Capitalismo hoy - Financiarización

Mientras el crecimiento bruto de capital fijo en los países OCDE (1) entre el año 1980 y 1992 ha sido en promedio del 2,3%, el de capital financiero ha sido del 6%. (2)

Al mismo tiempo, las transacciones financieras han alcanzado una dimensión tal que ahora

sólo el 2% de los movimientos de capitales corresponden a los intercambios de bienes y servicios. (3)

Pese a que este fenómeno aparece como precursor de profundas crisis, como la que recientemente se ha escenificado en los mercados financieros asiáticos, la gran mayoría de los economistas burgueses y de los operadores financieros lo han saludado con palabras de exaltación, imaginándolo al propio tiempo como un verdadero El Dorado, como una nueva fuente inagotable de enriquecimiento y de desarrollo y un fenómeno natural al igual que la lluvia y la sequía que, sin embargo, encuentra en el mercado las fuerzas capaces de encausarlo y de restablecer el punto de equilibrio cada vez que se verifiquen excesos en un sentido o en otro. Muy pocos, en cambio, advierten los riesgos que le son implícitos y solicitan intervenciones correctivas antes de que haga explosión. Desde hace algún tiempo, entre estos últimos vale la pena señalar la presencia del notorio financiero y especulador estadounidense Georges Soros. En un reciente artículo publicado en la prensa de EU ha advertido:

Si no revisamos nuestro concepto, nuestro modo de entender el mercado, iremos directo al colapso porque estamos creando mercados financieros globales sin haber comprendido su naturaleza. Está muy difundida la idea, fundada en una teoría equivocada, de que los mercados, abandonados a sus propios mecanismos, tienden al equilibrio

y reclama, como medio para dar estabilidad a los mercados, “su reglamentación internacional(4). Empero, si es verdad que es equivocada la idea de que los mercados (5) tienden por virtud propia al equilibrio, también lo es aquélla que estima que su reglamentación en clave estabilizadora es posible y suficiente para circunscribir la esfera financiera y la especulación a ella conexa en ámbitos más restrictos, de suerte que el sistema en su conjunto no se exponga al riesgo de un derrumbe vertical; las dos prescinden del hecho de que los impulsos al crecimiento y a la mundialización de la esfera financiera tienen origen en las contradicciones del proceso de acumulación capitalista que han determinado, hacia el fin de la década del 60, una caída de la tasa media de beneficio lo suficientemente drástica para inducir a un número y una masa creciente de capitales a buscar su propia remuneración en la especulación. La apropiación parasitaria de plusvalor, que lleva una existencia marginal mientras los capitales encuentran una adecuada remuneración operando como capital industrial, ha ido incrementándose gradualmente hasta romper todos los diques que habían sido expresamente construidos en la primera mitad de los años 30 y después de terminada la segunda guerra mundial para contener este tipo de fenómenos, determinando modificaciones tan profundas en los sistemas monetarios y en las interconexiones entre éstos y los mercados financieros mundiales que han terminado configurando el fenómeno de la prevalencia de la esfera financiera y de su mundialización no ya como fenómeno ocasional, como una “anomalía” (y, por esto mismo, delimitable con la introducción de oportunas correcciones administrativas), sino como el punto al cual ha arribado el proceso de apropiación del plusvalor en la presente fase del capitalismo.

De la moneda-mercancía a la moneda de crédito

La moneda

no es una cosa caída del cielo (semejante al “maná” celestial de los judíos, según querría hacernos creer Milton Friedman, el célebre economista conservador...), sino, al contrario, se trata de un institución social muy compleja sujeta a los cambios históricos (6)

que - añadimos nosotros - no puede dejar de obedecer las instancias de conservación del sistema, adaptándose plásticamente a las exigencias de valorización del capital conforme al modo en que van determinándose en relación con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas y, en este ámbito, a la marcha del ciclo de acumulación de capital. Por otra parte, el sistema monetario-financiero administrado había sustituido, bajo el impulso de la gran crisis de 1929, el sistema centrado en los billetes convertibles anclado al oro que, aún habiendo asegurado por un largo periodo una notable estabilidad, en un cierto punto no estuvo ya en situación de satisfacer las nuevas exigencias del proceso de acumulación capitalista al mismo ritmo que iban configurándose con el desarrollo de la gran industria y de la producción industrial en vasta escala. Por esto, en 1931 con el New Deal de Roosevelt en los Estados Unidos, y luego, paulatinamente, en los demás países, se dio vida a un sistema monetario más flexible centrado en la moneda de crédito o bancaria en sustitución de la moneda-mercancía (7), como podía, en definitiva, ser considerada la que había fungido como eje del sistema precedente, pasando así de un sistema de reglamentación endógena de la masa monetaria a un sistema de reglamentación administrado directamente por el Estado a través de la banca central.

Los bancos centrales, como la Federal Reserve en los EU, podían intervenir directamente sobre la oferta de moneda modificando su cantidad en circulación, o indirectamente, regulando la creación de moneda por parte de los bancos comerciales [emisión de asignaciones bancarias garantizadas por préstamos concedidos con cuotas de capitales depositados en ellas, anticipaciones sobre los títulos de crédito, etc. - ndr]. Pero en el momento mismo en el cual el nuevo sistema monetario le confería un rol central a la moneda bancaria, contrapesaba la naturaleza fundamentalmente inestable de la creación de moneda motivada por las utilidades de los bancos comerciales con un conjunto de reglamentos que separaban a estos últimos de los otros intermediarios financieros y que, contrariamente a las prácticas de otros países industrializados (Alemania, Francia y Japón) limitaba fuertemente a éstos el acceso a los mercados de obligaciones del país. Los instrumentos de política monetaria, tales como las operaciones de mercado abierto (la colocación de los bonos del tesoro) o la regulación de la remuneración de los depósitos y los intereses sobre los préstamos, con tasas máximas prefijadas, han permitido a la Fed mantener bajas las tasas de interés, garantizando al mismo tiempo a los bancos un diferencial de rendimiento útil entre la remuneración de los depósitos y las tasas de los préstamos. (8)

La creación de moneda bajo el control de la banca central, resultó ser funcional a las exigencias de expansión del - para usar una expresión hoy de moda - naciente régimen de acumulación fordista, puesto que consintió la canalización de ingentes masas de capital financiero hacia el desarrollo de la base productiva tanto mediante el financiamiento en déficit del gasto público (9) y la concesión de créditos agilizados, cuanto aumentando la capacidad de gasto de los consumidores con la concesión de préstamos a tasas de interés bajas. Además, con los acuerdos de Bretton Woods, suscritos en 1943, también el sistema internacional de pagos fue de algún modo centrado en la moneda de crédito administrada por el Estado visto que el dólar, aun siendo declarado convertible con el oro en una relación de 35 centavos por onza, era de hecho inconvertible y podía ser cambiado con las demás monedas a una tasa de cambio prefijada según las reglas estipuladas por el acuerdo.

En los países industrializados de Occidente, difícilmente se habría tenido el portentoso desarrollo de los años 1950’s y 1960’s si la economía no hubiese descansado en la ductilidad del nuevo sistema de regulación de la masa monetaria y en la estabilidad financiera internacional garantizada por el régimen de cambios fijos.

La crisis del sistema financiero administrado y la liquidación de Bretton Woods

Cuando hacia el fin de la década del 1960, en los EU y luego en el resto del mundo industrializado, el descenso de la tasa media de beneficio asumió una relevancia estadística incluso en términos absolutos, este sistema que unánimemente había sido considerado la panacea con la cual el capitalismo había conseguido vencer sus mismas contradicciones, mostró sus primeras fisuras.

