar la existencia simultánea de todas las industrias necesarias, independientemente de sus tasas de ganancia individuales. La tasa media de ganancia (...) implica la "puesta en común" de la plusvalía para satisfacer las necesidades físicas de la producción social que se afirman a través de la demanda social. El estancamiento del capital, expresado como demanda defectuosa, impide a un número cada vez mayor de entidades de capital participar de la "reserva" social de plusvalía. El control de la plusvalía se vuelve esencial para la seguridad del capitalismo y la distribución de los beneficios se convierte en una preocupación gubernamental.(7)

De ahí el marcado aumento del control estatal sobre la banca, el crédito, etc., las subvenciones públicas y la nacionalización directa de muchas industrias básicas después de la Primera Guerra Mundial, sobre todo con el inicio de la crisis de 1929. Así, por ejemplo, el Gobierno francés prestó dinero a casi todas sus compañías navieras, a las empresas de aviación civil, a los bancos insolventes y nacionalizó los ferrocarriles. El Gobierno británico:

(...) consiguió la fusión de los ferrocarriles (1921), la concentración -de hecho, la nacionalización parcial- del suministro eléctrico (1926), la creación de un monopolio del hierro y del acero patrocinado por el gobierno (1932) y un cártel nacional del carbón (1936)…(8)

En la Alemania nazi, a pesar de los desplantes de Hitler contra el bolchevismo, el control estatal de la economía avanzó a buen ritmo. Los capitalistas se organizaron en el "Ministerio del Comercio y la Industria", los trabajadores en el Frente del Trabajo, mientras que en febrero de 1938 Goering fue nombrado dictador económico para llevar a cabo el "Plan Cuatrienal".

Las medidas (...) introducidas no eran el producto de una ideología económica nazi específica. Eran más bien el tipo de plan adoptado, aunque con mucho menos vigor, en muchos países en los años 30 y que hoy se resume en el término "keynesianismo". Se basaban en parte en el "socialismo de guerra" introducido en Alemania durante la Primera Guerra Mundial.(9)

En Italia, en 1933, el Gobierno fascista creó el Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI):

(...) un holding industrial permanente para ayudar a los programas gubernamentales de autarquía y rearme, siguió limitando sus operaciones a las industrias y servicios en los que la empresa privada estaba dispuesta a invertir fondos suficientes.(10)

Tanto en Italia como en Alemania, la recuperación económica se basó en la producción de armamento y en la explotación salvaje de la clase obrera, aunque de hecho la producción social total de ambos países cayó entre 1929 y 1938.(11) Más adelante veremos cómo este mecanismo "ayuda" a la acumulación en el capitalismo decadente. Sin embargo, la estatalización (en el sentido de propiedad estatal de la industria), aunque por un lado ayuda a la redistribución de la plusvalía y al apuntalamiento general de la economía, por otro, reduce aún más la rentabilidad del sector privado, ya que es principalmente dirigiendo la plusvalía de este último como el Estado puede financiar sus empresas. El mismo proceso por el que el Estado intenta igualar las tasas de beneficio entre las industrias con altas tasas de plusvalía (que tienden a estar en el Departamento II) y las que tienen bajas tasas de plusvalía (que tienden a estar en el Departamento I) funciona en las economías capitalistas totalmente estatales (los llamados Estados "comunistas"), pero aquí es más fácil transferir fondos de una industria a otra, ya que el Estado, actuando como un enorme empresario, controla directamente el capital nacional total. En todas las economías capitalistas modernas, los sectores no rentables mantenidos por el Estado representan un aumento del coste de producción desde el punto de vista de la economía en su conjunto, y contribuyen así a reducir aún más la tasa de beneficio.

Los esfuerzos acelerados por "racionalizar" la producción después de la Primera Guerra Mundial mediante la "gestión científica", los dispositivos de "ahorro de mano de obra", la introducción de sistemas de primas, etc., fueron intentos desesperados de compensar la caída de la tasa de beneficios aumentando la tasa de explotación en aquellas industrias que aún eran rentables. En Gran Bretaña y Francia, el declive del nivel de vida de los trabajadores es evidente por el hecho de que los salarios reales cayeron por debajo del nivel de principios de siglo, mientras que en Alemania, "la participación de los salarios en la economía nacional cayó del 64% en 1932 (en sí mismo un descenso significativo desde el nivel de 1928) al 57% en 1938".(12)

Sin embargo, los intentos de aumentar la plusvalía tanto relativa como absoluta contribuyeron a aumentar el creciente número de desempleados en todos los Estados capitalistas avanzados, y los gobiernos centrales volvieron a intervenir con nuevas nacionalizaciones, planes de seguridad social y obras públicas para intentar mantener la producción. El New Deal de F.D. Roosevelt en Estados Unidos fue el más ambicioso de todos ellos. Las medidas del New Deal nunca llegaron a "cebar la bomba" de la acumulación capitalista, a pesar de las afirmaciones propagandísticas, pero socialmente ayudaron a mantener unido el sistema durante la Gran Depresión. En 1937 ya estaba claro que el gasto estatal por sí solo no bastaría para acabar con ella. En su lugar, las tensiones imperialistas que habían aumentado durante esta crisis económica condujeron a más políticas de "empobrecer al vecino", a medida que aumentaban los aranceles y se proclamaba la "autarquía" o la "preferencia imperial" como imperativos nacionales. Puede que el rearme ante estas tensiones aumentara las tasas de beneficio de los fabricantes de armamento, pero sólo contribuyó a impulsar la guerra imperialista total en 1939 y 1941. Sería esto lo que finalmente destruiría los valores del capital en cantidades tan masivas que sería la señal para el comienzo de una nueva ronda de acumulación y el auge secular más largo de la historia capitalista después de 1945.