Partiendo de la convicción generalizada de que la merma de las ganancias y de los salarios era un hecho coyuntural que sería reabsorbido en poco tiempo, la Fed rebajó las tasas de interés favoreciendo el endeudamiento tanto público como privado con vistas a sostener la demanda agregada en función procíclica.

A su vez, los bancos para contener la disminución de las utilidades, eludieron los límites impuestos por la Fed a la concesión de créditos, creando nuevos instrumentos monetarios de corto plazo (ventas con pacto de retracto convencional, certificados de depósito negociables, etc.). El endeudamiento contraído por los bancos estadounidenses en estas nuevas formas pasó del 2% del pasivo total en 1965 al 21% en 1978, dando vida a un verdadero proceso de creación de moneda de crédito fuera del control gubernamental. (10)

Además, la difundida presencia en los diversos sectores productivos de posiciones monopolistas y oligopolistas hizo posible a muchas empresas la defensa de sus propios márgenes de beneficio mediante el aumento de los precios de los productos terminados.

El estancamiento económico y la dilatación de la masa monetaria, incentivada por el crecimiento del endeudamiento, provocaron concomitantemente el crecimiento de la inflación y de la desocupación de los factores productivos. El fenómeno, jamás observado antes - tanto que ha sido indicado recurriendo a una neologismo stagflation (estanflación (11 - consintió una gestión serena de la crisis evitando derrumbes verticales, pero activó dinámicas centrífugas que en poco tiempo harían emerger otras contradicciones no menos lacerantes.

El Estado ha jugado un rol importante en la génesis y en la gestión de la estanflación. En su dúplice carácter de deudor y, en cuanto productor de moneda de crédito, de acreedor en última instancia, el Estado - como lo subraya el ya citado Guttman -

ha permitido la socialización de las pérdidas privadas y de los riesgos dividiéndolos entre todos los usuarios de la moneda nacional. Semejante tapón monetario ha hecho, por otra parte, más sosegado el ajuste brutal ligado a la deflación del endeudamiento, evitando la destrucción masiva de capital que había sido una característica de las precedentes depresiones económicas. (12)

El continuo crecimiento de la masa monetaria sin un correspondiente crecimiento tanto de la economía como de las reservas áureas, según lo previsto por los acuerdos de Bretton Woods, determinó una sobrevaluación del dólar en una magnitud que comprometía todo el andamiaje del sistema de cambios fijos.

Ya a partir del fin de los años 60’s, con los primeros signos de flexión de la tasa media de ganancia, sobre todo las grandes empresas multinacionales estadounidenses y, en menor medida las británicas, encontrando crecientes dificultades para valorizar el capital invertido en la esfera productiva, comenzaron a retener una cuota creciente de los beneficios realizados en el exterior por los bancos londinenses en el llamado sector off-shore, dando vida al mercado del eurodólar, un verdadero mercado financiero paralelo al oficial distinguido por una fuerte vocación a la especulación.

El dólar sobrevaluado brindaba una ocasión demasiado propicia para que simplemente se dejara pasar, tanto más si consideramos que potencias como Japón y Alemania, que estaban constreñidas a adquirir dólares a un precio más alto de su valor real para pagar sus importaciones sobre todo de petróleo - y que, por lo mismo, absorbían, de hecho, una buena parte de la inflación estadounidense - presionaban para reequilibrar la paridad entre el dólar y las otras monedas de los países más industrializados. Olas especulativas cada vez más imponentes empezaron a abatirse sobre el ahora frágil sistema de pagos centrado en el régimen de cambios fijos.

En la tentativa de canalizar los ataques especulativos contra el dólar, el presidente Nixon, en primer lugar, decretó oficialmente, en agosto de 1971, la inconvertibilidad de la moneda estadounidense, y luego, en marzo de 1973, denunció los acuerdos de Bretton Woods, liquidando el sistema de cambios fijos.

La devaluación del dólar que siguió a tales acciones dio un cierto respiro al aparato industrial estadounidense, pero aceleró el proceso inflacionista que alcanzó tasas de dos dígitos.

Y si la inflación consentía, por un lado, detener de algún modo la disminución de los beneficios industriales mediante el crecimiento de los precios y la devaluación automática de los salarios, activaba, por el otro, una suerte de “proceso de acumulación nominal...(13), como lo confirma la tabla 1 que muestra el progresivo distanciamiento porcentual entre la tasa de crecimiento del PIB y la del nivel general de precios en los principales países industrializados.

- 1970-79 1980-89 1990-95
crecimiento del PNB % 3,6 2,8 2,0
Aumento de precios % 10,7 5,1 3,3
Tabla 1 - Crecimiento económico e inflación en los principales países (Estados Unidos, Japón, Francia, Italia, Gran Bretaña y Canadá - Fuente OCDE)

En un cierto punto, también el capital financiero, preso en las fauces de la devaluación monetaria y de las bajas tasas de interés reales (ver tabla 2), ve comprometida toda posibilidad de autovalorización y, por ello, incrementó la presión sobre la Fed a fin de que modificase radicalmente su política monetaria. Es un cambio de ruta que se hace necesario incluso para afrontar mejor el nudo constituido por el doble déficit de la balanza comercial y del presupuesto público que se iban acumulando en progresión geométrica.

- 1960-69 1970-79 1980-89 1990 1991 1992 1993 1994
Francia 1,5 -0,5 6,8 8,2 7,1 7,6 5,2 5,7
Estados Unidos 1,1 -0,3 6,5 5,8 5,7 5,0 3,4 3,9
Alemania 2,5 3,2 4,9 3,3 4,6 5,6 4,5 4,7
Italia 0,4 -6,1 5,3 9,1 8,8 10,6 8,4 7,2
Gran Bretaña 1,7 -3,0 5,8 7,5 6,7 6,9 5,1 5,6
Japón 1,2 -0,1 5,2 5,4 5,4 4,7 3,7 3,8
Media G7 0,8 -0,5 6,0 6,2 6,1 5,9 4,3 4,6
Tabla 2 - Evolución de las tasas de interés reales a largo plazo (Tasas anuales medias en %)

En octubre de 1979, el grito de dolor es escuchado por el entonces presidente del banco central estadounidense Volker que pone fin a la larga etapa de tasas de interés bajas, incoando un feroz control de la masa monetaria y aboliendo todos los sostenes al crédito agilizado. Seis meses más tarde, con la abolición de los encajes sobre los depósitos y los préstamos bancarios, el sistema de crédito controlado fue liquidado definitivamente.

El viraje monetarista

El abandono de los sistemas de cambios fijos y de tasas agilizadas controlados centralmente, dio paso, primero en Gran Bretaña y después en los EU, a una serie de reformas cuyo fin era el desmantelamiento de las políticas de sostén de la demanda mediante el financiamiento del déficit del gasto público consideradas responsables de la crisis e inspiradas en la teoría económica keynesiana.

En su lugar y contra ella - escribe el economista M. Albert - emergen nuevas corrientes... Los teóricos de la oferta (supply side economics) y los monetaristas, que bajo la guía del gran sacerdote Milton Friedman, proponen una política que va en sentido inverso... (14)

Confundiendo o fingiendo confundir el poder del dinero de transformarse en riqueza con la riqueza misma, los monetaristas le atribuyen a la esfera financiera las mismas virtudes que la teoría del valor-trabajo le otorga exclusivamente a la esfera productiva, la de generar plusvalor. Para los monetaristas, al igual que para los economistas pre-ricardianos, el plusvalor se crea en la fase de circulación de mercancías, la libre circulación del dinero en una escala cada vez más amplia habría ofrecido, por tanto, un nuevo modelo para una nueva fase de desarrollo.

Primero la Tatcher en GB y luego Reagan en los EU se hicieron paladines del nuevo pensamiento económico removiendo todo obstáculo al libre desenvolvimiento de la actividad económica y financiera.

En los EU con la elección de Reagan...

Son emprendidas muchas reformas espectaculares. La promulgación de la Economic Recovery Act, ERA - escribe M. Albert - constituye la punta de diamante de esta política. Comporta tres elementos esenciales:
1. La desregulación del sector petrolero, de las telecomunicaciones, del transporte aéreo, de la banca, de la concurrencia...
2. Una vasta reforma del sistema fiscal... reduciendo la presión impositiva ante todo sobre los réditos más altos.
3. La lucha contra la inflación conducida a través del control drástico de la masa monetaria...
Consecuencia inmediata: el costo del dinero se eleva, la fiesta termina. Las tasas de interés, en efecto, alcanzarán niveles espectaculares, superando incluso el 20% en 1980-1981. De esta suerte, el dólar sube, sube, hasta traspasar el umbral de las 2.000 liras en 1985. (15)

Como se puede apreciar en la tabla nº 3, es en estos años que las tasas de interés vuelven a ser positivas. En este punto el giro se ha completado: de la economía centrada en el sostén de la demanda agregada mediante el sistema de crédito controlado (bajas tasas de interés) se pasa a la economía centrada en el sustento directo al capital financiero, mediante el control de los agregados monetarios y la regulación de los tipos de interés y de las tasas de cambio confiados al mercado.

- 1960-69 1970-79 1980-89 1990 1991 1992 1993 1994
Francia 1,5 -0,5 6,8 8,2 7,1 7,6 5,2 5,7
Estados Unidos 1,1 -0,3 6,5 5,8 5,7 5,0 3,4 3,9
Alemania 2,5 3,2 4,9 3,3 4,6 5,6 4,5 4,7
Italia 0,4 -6,1 5,3 9,1 8,8 10,6 8,4 7,2
Gran Bretaña 1,7 -3,0 5,8 7,5 6,7 6,9 5,1 5,6
Japón 1,2 -0,1 5,2 5,4 5,4 4,7 3,7 3,8
Media G7 0,8 -0,5 6,0 6,2 6,1 5,9 4,3 4,6
Tabla 3 - El alza de las tasas de interés reales americanas después de la liberalización - Fuente: Council of Economic advisors. The Economic Report of President, U.S. Government - NB. Los rendimientos del tesoro son reducidos por el deflactor (16) del PIB, los rendimientos de las obligaciones emitidas por las sociedades privadas reducidos por el índice de los precios a la producción, los rendimientos de los préstamos hipotecarios a particulares reducidos por el índice de los precios al consumidor

Íntimamente relacionado con las exigencias del proceso de acumulación en contracción, este cambio estratégico en la política económica estadounidense ha obedecido a la misma lógica con la que los EU habían impuesto en 1945 a aliados y vencidos los acuerdos de Bretton Woods: entonces, para explotar al máximo la ventaja de ser la más grande potencia industrial del mundo que producía el 40% (otros datos hablan del 60%) de la producción industrial mundial, ahora para imponer su propio superpoder financiero fundado en lo que M. Albert denomina “el privilegio monetario”.

Desde 1945 (acuerdos de Bretton Woods) el dólar sirve como moneda de referencia en las transacciones internacionales. Dicha moneda también representa la principal divisa de reserva monetaria de los bancos centrales. ¡Qué extraordinario privilegio imperial es el de pagar, tomar prestado, financiar sus gastos con su propia moneda! Un privilegio que en los hechos va mucho más allá de cuanto se piensa comúnmente. El economista americano John Nueller lo explica sin circunloquios: “imaginad por un momento que todas las personas que encontráis aceptan como pago los cheques que vosotros imprimís. Añadid a esto que todos los beneficiarios de vuestros cheques, esparcidos por el mundo, no vayan a encajarlos y se sirvan de ellos como moneda para pagar sus propios gastos. Esto tendría para vuestras finanzas dos consecuencias importantes. La primera sería que, si todo el mundo aceptase vuestros cheques, no tendríais ya necesidad de serviros más de moneda, vuestro talonario de cheques sería suficiente. La segunda consecuencia sería que echando una ojeada a vuestro extracto de cuenta tendríais la grata sorpresa de descubrir un saldo superior a la suma no gastada por vosotros. ¿Por qué? Por el motivo que se ha advertido: los cheques impresos por vosotros circularían (de mano en mano) sin ser jamás encajados...” A partir de este razonamiento, Nueller estima que: “los EU han podido disponer de cerca de 500 mil millones de dólares adicionales respecto a los que han cobrado con los impuestos pagados por los contribuyentes americanos y con los títulos suscritos por los ahorradores americanos o extranjeros... América reina, por tanto, sobre el dinero, el suyo y el de los otros. El dólar es a un tiempo el signo y el instrumento de este poder”. (17)

Mediante la exportación de su propia inflación, con la implementación de una política de las altas tasas de interés y el sostenimiento de la oferta antes que de la demanda agregada, los EU completaron un recorrido que los llevó a trasladar el punto de apoyo de su hegemonía de la potencia de su aparato industrial al de su poder financiero.

Gracias a las altas tasas de interés, el riesgo de un crack financiero de dimensiones colosales fue evitado. El financiamiento de la deuda pública pudo ser garantizado por la afluencia de los surplus de capitales acumulados sobre todo por nipones y alemanes gracias a los activos de sus balanzas comerciales y de la gran masa de euro y petrodólares en circulación.

Cualquier otro Estado que hubiese adoptado una política similar hubiese sido ahogado por tasas de tal magnitud, pero los EU podían hacerles frente con la simple emisión de signos monetarios y papeles impresos por ellos mismos, razón por la cual extrajeron, más bien, enormes ventajas.

Los países del denominado tercer mundo, que hasta ahora habían sido inundados de dólares inflados, se encontraron de improviso constreñidos a enfrentar una vertiginosa revaluación de su deuda externa y de los intereses que la gravan. El incremento fue de tales dimensiones que de importadores devinieron en exportadores netos de capitales y en muchos casos el solo costo del servicio de la deuda devino igual al monto de su PIB total. (18)

El financiamiento de la reestructuración del aparato militar en función anti-soviética, que absorbió más de 500 mil millones de dólares, resultaría inimaginable si no se hubiese excogitado el modo de descargar sus costos sobre la colectividad mundial.

Ventajas enormes obtuvieron también los bancos. Muchos de ellos, ahora al borde de la bancarrota a causa de la fuerte exposición deudora con los países periféricos acumulada en los años precedentes, pudieron finalmente acrecentar sus ganancias y los bancos comerciales, gracias a la abolición de los vínculos contemplados por la precedente ley bancaria, pudieron consagrarse más a fondo en la inversión financiera pura. La tabla nº 4 muestra las modificaciones de sus fuentes de rédito en el período 1974-1994.

- 1974 1994
Financiamiento de mutuos a operadores no financiaros 35,7% 22,6%
% de fondos comunes administrados por los bancos 7,0 % (1983) -
Rédito excluidos los intereses en % sobre el total de réditos de los bancos 21% 34,3%
Tabla 4 - La transformación de las fuentes de rédito de los bancos comerciales - Fuente Kaufman y Mate (1994) - De La mondialisation financièr

No menores han sido las ventajas de la gran industria, sobre todo la que está encabezada por las grandes multinacionales.