En la URSS, el aislamiento de la revolución de 1917 en un solo país no produjo el socialismo, sino una variante diferente del capitalismo de Estado. Con la revolución mundial como un horizonte lejano, en 1921 se adoptó la Nueva Política Económica (NEP). Lenin fue perfectamente franco al decir que era un paso atrás hacia el "capitalismo de Estado", pero siempre mantuvo la ilusión de que el capitalismo de Estado proporcionaría un punto intermedio hacia el socialismo. Incluso los comunistas de izquierda rusos, que habían denunciado cualquier intento de establecer en Rusia un capitalismo de Estado al estilo occidental (que más tarde se llamaría "economía mixta"), no veían que la propiedad estatal total de las fuerzas productivas no equivalía al socialismo (aunque Engels lo había advertido). A lo largo de la década de 1920, el debate en la URSS giró en torno a la dirección que debía tomar la acumulación de capital. Bujarin se erigió en defensor de la continuación de la NEP (y del desarrollo de la agricultura primero mediante concesiones al campesinado), mientras que su antiguo colega comunista de izquierdas, Preobrazhensky, abogaba por una industrialización más rápida (una política apoyada por Trotsky). Estos "superindustrializadores" de la Oposición de Izquierda fueron derrotados por Stalin gracias a su control del aparato del Partido, pero eso no le impidió robarles su política en 1928. Esto no fue, como los estalinistas y la mayoría de los trotskistas han mantenido desde entonces, el comienzo del camino hacia el socialismo, sino que fue de hecho el inicio de otro modelo de capitalismo de Estado. Fue uno que más tarde resultaría muy atractivo para los Estados que habían estado bajo el yugo del colonialismo y buscaban una forma de acumular sin tener que depender de las inversiones de capital de sus antiguos amos imperiales, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Stalin dejó bien claro que el motivo de los Planes Quinquenales no era crear una vida mejor para los trabajadores rusos (cuya explotación proporcionaría la plusvalía para estos planes), sino crear una maquinaria militar capaz de resistir los ataques de las potencias occidentales que, incluso en 1928, estaba convencido de que se preparaban para atacar a la URSS. Se trataba, como dirían los nazis un poco más tarde, de "armas, no mantequilla". Sin embargo, durante la década de 1930, cuando el desempleo masivo asolaba las economías occidentales tras el crack de Wall Street, los Planes Quinquenales dieron la impresión de que una economía totalmente planificada (mal llamada "socialismo" en la URSS y "comunismo" en Occidente) era superior a las economías capitalistas tradicionales. Junto a una oleada de huelgas y ocupaciones de viviendas en la inmediata posguerra, este hecho iba a desempeñar cierto papel en la adopción de medidas de bienestar y seguridad social en el llamado "mundo libre", a medida que la competencia económica e ideológica entre las dos potencias dominantes tras la Segunda Guerra Mundial se convertía en la Guerra Fría.

El boom de posguerra

Así, después de la Segunda Guerra Mundial no se redujo el control estatal de la economía, como había ocurrido después de la Primera Guerra Mundial. De hecho, las tendencias capitalistas estatales se hicieron cada vez más enfáticas. El gasto del Estado como porcentaje del PNB creció de forma espectacular [véase el cuadro de gastos del Estado y deudas públicas más abajo]. En la URSS, el cuarto Plan Quinquenal se inauguró en 1946; Francia adoptó el Plan "Monnet" y nacionalizó Renault, el carbón, el gas, la electricidad, el Banco de Francia, los grandes bancos comerciales, Air France y las mayores compañías de seguros, mientras que la lista de Gran Bretaña no es menos extensa. Mientras que el capitalismo de Estado en EEUU, como ya hemos señalado, ha adoptado en gran medida la forma de contratos gubernamentales de defensa, la recuperación alemana, italiana y japonesa en el periodo de reconstrucción de posguerra se inició con la ayuda Marshall de EEUU y se mantuvo haciendo uso del control estatal de preguerra. En Italia, el IRI (véase más arriba) creció enormemente, produciendo el 60% del acero del país, siendo propietario de Alfa Romeo y empleando a 200.000 trabajadores de ingeniería, además de controlar la mayoría de los servicios y obras públicas; mientras que en Alemania,

Mucho más que en cualquier otro país capitalista durante este periodo, la burguesía (...) se sirvió del aparato estatal y del sistema monetario y fiscal para forzar la acumulación de capital…(13)

Este crecimiento del capitalismo de Estado significó que, incluso en el Occidente supuestamente librecambista, el sector público se convirtiera ahora universalmente en incomparablemente el mayor empleador [véase el cuadro de empleados del sector público más abajo]. Hay que señalar que el control directo del Estado se dio en gran medida en las industrias básicas que requieren una gran masa de beneficios para mantener la renovación y la acumulación de capital. El hecho de que el Estado se viera obligado a hacerse cargo de ellas es indicativo de la propia crisis histórica en la que se estaba rompiendo la tendencia a la igualación de la tasa de beneficios. Esto explica por qué la moda por la nacionalización se intensificó aún más cuando terminó el boom de la posguerra a principios de los años setenta. Con el control estatal de UCS y Rolls Royce, y una mayor estatalización con la formación de la National Enterprise Board, y la inminente nacionalización de British Leyland y de las industrias de construcción naval, Gran Bretaña se puso a la cabeza de esta evolución universal del modo de producción capitalista.

Número de trabajadores en el sector público como porcentaje del total de la fuerza laboral

País Total de las administraciones públicas Empresas públicas Total del sector público
Reino Unido 11,9 10,1 22,0
Canadá 9,9 2,0 12,0
EEUU 16,7 0,04 16,7
Venezuela 12,4 1,2 13,6
Chile 10,1 --- 10,2
Argentina 11,5 3,5 14,9

Fuente: Finance and Development, Volumen 2, nº1, marzo de 1974

La inflación como un elemento permanente de la decadencia capitalista

Una gran parte del gasto público que acompaña a la estatalización de la economía es, de hecho, improductivo, es decir, un gasto que no conduce a una mayor acumulación de capital. El conjunto del sector terciario (servicios sociales, etc.), así como la producción de armamento (véase el apartado siguiente), pueden englobarse bajo el mismo epígrafe de gastos improductivos. Sin embargo, este aumento de los gastos improductivos no conduce por sí mismo a la inflación (es decir, al aumento de los precios). Si recordamos que, en el conjunto de la economía, los precios totales tienden a igualar a los valores totales, es evidente que, desde el punto de vista del capital social total, ese gasto representa una merma de la "reserva" de plusvalía y, por tanto, contribuye a reducir aún más la tasa de ganancia. La inflación, sin embargo, es el resultado de una expansión de la oferta monetaria sin un aumento correspondiente de la cantidad de valor producido.

En otras palabras, el aumento de los precios, que no significa más que el hecho de que hay que cambiar una mayor cantidad de moneda para comprar una sola mercancía, es un reflejo de la devaluación del dinero en su intento de restablecer su propio valor real frente a una oferta creciente de dinero. Las consecuencias de un aumento de la oferta monetaria sin un aumento correspondiente en la creación de valor pueden ilustrarse en términos de la teoría económica clásica burguesa, donde M = volumen de dinero, V = velocidad de circulación, P = precios y T = producción, y donde, en condiciones de equilibrio, MV = PT. Evidentemente, cualquier aumento de M sin un aumento equivalente de T conduciría a un aumento de P (es decir, de los precios). El gasto improductivo como tal entra en la ecuación. El factor clave en una situación inflacionista es la expansión de la oferta monetaria a un ritmo más rápido que el aumento de la producción de nuevo valor (o "producción" en términos clásicos). Así pues, por muy improductivo que fuera el capitalismo, no habría inflación si no se produjera una expansión de la oferta monetaria. Sin embargo, habría una gran crisis de desempleo.

En la posguerra, el Estado se ha visto cada vez más obligado a recurrir a la expansión de la oferta monetaria, en parte para evitar los ataques directos a los salarios del proletariado y atacarlos indirectamente socavando el poder adquisitivo real. Aunque los ataques directos han sido, y siguen siendo, una importante fuente de ingresos para el Estado, estos son incapaces de proporcionar la totalidad de los ingresos necesarios para el creciente número de responsabilidades estatales y la financiación del déficit (es decir, una situación en la que el Estado gasta más dinero del que recibe de los impuestos) ha sido una característica común de todas las economías "mixtas" desde la Primera Guerra Mundial y, en particular, después de principios de los años 30, cuando se abandonó definitivamente el patrón oro.

Para que el Estado pueda controlar la oferta de dinero es necesario que cada economía nacional esté libre de las limitaciones de un patrón de conversión metálico. A lo largo del siglo XIX, la oferta monetaria de las economías nacionales estuvo estrechamente vinculada a la cantidad de oro o plata (lingotes) que se poseía dentro de las fronteras del Estado. Los billetes emitidos eran legalmente convertibles en moneda metálica y el alcance de la emisión de billetes estaba limitado por la obligación de "respaldar" el papel moneda con moneda metálica depositada en los bancos y convertible a un tipo legal fijo. De este modo, la oferta de dinero estaba limitada por las existencias de lingotes de oro en poder de los bancos de cada Estado nacional. El estallido de la Primera Guerra Mundial supuso el abandono del patrón oro internacional, ya que los Estados beligerantes sufragaron los gigantescos costes de financiación de la guerra en gran medida mediante el sencillo método de imprimir dinero. Así, en 1918, el aumento de las emisiones de papel moneda en Alemania era cinco veces superior al de 1914, en Gran Bretaña, cuatro veces y media superior al de antes de la guerra, y en Francia, casi cuatro veces superior al de 1914. Como este aumento de la oferta de dinero financiaba las necesidades bélicas y no conducía a la producción de nuevo capital, los precios se dispararon: un 245% en Alemania, un 230% en Gran Bretaña y un 353% en Francia.(14) La devaluación de la moneda que acompañó a la abolición del patrón oro en los distintos Estados nacionales supuso un aumento a corto plazo de la competitividad de las mercancías del país devaluador vendidas en el mercado mundial, ya que los precios bajaron en relación con las mercancías de otros Estados. Tal efecto sólo podía ser temporal, ya que sólo animaba a los Estados competidores a salir del patrón oro y devaluar su moneda. En 1936, todos los países del "bloque del oro" que habían intentado mantener el patrón oro lo habían abandonado y habían devaluado sus monedas.

En la década de 1930, al igual que durante la Primera Guerra Mundial, la salida del patrón oro permitió a los gobiernos centrales de los Estados capitalistas avanzados aumentar la oferta monetaria y ampliar aún más su intervención en la economía. Como veremos más adelante, el mayor aumento del gasto público se debió al incremento masivo de la producción de armamento, pero el temor a la "agitación política" del proletariado en una situación de desempleo masivo también llevó al Estado a ampliar los servicios sociales existentes y a emprender la construcción de obras públicas.