Con el dólar sobrevaluado también la masa de dólares acumulados mediante el ya citado proceso de acumulación nominal centrado en la inflación, resultó revaluada y, de ese modo, pudieron financiar el proceso de deslocalización de las producciones con alto contenido de capital variable en las áreas con presencia de mano de obra de bajo costo y, al mismo tiempo, relanzar las inversiones en los nuevos sectores de alta tecnología como el de la informática y las telecomunicaciones. Las mismas fueron estimuladas también por el proyecto de reestructuración del aparato militar sobre la base de la aplicación de la microelectrónica y de todas las tecnologías conexas en el sector público. Ha llegado a ser famoso el escudo espacial que por sí solo ha absorbido más de 250 millones “el 10% de los cuales por la mera investigación”. (19)

Omitimos aquí el examen de las consecuencias que el viraje monetarista ha tenido en el desarrollo del proceso de mundialización industrial, en la consiguiente nueva división internacional del trabajo y en la liberalización del mercado de trabajo, de lo cual Prometeo se ha ocupado ya. (20) Aquí nos interesa subrayar las consecuencias que dicho viraje ha traído consigo en las relaciones entre la esfera financiera y la industrial.

Durante la fase keynesiana la creación de moneda y de sus derivados había sido concebida, organizada y subordinada al desarrollo de la base productiva, de manera que asegurara una buena rentabilidad a los capitales invertidos en él. El monopolio sobre la creación de moneda ejercido por el Estado era, por tanto, funcional a la necesidad de mantener bajas y constantes en el tiempo las tasas de interés (el precio del dinero) en relación a las exigencias de programación plurianual de las inversiones industriales. La determinación de su nivel, en consecuencia, no podía ser confiada al mercado, sino que debía, necesariamente, ser controlada a fin de dar certeza a la previsión de los costos programados y al mismo tiempo para las tasas de cambio. La tasa de cambio, en efecto, no es otra cosa que el precio de la moneda en el mercado internacional y está estrechamente correlacionada a su precio interno (tasa de interés); de nada habría valido el control de los tipos de interés sin un sistema de cambios fijos que permitiese la contención de las oscilaciones de las monedas dentro de márgenes muy restrictos.

Y viceversa. Cuando la tasa media de ganancia industrial declina y ha sido menester integrarla con cuotas crecientes de extrabeneficios, la moneda ha sido pensada y organizada como productora de valor. Pero, puesto que, contrariamente a cuanto presumen los monetaristas, la moneda, mediante sus oscilaciones, puede sólo transferir valor entre lugares y sujetos diversos mas no crearlo, ha sido necesario favorecer sus movimientos removiendo todos los obstáculos que los viejos modelos y prácticas interponían de suerte que fueran posibles las migraciones de valor desde y por todos los lugares del mundo. La liberalización del mercado de cambios primero y la de los tipos de interés luego, ha obedecido, por tanto, a precisas exigencias de sostén del proceso de acumulación capitalista mediante la apropiación parasitaria del plusvalor.

El crecimiento de la esfera financiera

Si, de un lado, la liberalización y la consecuente mundialización financiera han resuelto muchos de los problemas de los EU y de GB (no se debe olvidar que, después del dólar, la moneda más usada en los pagos internacionales era la libra de esterlina y que Londres es todavía una de las más importantes plazas financiera del mundo), del otro, han dado el íncipit a un proceso de expansión de la esfera financiera sin precedentes en la historia del capitalismo.

En un primer momento la mayor contribución al crecimiento de la esfera financiera y de las actividades especulativas conexas, provenía justamente de los gobiernos que, para agilizar el financiamiento de su déficit presupuestal mediante la emisión de bonos del tesoro, han dado impulso al nacimiento de mercados de obligaciones no sujetas a garantía alguna y con completa apertura al capital extranjero.

En aquellos años, el endeudamiento público sufrió una verdadera explosión. Por ejemplo, la deuda conjunta de los países europeos, comprendiendo también la de las administraciones locales y sociales, pasó de una media del 32% del PIB en los años 1961-1973, al 58% en los años 1987-1994 y ha alcanzado, en el 95, el 70,6%. (21)

Igualmente espectacular ha sido el crecimiento de la deuda de los EU que ha pasado de los 1000 mld de dólares de 1980, a los 4000 mld de 1992, cuadruplicando en sólo doce años la deuda acumulada en los dos siglos precedentes.

Los EU, en particular, con una deuda pública igual, según el FMI, al 39% y, según un estudio de McKinsey, al 50% de la deuda de los países de la OCDE reunidos, han sido el motor propulsor del nacimiento de lo que F. Chesnais llama “el régimen dictatorial de los acreedores”, emitiendo montañas de bonos del tesoro de alto rendimiento.

Los mercados de obligaciones públicas - escribe Chesnais - se han convertido en la espina dorsal de los mercados de obligaciones internacionales... el lugar donde se detenta cerca del 30% de los activos financieros mundiales garantizados por rendimientos estables y líquidos (la liquidez es asegurada por los mercados secundarios donde los títulos son negociables de manera permanente). (22)

Una vez activado, este imponente mercado financiero ha obrado como una verdadera calamidad para todas las instituciones que, viviendo de la captación y de la gestión del capital financiero, están permanentemente en la búsqueda de inversiones de alto grado de liquidez. De modo particular, los fondos de pensiones y los fondos comunes que precisamente en los citados años han conocido un desarrollo formidable, han prosperado tanto que, con su concurrencia, constriñen incluso a los bancos comerciales a una profunda diversificación de sus instrumentos de captación de ahorro y de las fuentes de rédito, dando, como se puede ver en la tabla nº 4, un fuerte impulso a la actividad de sus fondos comunes.

Un análisis aparte merecen los fondos de pensiones. Los mismos han tenido origen en el mundo anglosajón como instituciones privadas, con la función de captar fondos, constituidos por las contribuciones obligatorias de los trabajadores y de las empresas, con el objetivo de garantizar a los trabajadores mismos una pensión estable y segura. Dado el mecanismo de acumulación obligatorio, en una época en la que los puestos de trabajo crecían y el número de trabajadores entrantes superaba el saliente (pensionados), los fondos recogidos siempre eran mayores que las erogaciones y, en consecuencia, los intereses sobre los montos acumulados, pese a que las tasas no fueran muy elevadas, eran más que suficientes para garantizar buenos rendimientos a la gestión, así como estabilidad y certeza a las pensiones. Las cosas han cambiado cuando el trend ocupacional se ha invertido y se ha desencadenado la inflación. De un lado, la inflación los ha favorecido disminuyendo el valor de las pensiones respecto a las cotizaciones aportadas precedentemente y acrecentando su liquidez; de otro, la reducción de los puestos de trabajo, al comportar descensos de la captación de fondos, los impulsa cada vez más hacia inversiones de corto plazo y de alta liquidez. Favorecidos por el alza de los tipos de interés y por la revaluación del dólar en un lapso muy breve, tales fondos han devenido en el fulcro de las finanzas y de la especulación internacional.

Por ejemplo, según datos del FMI, el activo de los fondos pensionales estadounidenses ha dado un salto desde los 667,7 mld de dólares registrados en 1980 a 3571,4 en 1992 y en los principales países OCDE el activo conjunto de las instituciones financieras (fondos de pensiones+compañías de seguros de vida+ compañías aseguradoras+fondos comunes de inversión) ha pasado de 1606,9 mld en 1980, equivalente al 59,3% del PIB de los USA, a 8008,4 mld de dólares en 1992, igual al 125,6% del PIB USA y al 165,3% del de Gran Bretaña. (23)

Los productos financieros derivados

Al enorme crecimiento de la masa de capital financiero en busca de inversiones fuertemente redituables y de alta liquidez ha correspondido inmediatamente la transformación del mercado en un mercado esencialmente financiero y el nacimiento de una serie de nuevos productos financieros.