Gasto estatal total y deuda pública por países

País Gasto estatal total (en monedas nacionales, valor actual omitido) Deuda pública (como porcentaje respecto al ingreso nacional)
1828 o 1929 1937 o 1938 1929 1937 o 1938
Francia 44248 68971 114 171
Italia 20519 34100 --- ---
Reino Unido 782 1134 174 163
Alemania 8187 --- 12 25
Bélgica 12299 13546 77 85

Excluidos los importes no divulgados de facturas especiales

Fuente: Clough y Cole, Economic History of Europe, p. 819.

Este enorme aumento de la producción de residuos [gasto improductivo], financiado en gran medida mediante el gasto deficitario, sólo podía conducir a un aumento de la inflación y a un crecimiento de la deuda pública, como demuestra el cuadro anterior.

El tremendo coste de la financiación de la Segunda Guerra Mundial se sufragó de nuevo en gran medida mediante préstamos de los gobiernos centrales a los bancos a cambio de bonos del Estado o letras del Tesoro, ampliando así la oferta monetaria. El cuadro siguiente muestra claramente el aumento de la circulación de billetes durante la Segunda Guerra Mundial. Este enorme aumento de la masa monetaria para financiar la guerra provocó una inflación galopante en todos los Estados beligerantes hacia el final e inmediatamente después de la guerra, ya que las medidas para fijar los precios se volvieron ineficaces. Las políticas adoptadas para superar de nuevo la inflación sólo pudieron ser soluciones temporales al problema.

Crecimiento de la circulación de billetes

País Mes Crecimiento porcentual
Alemania Diciembre de 1944 435
Bélgica Agosto de 1944 339
Francia Diciembre de 1944 369
Italia Diciembre de 1944 1034
EEUU Diciembre de 1944 259
Reino Unido Diciembre de 1944 160
Canadá Diciembre de 1944 318

Fuente: Clough y Cole, Economic History of Europe, p. 847.

En Occidente, la aplicación de las medidas keynesianas supuso la prolongación más o menos consciente de las políticas que el Estado se había visto obligado a adoptar desde la Primera Guerra Mundial. Keynes pensaba que las crisis periódicas del capitalismo podían evitarse mediante la manipulación de los tipos de interés para fomentar la inversión y mediante el gasto deficitario y las obras públicas para mantener el empleo durante los periodos de depresión - el aumento resultante de la deuda nacional se amortizaría durante el periodo de "auge". De hecho, lo que se ha producido es un aumento permanente de la deuda nacional de todos los Estados avanzados y la inflación ha demostrado ser una característica permanente del capitalismo decadente. Por ejemplo,

Los precios en Europa Occidental aumentaron un 66% entre 1947 y 1957. Se trataba de una tasa compuesta de aumento de más del 5% anual, una tasa aproximadamente igual al rendimiento de los bonos del Estado (antes de impuestos).(15)

Según la teoría keynesiana, la inflación gradual es una característica saludable más que malsana de las economías nacionales, ya que anima a los empresarios a invertir y aumenta la competitividad de las exportaciones en el mercado mundial. Sin embargo, si recordamos la razón de la existencia de la inflación en primer lugar (expansión de la oferta monetaria a un ritmo más rápido que la producción de nuevo valor), entonces es obvio que la inflación debe convertirse en algo más que un proceso "gradual" si el ritmo de expansión de la oferta monetaria sigue superando el ritmo de producción de valor. Como veremos, éste fue el caso en los años 70, con el desarrollo de una "recesión" mundial que puso fin al largo boom de los "treinta años gloriosos", como lo llaman los economistas burgueses franceses.

Imperialismo y subdesarrollo

Para Keynes, la Segunda Guerra Mundial demostró que cualquier sistema económico podía alcanzar el pleno empleo si así lo deseaba, y temía que el final de la guerra sólo trajera de vuelta el desempleo a la escala de los años treinta. Sin embargo, a corto plazo no tenía por qué preocuparse. La destrucción masiva de las fuerzas productivas durante la Segunda Guerra Mundial proporcionó una nueva base para la recuperación económica.

En toda Europa, las líneas de ferrocarril, las estaciones de clasificación y las instalaciones portuarias estaban en ruinas. La maquinaria se había desgastado por el uso constante y la falta de mantenimiento. Las minas habían sido explotadas tan despiadadamente que se necesitaba un esfuerzo sobrehumano para devolverles su eficiencia de antes de la guerra. La agricultura había sufrido por el exceso de cultivos... Y la mano de obra de la mayoría de los países había sufrido pérdidas sustanciales.(16)

Mientras que Alemania, Japón e Italia habían sido devastadas por la guerra, lo mismo podía decirse de la base económica de la mayoría de las potencias "victoriosas". La URSS había perdido doce millones de soldados y otros ocho millones de civiles, el Reino Unido 11.800.000 toneladas de buques y Francia el 45% de toda su riqueza. La excepción fue Estados Unidos, donde la guerra supuso un enorme impulso a la producción, pero dejó intacta su base industrial. Aunque la guerra había producido una devaluación masiva del capital constante estadounidense que no había podido acumularse durante la guerra, no había habido destrucción física de los medios de producción. Esto le dio el poder de dictar la forma económica del nuevo orden mundial de posguerra. Iba a ser un mundo dividido entre dos bloques imperialistas muy desiguales: la URSS y los satélites de Europa del Este que ocupaba, por un lado, y EEUU con sus socios de Europa Occidental, finalmente despojados de sus colonias, por otro. Incluso antes de que Roosevelt, Churchill y Stalin se reunieran para repartirse el mundo en Yalta en febrero de 1945, Estados Unidos había presionado a los demás Estados occidentales en Bretton Woods (New Hampshire) para que aceptaran el dólar como nuevo criterio para el comercio internacional. En el nuevo orden mundial, los Estados miembros vincularían sus monedas al dólar estadounidense y, para garantizar que no se volviera a las devaluaciones monetarias de "empobrecer al vecino" de los años de entreguerras, Estados Unidos vincularía el dólar al oro, a un precio de 35 dólares la onza. Parte integrante del acuerdo fue la creación del Banco Mundial, encargado de actuar como acreedor del FMI con transacciones inevitablemente en dólares.

La URSS no ratificó los acuerdos finales y en 1947, en la Asamblea General de la ONU, el delegado ruso Andrei Gromyko denunció las instituciones de Bretton Woods como "sucursales de Wall Street" y al Banco Mundial como "subordinado a fines políticos que lo convierten en el instrumento de una gran potencia". Mientras que la URSS y sus satélites controlaban ahora un territorio que abarcaba la mayor parte de Europa y una enorme parte de Asia, era el imperialismo más débil que emergía de la guerra. Su única forma de escapar de la hegemonía del dólar estadounidense era asegurarse de que las monedas de los territorios que ocupaba siguieran siendo no convertibles.

Mientras la URSS se veía obligada a desmantelar y transportar a Rusia todo el capital constante que podía conseguir de Alemania Oriental, Estados Unidos tenía un problema diferente. Como única potencia con su base productiva intacta, su problema era que sus aliados ya no estaban en condiciones de comprar productos estadounidenses, a menos que sus economías también se recuperaran. También en este caso existía la amenaza de una recesión con todas sus consecuencias. Desde noviembre de 1945 hasta 1946 se produjo la mayor oleada de huelgas de la historia de EEUU, alimentada por un rápido aumento de la inflación y en la que participaron más de 5 millones de trabajadores, en su mayoría al margen de los sindicatos. El reto para el capital estadounidense era encontrar la manera de mejorar la situación de la clase obrera reactivando tanto su propia economía nacional como las economías de sus aliados. Así, en 1947, EEUU comenzó a aplicar el Plan Marshall para sus aliados en Europa. Esencialmente, esto significaba ayuda financiera a países como Italia y Francia, donde los partidos comunistas leales a la URSS estaban ganando popularidad, pero incluso en lugares como el Reino Unido, sin un gran partido comunista (en 1945 el PCGB tenía un diputado), el Plan Marshall fue aceptado por un gobierno laborista que la utilizó para pagar parte de las deudas de guerra del Imperio Británico, que estaba en bancarrota. Nueva York sustituyó definitivamente a Londres como centro financiero mundial. La URSS, para escapar a la dominación del dólar, rechazó la oferta de ayuda, no del todo desinteresada, y tampoco permitió que sus satélites aceptaran la Ayuda Marshall. En su lugar, fundó el Consejo de Asistencia Económica Mutua (Comecon) en 1949, no sólo para disuadir a los países de Europa del Este de participar en el Plan Marshall, sino también para contrarrestar los boicots comerciales impuestos por EEUU, Gran Bretaña y otros países de Europa Occidental.

Tal fue la base económica no sólo de la división imperialista bipolar del mundo, sino que también conduciría al "auge secular más largo" de la historia capitalista. No fue la ayuda a corto plazo del Plan Marshall la que creó las condiciones para este auge, sino la devaluación masiva del capital provocada por la propia guerra. El mundo entero, especialmente EE.UU., la URSS y los países de Europa Occidental y Asia Oriental, experimentaron un crecimiento inusualmente alto y sostenido, junto con algo que antes parecía inalcanzable: prácticamente nulo desempleo. Fue un contraste dramático con la década de 1930 y, dada su duración, planteó la misma pregunta que los "locos años veinte" en su día: ¿había escapado el capitalismo del ciclo de auge y caída que había caracterizado su historia?

Pero la reconstrucción tenía sus límites y en los años setenta el aumento de la composición orgánica del capital había traído de nuevo la crisis, aunque no en la forma de la depresión empresarial del siglo XIX.

El ciclo económico como instrumento de acumulación había llegado aparentemente a su fin; o más bien, el ciclo económico se convirtió en un "ciclo" de guerras mundiales... Las guerras no son exclusivas del capitalismo; pero sí lo son los objetivos por los que se libran las guerras capitalistas. Aparte de todas las razones imaginarias, el objetivo principal, hecho patente por las políticas de las potencias victoriosas, es la destrucción de la nación o bloque de naciones competidoras. En sus resultados, pues, la guerra es una forma de competencia internacional. No se trata tanto de una competencia por medios "extraeconómicos" como de un desenmascaramiento de la competencia económica por una lucha sangrienta y primitiva entre hombres y hombres.(17)

Esto explica por qué el método de regeneración de la acumulación bajo el capitalismo decadente ha estado inseparablemente ligado al crecimiento de la producción de medios de destrucción. La tabla siguiente sólo indica el crecimiento del gasto en armamento en Gran Bretaña y EE.UU., pero en 1962 se gastaban 43.000 millones de libras anuales en presupuestos militares y el gasto en armamento "[c]orrespondía aproximadamente a la mitad de la formación bruta de capital en todo el mundo".(18) La producción de armamento es una producción de residuos en el sentido de que no conduce a la producción de nuevo valor para el capital social total. Es cierto que un capital nacional puede aliviar sus problemas económicos vendiendo armas a otro, pero el dinero utilizado en la transacción representa la forma cristalizada del valor producido por el trabajo de los trabajadores del país. ¿Y qué puede producir con las armas una vez que las ha conseguido?

Gasto público, Reino Unido y Estados Unidos. 1913-1969.