A los viejos contratos a término, se ha añadido una nueva lista de productos de alto riesgo y alto rendimiento que han hecho de la economía mundial un inmenso casino.

Algunos de ellos, los swaps o las opciones sobre las monedas, han nacido para limitar los riesgos ligados a las oscilaciones de los tipos de interés y de las tasas de cambio. Otros como los junk bonds (obligaciones basura), para facilitar las más espantosas especulaciones sobre el mercado accionario.

Por lo que toca a los efectos que han tenido luego sobre los flujos macroeconómicos mundiales, nos detendremos, sobre todo, en las opciones accionarias y en las monedas.

De los junk bonds es suficiente decir que son títulos obligacionarios emitidos por entidades privadas y garantizados por la mera promesa de una ganancia alta. Es decir, su emisión no es respaldada por el patrimonio de una empresa industrial o de una sociedad inmobiliaria, ni por ningún bien patrimonial de cualquier tipo, sino sólo por una promesa basada en la presunta habilidad del emisor de explotar a su propio favor - y a favor de los suscriptores del junk bonds que serán remunerados con tasas muy elevadas - las variaciones de las cotizaciones accionarias determinadas por la inversión de los capitales recogidos.

Vayamos a las opciones. De acuerdo al relato de los historiadores de la filosofía el inventor de las opciones habría sido Tales de Mileto.

Cuenta Aristóteles que Tales, para desmentir las acusaciones de escasa actividad y efecto práctico que le habían sido dirigidas por su perenne distracción, habiendo previsto para ese año, con base en sus cálculos astronómicos, una abundante cosecha de olivas, pagó, mucho tiempo antes de la recolección, el derecho de alquilar los molinos aceiteros de la zona a un canon preestablecido. Puesto que al momento de la recolección la previsión se confirmó, la fuerte demanda de molinos hizo aumentar el canon, de suerte que, subarrendándolos, Tales obtuvo lucro de la diferencia entre el canon pagado de modo anticipado y el cobrado finalmente. Si la previsión hubiese resultado falaz, el héroe de esta historia, en cambio, habría podido renunciar a alquilar los molinos, perdiendo sólo la suma erogada para garantizarse el derecho de hacerlo.

De Tales a las opciones sobre acciones y sobre monedas el paso ha sido largo en el tiempo, pero técnicamente breve.

Para reducir los riesgos conexos a la actividad de compraventa de acciones, los operadores de la bolsa de Chicago crearon en los años 70’s “el derecho de opción sobre las acciones”, conocido también como derecho de suscripción accionaria. En los precedentes contratos a término tanto el comprador como el vendedor se empeñaban en comprar o en vender una determinada cantidad de títulos a un precio preestablecido. El comprador corría el riesgo de que si, al vencimiento del contrato, disminuían las cotizaciones del título, las acciones adquiridas habrían perdido valor y él debía pagar un precio más alto por algo que en el mercado costaba menos. En cambio, el vendedor corría el riesgo, en caso de alza, de verse obligado a vender los títulos a un precio más bajo que el de mercado. Si luego había vendido al descubierto, es decir, sin poseer los títulos, se habría visto obligado a comprarlos al precio de mercado y revenderlos al más bajo pactado en las estipulaciones del contrato. Era como si antes de adquirir el derecho de alquilar los molinos a un canon preestablecido y, dada la previsión de una cosecha abundante, presumiblemente más bajo que el de mercado, Tales hubiese estipulado un contrato de alquiler de los molinos. En caso de que la cosecha fuese precaria, él se hubiese visto forzado a pagar de todos modos el canon entero con una pérdida enorme tanto porque el canon hubiese sido más bajo que el pagado por él como porque muchos molinos habrían permanecido ociosos.

Las nuevas opciones, en cambio,

ofrecían una vía para burlar este obstáculo. El comprador de una opción de adquisición sobre las acciones de una sociedad (contrato sin prima) pagaba el derecho de comprar las acciones a un cierto precio, llamado precio de batida. Si la cotización del título subiera por encima del precio de batida, el comprador del contrato premio dont habría podido exigir su consignación y venderlo, recabando un beneficio. Lo mismo sucedía con las opciones de venta, las opciones put (ventas con prima). Si el precio del título hubiese mermado, el tenedor de la opción habría podido comprar las acciones al precio de mercado y ejercer la opción de venta al más remunerativo precio de batida. (24)

Los dos, en caso de errar sus previsiones - cosa muy probable en períodos de alta inflación - , habrían podido renunciar a comprar o vender los títulos perdiendo sólo la suma pagada por la adquisición de la opción. De este modo, también el riesgo ligado a la normal oscilación de los cursos accionarios podía ser reducido.

... El propietario de un paquete accionario podía comprar opciones put para resguardarse de una caída de las cotizaciones. Si el precio de las acciones mermase, tales opciones aumentarían de valor y las pérdidas sobre las acciones del inversor serían compensadas por los beneficios sobre las opciones. (25)

Pero bien pronto, las opciones se han convertido en algo más que una póliza de seguros. No previendo, como los viejos contratos a término, el efectivo cambio de manos de los títulos, las opciones pueden ser emitidas en número ilimitado y los grandes centros de gestión financiera tienen, así, entre sus manos un potente instrumento de control del mercado accionario y una excelente fuente de rédito. En efecto, aun siendo distintas del título de referencia, las opciones pueden influenciar las tendencias del mercado en un sentido o en otro. De esta suerte, las ganancias y pérdidas han dejado de estar determinadas por las cotizaciones de los títulos en relación con el desenvolvimiento económico de la empresa. Ahora los términos se han invertido: quien dispone de gruesas sumas para invertir en opciones puede influenciar la marcha de las cotizaciones a su placer y realizar en el momento oportuno ganancias enormes.

Una innovación similar se ha proyectado inmediatamente sobre el mercado: de ser un lugar destinado esencialmente a la captación de ahorro para financiar las inversiones productivas, se ha transfigurado en un lugar en el cual el capital financiero, explotando su poder de gobierno sobre la economía, realiza beneficios de naturaleza esencialmente especulativa.

El nacimiento de las opciones junto a la de los junk bonds y a la liberalización de las OPA (ofertas públicas de adquisición) ha dado un impulso tan grande a una suerte de acumulación del capital realizada esencialmente mediante las anexiones de empresas, los rescates y las fusiones.

Las fusiones y las adquisiciones - señala el economista Edwuard J. Epstein - naturalmente no son una novedad: desde hace al menos treinta años las sociedades americanas han recurrido a ellas para aumentar sus propias cuotas de mercado, diversificar los riesgos, mejorar los balances... Pero mientras las fusiones y las adquisiciones convencionales, sobre todo cuando era un grupo el que daba comienzo a la operación, estaban dirigidas al crecimiento del mismo grupo y se preocupaban sólo secundariamente de posibles descensos momentáneos del valor de las acciones, las OPA recientes son orientadas al alza de los valores accionarios... (26)

y, añadimos nosotros, a reforzar el poder monopólico de las grandes empresas, es decir, de las transnacionales que gobiernan el mundo. (27)

Pero este loco mecanismo, esta suerte de delirio financiero, como lo llama M. Albert, con el cual algunos piensan sustituir la producción real de riqueza con la de papel-moneda, se ha extendido bien pronto desde los mercados accionarios a los mercados monetarios.