Año Gasto militar como porcentaje del PNB Total del gasto público como porcentaje del PNB
Reino Unido Estados Unidos Reino Unido Estados Unidos
1913 3.0 --- 13,5 10,5
1923 4,7 --- 27,5 11,0
1933 3,8 --- 30,0 16,5
1938 4,9 1,5 31,2 19,5
1948 7,4 8,0 37,0 24,0
1953 8,9 13,2 35,0 27,5
1958 6,4 10,1 31,5 29,0
1960 6,2 9,0 32,5 28,0
1965 5,8 7,5 34,0 28,5
1969 5,3 9,0 39,0 32,0

Fuente: M. Barratt Brown, The Economics of Imperialism, p. 216.

Dado que un armamento nuclear sofisticado no se compra para cazar, sólo puede utilizarse con fines de destrucción: es decir, la producción de armas destruye valor en lugar de conducir a su creación. Por lo tanto, esta imaginaria "contratendencia" a la caída de la tasa de ganancia no es ninguna solución para el capital global y, al final, sólo puede dar lugar a una nueva crisis, que, en el capitalismo decadente, significa en última instancia la guerra.

Ya hemos esbozado las principales características del imperialismo capitalista de finales del siglo XIX y principios del XX. La competencia capitalista se da ahora entre Estados nacionales subordinados a bloques imperialistas y no entre empresas individuales. Pero, mientras que bajo el capitalismo ascendente era posible que las empresas individuales crecieran a través de una lucha competitiva puramente económica, en la era del imperialismo la centralización de la economía a nivel de Estado-nación ha llevado este proceso a sus últimos límites bajo el capitalismo. El imperialismo es la lucha intestina de cada Estado capitalista por hacerse con la mayor parte posible del planeta, ya sea como fuente de materias primas, inversiones, mercados o como base estratégica desde la que asegurarse mejor estos beneficios. La competencia imperialista cuenta en su arsenal con todas las tácticas de la diplomacia, las guerras comerciales, las sanciones y los acuerdos nacionales beneficiosos, pero en última instancia éstas sólo tienen sentido cuando están respaldadas por la pura fuerza de las armas. Dado que la crisis del capitalismo decadente tiene su máxima expresión en la guerra interimperialista, es por tanto comprensible que los capitalistas prefieran "¡armas, no mantequilla!", el gasto en armamento en lugar de prestaciones sociales como educación y vivienda, como forma particular de producción de despilfarro.(19)

Desde 1914, la guerra imperialista se ha extendido en una cadena casi ininterrumpida, aunque el ejemplo más llamativo sigue siendo, obviamente, la Segunda Guerra Mundial, que siguió a un periodo de gasto masivo en armamento para evitar una reanudación de la crisis de principios de los años treinta. Incluso dejando de lado a Gran Bretaña, Francia y la URSS, el gasto en armamento aumentó en un 144%, 142% y 103% respectivamente entre 1937 y 1939.(20) Mientras que la Primera Guerra Mundial completó la destrucción del capitalismo británico como imperialismo mundial más dominante, la Segunda Guerra Mundial estableció claramente a EEUU como el principal estado capitalista del mundo, aunque enfrentado a un rival cada vez más peligroso en una URSS que se había apoderado de gran parte de la industria y el territorio de Europa del Este para financiar su propia reconstrucción de posguerra.

La historia del mundo de la posguerra ha sido una historia en la que los dos grandes imperialismos han intentado hacerse con un mayor control del globo en un intento de compensar el descenso de la tasa de ganancia mediante la afluencia de una masa de beneficios procedentes del extranjero. De ahí que, en la Guerra Fría, el conflicto imperialista adoptara en gran medida la forma de guerras por delegación, desde la guerra de Corea, la guerra de Vietnam, las guerras en África y las diversas crisis de Oriente Próximo hasta la invasión de Afganistán por la URSS, que hicieron añicos la incómoda "paz" del capitalismo decadente. El imperialismo es el producto de una economía mundial dominada por unos pocos capitales avanzados de elevada composición orgánica. Antes de la Primera Guerra Mundial se pensaba que esto significaba también la dominación física de un territorio: el colonialismo. Las potencias dominantes de la época pensaban que tenían que tomar el control directo de los territorios para extraer de ellos todo el valor que pudieran. Aunque Lenin pensaba correctamente que la exportación de capital era el principal motor del imperialismo, también consideraba que las luchas antiimperialistas de liberación nacional cortarían el acceso de las potencias imperialistas a los superbeneficios de las colonias y asestarían así un duro golpe económico al capitalismo. Se equivocaba en dos aspectos. En primer lugar, como los historiadores antimarxistas(21) han demostrado fácilmente, con la notable excepción de la India, las colonias en general no fueron muy rentables para el imperialismo. Lo que no tienen en cuenta es que, en aquella época, se esperaba que fueran rentables, mientras que el otro motivo para ocupar tierras en África, y en otros lugares, era a menudo negativo: negar a los rivales el uso de un territorio concreto. En segundo lugar, los costes administrativos y militares del colonialismo eran tales que, tras la Segunda Guerra Mundial, se desarrollaron métodos más sutiles y mucho más rentables para dominar estos países después de la independencia (lo que pronto se denominaría "neocolonialismo"). Aunque nominalmente independientes en un sentido político, las excolonias del "nuevo" Estado "en desarrollo" del "Tercer Mundo" han tenido dificultades para introducirse de forma significativa en el mercado mundial. Tras la Segunda Guerra Mundial, la brecha entre las principales potencias imperialistas y los países "en desarrollo" se ha ampliado. En 1952-54, la producción per cápita de Estados Unidos era de 1.870 dólares, frente a los 60 dólares de India y los 120 dólares de Egipto. En 1969 estas cifras eran de 4.240 dólares para EEUU, 110 para India y 160 para Egipto.(22) En 2022 las cifras eran de 70.246,6 dólares para EEUU, 2.256,6 para India y 3.698,8 para Egipto.(23)

El fracaso del mundo en desarrollo en seguir el camino del “despegue” de los antiguos Estados capitalistas en esta ocasión no puede divorciarse de los intereses de las potencias imperialistas. Al no haber logrado extraer suficiente plusvalía de su propia fuerza laboral, las potencias imperialistas deben intentar extraer plusvalía de las regiones subdesarrolladas, pero al hacerlo impiden que ese excedente financie la acumulación en los países subdesarrollados, y así destruyen aún más la base de la economía. reproducción del capital en esas áreas. Así, los imperialistas se enfrentan a un dilema:

Seguir explotando las zonas atrasadas destruirá lentamente su explotabilidad. Pero no explotarlas significa reducir aún más la ya insuficiente rentabilidad del capital.(24)

La "ayuda", como intento de los Estados avanzados de intentar modificar esta situación, no ha hecho más que agravarla, dado el predominio de la ley del valor. Ninguna "ayuda" se concede incondicionalmente y, puesto que se trata de capital, funciona como tal, es decir, se presta en función de los beneficios e intereses que se espera obtener. Un cálculo ha calculado que después del pago de intereses y deudas de la ayuda anterior, todos los países latinoamericanos (excluyendo a Cuba) tuvieron una pérdida neta de 883 millones de dólares en 1965.(25) Cuba, en ese momento, fue favorecida más que cualquier otro país en un mundo dependiente del imperialismo y fue receptora de 3.000 millones de dólares en "ayuda" de la URSS. A pesar de recibir mejores condiciones, la economía cubana continuó estancada. Como la URSS era el más débil de los grandes imperialismos, ofreció préstamos a más largo plazo y con intereses más bajos para superar a su competidor en el mercado de la "ayuda". No había nada de generoso en esto, como ya saben los trabajadores cubanos y de otros países cuya plusvalía se utiliza para pagar los intereses de la deuda de sus países. La otra debilidad de la URSS en el juego imperialista de la posguerra era que podía apoyar las luchas de liberación nacional suministrando armas, pero podía hacer poco para ayudarles económicamente una vez que habían conseguido la independencia, como demostró claramente el destino de Vietnam.

La razón más reveladora, sin embargo, de la dificultad de las economías subdesarrolladas en el siglo XX para establecer una base industrial firme es el dominio del mercado mundial por capitales de alta composición orgánica. Como hemos explicado antes, dado que la competencia obliga a cada capital a vender a precios aproximadamente equivalentes, se produce una fuga constante de valor desde los capitales de baja composición orgánica hacia los de alta composición. Además, como las tasas de beneficio tienden a igualarse, los Estados con una composición orgánica baja se encuentran con que no tienen una masa de beneficios suficiente para financiar una nueva acumulación. Como Rosa Luxemburgo vio muy claramente en su Reforma o Revolución,

Es la amenaza de la caída constante de la tasa de ganancia, resultado no de la contradicción entre productividad e intercambio, sino del crecimiento de la propia productividad del trabajo... (que) alberga la tendencia extremadamente peligrosa de hacer imposible toda nueva empresa para los capitales pequeños y medianos. Limita así la nueva formación, y por tanto la extensión de las colocaciones de capital.(26)

Así pues, no es de extrañar que los países subdesarrollados se hayan endeudado fuertemente en un intento de pedir prestado el capital que no pueden producir, de modo que:

La deuda pública externa de los países en desarrollo aumentó aproximadamente un 14% anual en los años sesenta. En junio de 1968, la deuda registrada ascendía a 47.500 millones de dólares.(27)

Algunos vieron el auge de los regímenes de economía dirigida en los estados menos desarrollados (que siguieron el modelo de la URSS) como una solución a modo de capitalismo de Estado alternativo para los problemas del efecto crónico de la insuficiencia de producción de plusvalía en estas zonas.(28) Sin embargo, su adopción en lugares como Cuba y la tan cacareada China representó, no una solución al problema, sino una indicación más de su existencia. Habiendo fracasado el "capital extranjero", las burguesías locales intentan aprovechar el poder centralizador del Estado para concentrar suficiente plusvalía para la acumulación. De ahí que esperen conseguir la "liberación nacional" de la dominación imperialista. Ya hemos mencionado Cuba. China, sin embargo, siendo un país con una gran población y abundantes recursos, había desarrollado una bomba atómica y lanzado satélites en los años 60, pero incluso los sinófilos lo reconocían:

A pesar de los excepcionales avances, China está aún lejos de un despegue económico decisivo... La oferta de cereales por habitante sigue siendo la misma que, según los cálculos estadísticos, se obtenía en la "belle époque" del Kuomintang…(29)

La ley del valor operaba aquí como en cualquier otro lugar. Ni siquiera la centralización de una economía planificada podía dirigir suficiente plusvalía hacia el desarrollo independiente del capitalismo. Y justo cuando el boom de la posguerra estaba llegando a su fin en el "mundo libre" a principios de los años 70, todo indica que la URSS y sus satélites también se enfrentaban a una recesión. Por supuesto, no podemos calcular la tasa de beneficios de esas economías en aquel momento, pero podemos deducir de las tasas de crecimiento que no todo iba bien. En el periodo 1951-5, las tasas de crecimiento en todo el Comecon fueron el doble de las de los años sesenta y no se alcanzó ninguno de los principales objetivos fijados en el Plan Quinquenal (1971-5).(30) Para ambos bandos de la Guerra Fría, la "distensión" no consistía en dar pasos reales hacia la paz, sino que provenía del deseo de reducir la carrera armamentística. Mientras que los costes de la guerra de Vietnam habían contribuido al colapso del sistema de Bretton Woods en 1973, para la Comunidad Económica Europea la producción armamentística representaba una parte tan importante del lento crecimiento de su PIB que se estaba haciendo insostenible. Era la época de Brézhnev, en la que a la corrupción y la baja productividad laboral se sumaban el aumento de las tasas de alcoholismo y la escasez de bienes de consumo. Los intentos de cambiar el rumbo tuvieron que esperar hasta su muerte en 1982, cuando la URSS ya estaba inmersa en su propio Vietnam tras invadir Afganistán a la desesperada en 1979.