Hasta el año 1971 el único modo de comprar o vender moneda extranjera consistía en dirigirse a un banco que, a su vez, debía dar cuenta de todas las operaciones en moneda a una oficina gubernamental ad hoc que las autorizaba sólo si a ellas correspondía un efectivo movimiento de mercancías. Las oscilaciones de los tipos cambiarios y de los cambios de moneda eran, por lo tanto, mínimas y fácilmente gobernables por el FMI y por el BM que tenían, entre otros, este papel.

Sin embargo, en 1971 [bajo el influjo de los lobbies bancarios ligados al neonato mercado del eurodólar - ndr] fue fundado, en la bolsa de Chicago (Chicago Mercantile Exchange), el Mercado Internacional monetario, que comenzó a negociar futures [opciones - ndr] sobre las monedas. Los futures eran similares a los contratos a término, pero no requerían la implicación de los bancos. Sin embargo, de igual manera que los contratos a plazos, los contratos future eran compromisos vinculantes: ninguna de las partes podía retractarse. (28)

Empero, aseguraban una mayor libertad de acción a la especulación. Tal fue la marcha de las cosas hasta la primera mitad de los años 80’s, cuando la inestabilidad de los mercados monetarios se hizo tan fuerte que creó serios problemas a las grandes empresas multinacionales y, en particular, a las estadounidenses.

Por ejemplo - escribe el experto financiero Millman - ... para comprar tractores Caterpillar los canadienses debían procurarse dólares, pero los dólares se habían encarecido tanto que un tractor Caterpillar costaba ahora un 50% más que un Komatsu. La consecuencia se hacía evidente: pese a que Caterpillar no había modificado sus precios en dólares, era como si los hubiese aumentado notablemente en el mercado exterior, en el cual se usaban otras monedas... Y Caterpillar no era la única empresa en sufrir esta situación. Los automóviles alemanes y japoneses tuvieron una presencia familiar en las carreteras y autopistas de los EU... Los planificadores empresariales se encontraron imposibilitados de redactar presupuestos susceptibles de ser ejecutados, porque no sabían en qué medida los cursos de cambio de las monedas habrían de incidir sobre los precios y sobre la concurrencia. (29)

Había sólo una manera de limitar los riesgos: extender las opciones al mercado de las monedas, cosa que sobrevino puntualmente. Y tiene razón Millman cuando dice que:

sería necesario remontarse a la invención del papel-moneda para encontrar una innovación de tal alcance en la historia financiera. Los bancos centrales la parangonan con el descubrimiento de la energía nuclear.

Para él, monetarista convencido,

la opción sobre las monedas es indudablemente el más potente y versátil de los nuevos instrumentos financieros desarrollados por los mercados privados para hacer frente al caos económico. (30)

He aquí un magnífico ejemplo de la desenvoltura con la cual el pensamiento único dominante trueca y trastrueca ficticiamente la realidad. Los hechos subsiguientes y las crisis financieras que han acontecido en el curso de los últimos 15 años, incluyendo la más reciente que ha trastornado los mercados financieros de los países del este de Asia, están precisamente allí para demostrar que es verdad exactamente lo contrario. Las opciones sobre las monedas, de igual modo que las accionarias o los swaps sobre las tasas de interés, en cuanto subrogados de títulos cuya emisión está sujeta todavía a controles, pueden, en cambio, ser creados ilimitadamente y a la medida de quienes tienen la exigencia de mantener posiciones de gran liquidez y, al mismo tiempo, disponen de abundantes capitales para invertir, esto es, a la medida de las grandes instituciones financieras. Por tanto, aunque han sido concebidas para limitar los riesgos de las oscilaciones monetarias, en un lapso muy breve se han convertido en uno de los más potentes instrumentos a disposición de la especulación financiera. Hasta el punto de que esta actividad,

antes ocasional, que normalmente se desarrollaba en el momento de aceleración de la inflación durante los períodos de boom y susceptible de derrumbarse cuando la curva del ciclo económico descendía, se ha hecho independiente del proceso cíclico y representa una fuente importante de rédito para las empresas, las instituciones financieras y los ahorradores individuales. (31)

Y las opciones sobre las monedas, además de las otras innovaciones, han favorecido este desarrollo porque, siendo un derivado monetario, reúnen los requisitos de liquidez, movilidad y universalidad que atraen e incitan a especular más que a efectuar cualquier otra forma de inversión.

El crecimiento de la especulación financiera - escribe Guttman - no ha sido en ningún otro lugar tan pronunciado como en el mercado de las divisas... Hoy las operaciones de divisas representan una media de 1400 millardos de dólares, de los cuales, a lo sumo, sólo el 15% corresponde a los flujos comerciales y a los flujos de capital a largo plazo. El resto constituye capital especulativo que toma posiciones a corto plazo destinadas a asegurar los portafolios contra los riesgos del precio y ganancias sobre las fluctuaciones de las tasas de cambio. (32)

La masa de capitales que circula cotidianamente en los mercados monetarios de todo el mundo ha adquirido una magnitud tan imponente que hoy escapa a cualquier control, de suerte que si en una época los bancos centrales eran los que orientaban el movimiento del capital financiero, en nuestros días es el capital financiero el que orienta la política monetaria de los bancos centrales y también, en consecuencia, la política económica de los Estados. Esto ha significado, sobre todo para los países más pequeños y débiles, la pérdida total de la posibilidad de formular autónomamente su política económica. Hoy es clásico el ataque conducido, en 1987, por el experto en operaciones monetarias de la Salomon Brothers Andy Krieger sobre la totalidad de la masa monetaria de Nueva Zelanda. Krieger con una inversión de 100 mil dólares en opciones sobre las monedas consiguió controlar de facto una suma de entre 30 y 40 millones de dólares. Percatándose de que podía mover 50 millones de dólares, logró vender al descubierto la totalidad de la masa monetaria neozelandesa realizando ganancias que jamás nadie ha podido cuantificar con exactitud. Es cierto, en cambio, que Nueva Zelanda, para evitar ser sofocada por la inflación, fue constreñida a adoptar una política monetaria fuertemente restrictiva y a cortar el gasto social.

El dominio del capital ficticio

Ya Marx, en el tercer libro del Capital, señala la existencia de dos tipos de capital financiero: el que se otorga en préstamo a medio o largo plazo y produce intereses y otro que llama capital ficticio. Este último se distingue del primero porque está constituido de créditos intercambiables con títulos, como los títulos de la deuda pública, cuyo valor es dado no por una contrapartida directa de capital productivo, sino por la capitalización anticipada de réditos futuros.

Ahora bien, la creación de moneda de crédito, tanto si está monopolizada y reglamentada por el Estado cuanto si discurre libremente, puede asumir cualquiera de las dos formas citadas. Es capital financiero que genera intereses cuando es otorgada en préstamo para efectuar inversiones productivas, y capital ficticio cuando funge como punto de partida para la creación de otra moneda de crédito. Por ejemplo, con los depósitos bancarios y la concesión de préstamos con una parte de ellos, los bancos crean moneda por medio de la moneda misma.

En un régimen de moneda de crédito, una gran parte del capital monetario es, por tanto, creado ex nihilo (a partir de la nada), en el seno del sistema bancario, como un anticipo de un rédito futuro y no como expresión de un rédito ya realizado, resultante de la acumulación efectiva del capital productivo. (33)

Es evidente que la prevalencia de una u otra forma de capital financiero depende de la gestión monetaria: si es reglamentada y dirigida al desarrollo de la base productiva, prevalece la primera forma; si, en cambio, permanece desvinculada de todo control y regla y es dirigida a la creación ex nihilo de moneda, prevalece la segunda, como, en efecto, sucede hoy.

Las crisis financieras que periódicamente se abaten sobre los mercados mundiales y, a partir de éstos, se transfieren a la economía real, tienen origen en el hecho de que se permite a los grandes grupos financieros, a los bancos y a los mismos Estados (para financiar la deuda), la creación de moneda de crédito por medio de la moneda misma. Los derivados financieros en general y las opciones sobre las monedas en particular, que son precisamente una creación de valores desde la nada, constituyen la ganzúa con la que el capital ficticio puede abrir cualquier caja fuerte. Pudiendo concentrar una cantidad de capital enorme gracias al efecto multiplicador de las opciones, especialmente las que versan sobre monedas, los gestores de las instituciones financieras pueden hacer subir las cotizaciones de cualquier listado bursátil y de cualquier moneda a las estrellas. Una vez alcanzada la cima, es decir, una vez que se ha creado una gran burbuja, corta la cuerda. Las opciones son liquidadas y convertidas en moneda de reserva, la cual, por las razones ya vistas, es casi siempre el dólar. Pero, en la fuga, su naturaleza ficticia se desvela y pierden valor. La cotización, a su vez, se derrumba y arrastra consigo a su referente monetario. Quien ha calculado bien y ha acertado en sus previsiones gana cifras de nueve ceros con una facilidad sorprendente, otros, en cambio, quedan desplumados. Pero las cosas no terminan aquí. Puesto que cada bolsa es ahora una sección del gran mercado financiero mundializado, la crisis de un mercado deviene en crisis del mercado mundial. Para evitar bancarrotas en cadena, los bancos centrales mantienen alta la liquidez y el sistema genera inflación. Los inversores que han salido a tiempo, previendo que la inflación causará un alza de las tasas y de manera particular las de las monedas devaluadas, concentran sobre éstas sus inversiones en swaps, que operan con base en las tasas de interés como las opciones sobre las monedas. La inversión es segura, basta sólo esperar: las tasas volverán a subir y las rentas se multiplicarán.

Observando que la devaluación golpea las monedas más débiles, los monetaristas, que consideran la moneda como el centro de la creación divina, extraen la conclusión de que ésta se encontraba sobrevaluada porque era objeto de una excesiva protección del Estado; de esta suerte, el FMI, que es la alcoba del neoliberalismo y de los poderosos del mundo, impone, en lugar de los préstamos necesarios para enfrentar la crisis, su receta basada en una ulterior liberalización de los mercados, en las privatizaciones y, para evitar que las tasas en alza asfixien completamente la economía, en los recortes. Recortes al financiamiento del gasto social, recortes a los salarios, a los estipendios, a las pensiones y a todo cuanto es considerado superfluo. Y comoquiera que los recortes los deciden los ricos y los ricos no comen pan, lo superfluo es casi siempre el pan.

En este ciclo infernal basado en la alternación de inflación y deflación y destrucción de capitales, la moneda de reserva debería sufrir oscilaciones especulares a los movimientos de las monedas nacionales; pero, dado que es moneda de reserva mundial y en torno a ella convergen los movimientos de todas las monedas, los costos de los procesos inflacionarios y deflacionarios endógenos pueden ser guiados y transferidos a las monedas más débiles.

De ello se infiere que el pensamiento neoliberal representa exactamente lo contrario de lo que dice representar puesto que el libre mercado que defiende es, en realidad, el instrumento más refinado de comando en la época del capitalismo monopolista.

Un camino sin retorno

El que enriquecimiento pueda tener lugar mediante la emisión de pedazos de papel, como las opciones, constituye para el pensamiento económico dominante la prova provata de que es posible, al lado de las modalidades tradicionales, una forma más moderna de acumulación fundada en el movimiento de la moneda e independiente de la economía real. Estamos en presencia de una forma de acumulación ficticia que, entre otras cosas, tiene como contrapartida precisamente el crecimiento de la deuda que dice querer conjurar. ¿Qué cosa es la anticipación de rédito futuro sino deuda? Y, en efecto, en 1997

la deuda mundial (que comprende la de las empresas, la de los Estados y la de las familias) ha superado los 33.100 millardos de dólares, equivalente al 130% del PIB mundial, y aumenta a una tasa del 6-8% anual, vale decir, más del cuádruple del crecimiento del PIB mundial. (34)

Los neokeynesianos, como M. Albert, destacan, en cambio, que esta economía, toda vez que se basa en la liquidez, es una economía de corto aliento que no consiente una adecuada programación de las inversiones, lo cual va claramente en perjuicio de la industria y del desarrollo, oponiendo a ello una versión actualizada del modelo keynesiano. Al igual que en los años 30’s, la alternativa sería “capitalismo contra capitalismo”.

Más articulada es la valoración crítica del pensamiento económico que inspira el neo-reformismo. Aun cuando deriva el ascenso impetuoso de la esfera financiera a la condición de sector principal de la economía mundial de la crisis del ciclo de acumulación, admite la reversibilidad del fenómeno. Sus voceros lo hacen para impugnar las tesis del pensamiento económico dominante que lo considera como un fenómeno natural cualquiera, sin sospechar que terminan sosteniendo la posibilidad de superar una crisis estructural como la del ciclo de acumulación con una simple intervención legislativa. [Del fetichismo económico monetarista se pasa al fetichismo jurídico de la neo-izquierda - ndr].

Declarar que la hipertrofia financiera y su cortejo de males serían irreversibles - escribe F. Chesnais - es caer en una forma muy sospechosa de determinismo histórico. Se trataría de imputar a los procesos sociales producidos por la actividad humana un estatuto análogo al de la evolución biológica. (35)

Pero la alternativa, cuya realización tendría también como premisa la radicalización de la confrontación social, es encerrada en una nueva y diversa política monetaria.

Siendo el laissez-faire la actual ideología dominante - concluye su ensayo R. Guttman - no será fácil presionar a quienes toman las decisiones políticas hacia una acción concreta en el sentido de un nuevo régimen monetario que establezca un correcto equilibrio entre las dos funciones de la moneda: la de bien público y la de mercancía privada. (36)

Aun absteniéndonos de expresar otras consideraciones sobre el “dúplice aspecto” de la moneda según Guttman, la idea de fondo es que la alternativa gira alrededor de dos posibles sistemas monetarios, como si los sistemas monetarios no fuesen un producto histórico específico de cada fase del capitalismo, sino una cosa que cae, quizá no del cielo como el maná, sino de uno de los barrios de su periferia: la voluntad de los políticos. Y, por tanto, la crítica del monetarismo desemboca en el... monetarismo.

En realidad, no existen dos capitalismos ni un menú de sistemas monetarios que permita elegir según los gustos particulares. El crecimiento de la esfera financiera y de la producción de capital ficticio ha convertido, ciertamente, la desregulación monetaria en su trampolín de lanzamiento. Pero la desregulación ha sido determinada por la caída de la tasa media de ganancia que amenazaba con trastornar el sistema capitalista mundial. Tal es la razón por la que ha servido para reforzar el rol del dólar en el cuadro de la economía mundial hasta hacer posible las transferencias de plusvalor sin las cuales hubiese sido impensable compensar la disminución de los beneficios en los EUA y en los países más industrializados.