Mientras tanto, los problemas económicos tanto de China como de EEUU habían propiciado los primeros pasos de su acercamiento tras la visita de Nixon a China en 1971. El nuevo enfoque era el resultado del fracaso de los intentos chinos de desarrollo autónomo, como el Gran Salto Adelante de 1958 y el posterior estancamiento tras la ruptura con la URSS a mediados de los años sesenta. Sin embargo, a finales de los años setenta (Mao murió en 1976) y principios de los ochenta, tanto el Partido Comunista Chino como los líderes y empresas occidentales dieron con una forma mutuamente beneficiosa de abordar sus problemas por separado. Para el capitalismo occidental supuso una forma de derrotar a una clase obrera que se había resistido obstinadamente a los intentos de hacerles pagar la crisis durante toda la década de los 70, lamentablemente sin haber sido capaz de producir una solución propia. La reestructuración de la industria en Occidente (a menudo adoptando la simple forma de reducciones de capital) iría acompañada de inversiones masivas por parte de Japón, Corea del Sur y el capital financiero occidental en China (y en lugares más pequeños como México), donde se podría poner a trabajar a millones de trabajadores con salarios muy bajos. En nuestro próximo número nos ocuparemos de las consecuencias económicas de la desregulación monetaria, la financiarización y la globalización, además del colapso simultáneo de la URSS.

ER
Communist Workers’ Organisation

Notas

(1) Ver: Redifiniendo el concepto de decadencia ( leftcom.org )

2) Véase, por ejemplo, este cuadro de The Organic Composition of Capital in the US Economy:

La composición orgánica del capital en la economía estadounidense

Año Composición Año Composición
1905 3,16 1935 4,92
1910 3,18 1940 4,09
1915 3,51 1945 2,64
1920 3,65 1950 3,45
1925 3,95 1955 3,64
1930 4,47 1960 4,20

Fuente: The Law of the Falling Tendency of the Rate of Profit

(3) Ver la parte II ( leftcom.org )

(4) Para una descripción más detallada de este cambio en la actuación del Gobierno estadounidense, véase Tim Wu, The Curse of Bigness - Antitrust in the New Gilded Age.

(5) El más famoso es el jefe de General Motors, Charles Wilson, que entró en la Administración Eisenhower en 1953. En su comparecencia ante el Senado se alegó que no veía ningún conflicto de intereses entre su enorme participación en General Motors y los intereses del imperialismo estadounidense. Los periodistas lo redujeron a la famosa frase: "Lo que es bueno para GM es bueno para América". Al final, Wilson vendió sus acciones para ser confirmado.

(6) War Memories of Lloyd George, Volumen I, p.147

(7) P. Mattick, Marx y Keynes, pp.115-6

(8) E. Hobsbawm, Industry and Empire, p.242

(9) D. Childs, Germany Since 1918, p.59

(10) E. Tannenbaum, Fascism in Italy, p.112

(11) Clough y Cole, An Economic History of Europe, p.764

(12) Véase "On the analysis of Imperialism in the Metropolitan Countries: the West German Example" de E Altvater et.al. en el Boletín de la Conferencia de Economistas Socialistas, primavera de 1974, p.6. Una explicación útil del "milagro económico" alemán, aunque no compartimos la opinión del autor de que Europa del Este y la URSS sean cualquier cosa menos capitalistas.

(13) ibid. p.9

(14) Cifras tomadas de Clough y Cole, op.cit., p.734

(15) Citado en Mattick, op.cit., p.147. De J. O. Coppock, Europe's Needs and Resources.

(16) Clough y Cole, op.cit., p.851

(17) Mattick, op.cit., p.135

(18) M. Kidron, Western Capitalism Since the War, p.49

(19) A pesar de que al menos una parte de la burguesía mundial se ha dado cuenta de las evidentes ventajas políticas que puede obtener manteniendo contentos a los trabajadores.

(20) Cifras de Clough y Cole op.cit. p.818

(21) El ejemplo clásico es D.K. Fieldhouse The Theory of Capitalist Imperialism (Longman 1967)

(22) Key Issues in Applied Economics, 1947-1997, Economist Intelligence Unit

(23) data.worldbank.org

(24) Mattick, op.cit., p.262

(25) T. Hayter, Aid as Imperialism, p.174

(26) R. Looker (ed.), Political Writings of Rosa Luxemburg, p.69. Aunque más tarde Luxemburgo abandonaría la teoría del valor. Véase La acumulación de contradicciones o las consecuencias económicas de Rosa Luxemburgo ( leftcom.org ).

(27) Partners in Development (Informe Pearson) (Pall Mall Press), p.72

(28) Incluido Mattick, quien, a pesar de su erudición, no comprende plenamente la ley del valor y no tiene ningún concepto de la decadencia. Por eso considera progresista el capitalismo de Estado. Véase Revolutionary Perspectives (Second Series), nº 19, que puede encontrarse en línea en libcom.org

(29) G. Padoul, "China, 1974" en New Left Review, nº89, p.74-6

(30) Véase "The Crisis of Comecon" en Revolutionary Perspectives nº 7 (First Series) que se puede encontrar en línea también en libcom.org

Wednesday, December 6, 2023

Revolutionary Perspectives

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