La financiarización de la economía es, por tanto, el producto específico de la fase declinante del proceso de acumulación capitalista en la época del capital monopolista. A nadie reportan tantas ventajas como a los grandes grupos industriales transnacionales. Considerando que por sus manos pasa la mayor parte de los flujos comerciales y financieros del mundo, las transnacionales pueden acumular reservas en monedas más y mejor que cualquier otro y operar con éstas en los mercados monetarios para integrar sus ganancias industriales con cuotas de renta financiera.

La presión ejercida por los grandes grupos industriales europeos a favor de la moneda única nace precisamente de la conciencia de que esta integración, dadas las tasas de ganancia raquíticas, se ha hecho de vital importancia. El euro, que en la propaganda oficial servirá para que los turistas de viaje por Europa ahorren las pérdidas derivadas de los cambios de moneda, en realidad tiene como objetivo principal la constitución de un área con un sistema de cambios fijos capaz de lograr un control más eficaz de las tasas de interés y de una moneda suficientemente fuerte en el plano internacional para desempeñar un papel alternativo frente al dólar como moneda de reserva.

La dilatación de las formas de apropiación parasitaria de plusvalor constituye en definitiva la lógica evolución de un sistema en decadencia. A comienzos del siglo XX, Lenin enfatizaba la irrupción de esta tendencia:

En los países progresivos se ha acumulado un exceso de capitales... Mientras el capitalismo siga siendo lo que es, el exceso de capitales está consagrado no a elevar el nivel de existencia de las masas en un país dado, toda vez que ello significaría una reducción de las utilidades de los poseedores de capital, sino a aumentar estas utilidades por medio de la exportación de los capitales a los países atrasados. (37)

Sin embargo, a diferencia de lo que sucede hoy, la exportación del capital ejercía en los países en los que se introducía una gran influencia en términos de desarrollo capitalista, que era, de este modo, acelerado. Para los poseedores de capital, la exportación terminaba con el encaje de las cédulas de los títulos en los que los capitales habían sido invertidos, pero el ciclo de los capitales exportados concluía al registrarse su transformación en capital industrial. De este modo, el capital excedente en un área contribuía a ampliar las bases económicas del proceso de acumulación y la apropiación parasitaria podía ser compensada por una producción agregada de plusvalor. Hoy, las cosas han cambiado mucho. Comoquiera que esta apropiación sobreviene, por las razones ya vistas, sobre todo por medio de la producción de capital ficticio, el proceso se resuelve esencialmente en una transferencia de plusvalor hacia los centros metropolitanos y hacia quienes tienen el control de la producción de esta particular forma de capital sin que el crecimiento de la esfera económica reciba por ello un impulso particular. El resultado es una tendencia general y permanente a la pauperización y a la depreciación del valor de la fuerza de trabajo a escala planetaria.

No estamos en presencia de un fenómeno ocasional, sino del arribo del capitalismo monopolista a las formas más refinadas y evolucionadas de la apropiación parasitaria producidas por las contradicciones del propio proceso de acumulación capitalista. Nuevas políticas monetarias presuponen, por tanto, la apertura de un nuevo ciclo de acumulación que es posible sólo con la destrucción generalizada de los capitales en exceso. En tanto que las crisis financieras, que en última instancia son un subrogado suyo, aumentarán su frecuencia concentrando riqueza y esparciendo miseria.

Giorgio Paolucci

(1) Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

(2) Los datos recogidos aquí son de fuente OCDE y han sido extraídos de AA. VV. "La Mondialisation Financière - Genèse, Cout et Enjeux". Pág. 63. Syros. París. 1996.

(3) Villaggio Globale - Indice Internazionale. Feb. 1996. Alain Touraine. L’Ideologia della Globalizzazione.

(4) New Statesman. Retomado por el periódico italiano La República del 4-11-1997.

(5) Los mercados ahora son entendidos como si tuviesen una dimensión antropomórfica, tanto, que se les atribuye una personalidad y una voluntad distinta de los mismos sujetos que operan en ellos hasta el punto de que cada vez se extiende más la idea de que desempeñan una función de control de la actividad de los Estados, los cuales, llevados por su naturaleza, se inclinarían, más bien, a engañar a sus ciudadanos. Se lee por ejemplo en el libro Finanza Barbara (ed. Garzanti, pág. 88) del comentarista financiero estadounidense G. J. Millman a propósito de la liquidación de los acuerdos de Bretton Woods:

Por algún tiempo pareció que el sistema de Bretton Woods tenía éxito... Pero los Estados no podían engañar eternamente a la gente. Ésta habría descubierto las reglas y los mercados habrían terminado por aplastar el imperio económico internacional, precisamente como los Vándalos habían saqueado Roma.

Veremos a renglón seguido que aquella ruptura ha sido determinada justamente por la necesidad de reforzar el control imperialista para satisfacer mejor la rapacidad de los más fuertes.

(6) R. Guttman y AA. VV. “La Mondialisation Financière - Genèse, Cout et Enjeux”. Pág. 63. Syros. París. 1996.

(7) La “moneda-mercancía” es aquella moneda cuyo valor es igual al valor de la materia de la cual está formada (en nuestro caso igual al oro). Tal cosa implicaba una gestión endógena de la masa monetaria determinada por las oscilaciones del precio del oro en el mercado, induciendo frecuentes crisis bancarias y políticas deflacionarias aun cuando hubiesen sido más útiles las políticas procíclicas.

(8) Op. Cit. Págs. 63-64.

(9) Las prioridades establecidas y la evaluación de la consecución de los objetivos del presupuesto desde un enfoque keynesiano (pleno empleo, crecimiento estable, ampliación de la cobertura de servicios sociales, etc.) hacían necesario incurrir en déficit.

(10) Ib. Pág. 65.

(11) Estancamiento e inflación.

(12) Ib. Pág. 65.

(13) Ib. P. 65.

(14) Michel Albert. “Capitalismo contro Capitalismo”. Pág. 37. Ed. Il Mulino. 1993.

(15) Michel A. Op. Cit. Págs. 37-38.

(16) El deflactor es el coeficiente utilizado para la operación de deflactar, la cual transforma valores monetarios nominales en otros expresados en monedas de poder adquisitivo constante.

(17) Ib. Págs. 41-42.

(18) Por todo lo que respecta a las consecuencias del viraje monetarista sobre la deuda de los países periféricos o - según la terminología corriente - en vías de desarrollo, consultad Prometeo nº 9 - 1995, el artículo “I Capitali contro i Capitali”.

(19) M. Albert. Op. Cit. Pág. 34.

(20) Véase Prometeo números 9, 10, 11, 12, 13 V serie.

(21) Fonte: Economie Euroéenne da La Mondialisation Financièr. Pág. 105.

(22) F. Chesnais. Op. Cit. Pág. 27.

(23) Op. Cit. Pág. 192.

(24) Gregory J. Millman, Finanza Barbara. Pág. 30. Ed. Garzanti.

(25) Ibídem.

(26) Extractada de M. Albert, Op. Cit. Pág. 79.

(27) Ver Frédéric F. Clermont, “Le Duecento Imprese che Governano il Mondo”. Le Monde Diplomatique. Abril de 1977.

(28) Ib.

(29) Ib. Pág. 35.

(30) Ib. Pág. 26.

(31) R. Guttman. Op. Cit. Pág. 82.

(32) Ibíd.

(33) Ib. Pág. 77.

(34) Frédéric F. Clermont, art. cit.

(35) F. Chesnais, Op. Cit. Pág. 30.

(36) R. Guttman, Op. Cit. Pág. 96.

(37) V. I. Lenin. “L’imperialismo Fase Suprema del Capitalismo”. Munziano Editore. Pág. 125.